Terminó hospedándose en un hotel de esas cadenas carísimas y con todas las chucherías, bajo el pretexto de que ahorrar en estos momentos no era propicio. Prefería gastarse una buena suma de dinero en una o dos noches en una habitación donde no la alcanzara ni el ruido de una mosca a arriesgarse a hospedarse en un hotel de medio pelo* y que alguno de sus ex la despertara a las tres de la mañana. Eso si es que se dignaba a dormirse, lo que parecía una imposibilidad absoluta con cada minuto que pasaba.
Había tenido que hacer malabares para que le consiguieran un cuarto disponible que pudiese pagar con una de sus aplicaciones. El recepcionista que la recibió, por suerte, hizo un esfuerzo extra para que el trámite fuera más liviano y que ninguno de ellos tuviera que perder el tiempo en formalidades absurdas... Aunque probablemente no deberían haberla dejado entrar solo presentando una fotografía de su documento de identidad. Gracias que al menos tenía eso guardado en la memoria de su celular, con copias tanto del frente como del dorso. Una que le salía bien, después de tantas calamidades.
Ya en el quinto piso, en un cuarto que rivalizaba con el tamaño de su propio departamento, Isa se tiró sobre la cama mullida sin sacarse ni sus zapatillas. Incluso allí, disponiendo de un cobertor suave y de sábanas con una cantidad de hilos comparable al riesgo país, se sentía incómoda. Intranquila. Si bien su ritmo cardíaco había disminuido, estaba lejos de lo que era su estado normal. Y el dolor de cabeza no se había esfumado, tampoco. Estaba allí, golpeando las paredes de su cráneo, latente.
Cerró los ojos por unos instantes y tomó un par de respiraciones acompasadas. Cinco segundos de inhalar. Cinco segundos de exhalar. Repetir. Repetir. Repetir.
Otra puntada en su nuca.
Un ceño fruncido.
Dientes mordiendo su labio inferior.
Un sabor distintivo.
Una imagen perturbadora.
No estaba funcionando. Era un ejercicio de relajación fútil. Volvía a repasar lo que había ocurrido. Volvía a oír las risas, los jadeos, el sonido de piel, carne y hueso chocando unos con otros. Volvía a esa escena y se reproducía en un bucle infinito.
Tenía que llamar a su mamá cuanto antes. Tenía que escuchar su voz, hablar con ella. Con ella y con cualquiera. Necesitaba la distracción. Necesitaba recuperar, al menos, la sensación de normalidad. Necesitaba que le recordaran que esto era temporal.
Porque era temporal, ¿cierto? Iba a encontrarle la vuelta pronto. Ezequiel se iría. Matías se esfumaría. No vería a ninguno de ellos por lo que le restara de vida. Solo... Solo tenía que hallar su ventaja, tomarla y explotarla para zafarse de ambos. Súper sencillo. No habría complicaciones. Claro que no.
Claro, claro.
Claro.
—Y yo nací ayer. Obvio. —Golpeó su frente con exagerada fuerza, arrepintiéndose ni bien su mano chocó con ella. Como si no estuviese sufriendo el suficiente dolor de por sí...
Desbloqueó su celular y fue directo a sus opciones de marcado rápido. Tenía agendados un puñado de números, mayoritariamente de gente de su entorno laboral, pero Diana era la única a la que tenía establecida como contacto favorito. A fin de cuentas, con las chicas hablaba vía mensajes de texto o audios y su jefe era quien la llamaba a ella y no viceversa. Aunque, esta vez, se vería obligada a hacerlo. Por la mañana temprano debería avisarle que no iba a trabajar ese día. Un extremo caso de enfermedad-inventada-de-emergencia con síntomas generales y fáciles de fingir, llegado el caso, era lo que le impediría apersonarse. Ana, la chica de recursos humanos, sería fácil de convencer y no le daría problemas, por más pataleo que hiciera su jefe.
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Hexes and Ohs [Hexes #1]
Conto«Lo que unió la magia negra, solo la muerte podrá separarlo». Luego de que su ex la dejara, Isabella no tuvo mejor idea que recurrir a un hechizo para recuperarlo. Pero lo que comenzó como un éxito rotundo al traer a su amado de vuelta, pronto le tr...