Tenía tantos nervios acumulados que se puso a caminar a paso vivo, a sabiendas de que Eze la seguiría sin chistar. Ahora que Matías no estaba a un escaso metro de él, había recuperado parte de su compostura, si es que se le podía llamar así. Actuaba tan raro como antes, sino más.
—De verdad, no hace falta que vengas. No es como que te vayan a invitar a cenar con nosotros o algo por el estilo. Digamos que mi mamá no te tiene en alta estima desde... Bueno, desde que pasó lo que pasó —dijo al dar la vuelta a la esquina, adentrándose en una de las avenidas con mayor concurrencia de la Capital Federal. Incluso después de que la hora pico hubiera pasado, el tránsito seguía siendo una pesadilla. Adecuado para el momento que estaba viviendo, claro que sí.
Pedir que la recogiera un auto ahí sería una condena —y subirse a un taxi haría que su billetera pasara a una mejor existencia... Si es que la hubiera agarrado. En el apuro se la había olvidado en su departamento—, por lo que no le quedaba otra que usar sus piernas y, ya que se presentaba la chance, hacer un poco de esa mística actividad llamada ejercicio. Sus jornadas transcurrían sentada en la silla de la cocina, sentada en la silla de su oficina y, posteriormente, sentada en el sofá para merendar y para cenar. Este, viéndole el lado positivo, era un cambio bienvenido. Además, contaba con la posibilidad de camuflarse entre el resto de los transeúntes.
Serpenteó entre ellos, a dos segundos de intentar trotar para alejarse de allí. Se movía con una velocidad que atraía miradas torvas, en algunos casos, y que casi le llevó a tropezarse en más de una ocasión. Pero no se detuvo. Caminó hasta llegar a una intersección que había recorrido cientos de veces y dobló de nuevo, yendo por Nazca. No era la mejor zona para visitar cuando la tarde caía y los últimos rayos del sol se ocultaban tras los edificios, pero ¿qué iban a robarle? Su celular ni siquiera era un modelo reciente y si querían sacarle alguna de sus prendas... Ni en Marketplace se las iban a poder sacar de encima. Sus gastos iban destinados a pagar su alquiler, sus cuentas y cubrir el resto de sus necesidades básicas. La ropa de marca no era una de ellas.
—Escuchame, Eze... Por favor, ¿podemos dejar esto para mañana? —habló sin dejar de prestarle atención a quienes los circundaban, analizando cada rostro en busca de alguno conocido. En busca de uno que la hiciera correr, para ser precisos. De Matías no había ni vistas, afortunadamente.
Capaz se había cansado de tantos golpazos que se había dado. Capaz se había lastimado lo suficiente como para tener que irse por donde había venido. Capaz aún la perseguía, desesperado y enojado y con ansias de vengarse.
Capaz debería dejar de considerar ese tipo de pensamientos.
—Hoy. Me quedo con vos. Y mañana.
—¡Podés dejar de hablar así! Dios mío, Ezequiel... ¿Qué carajos te pasa? —Y, por fin, lo había soltado. Se le había ido la chaveta de una y, guiada por sus sentimientos negativos, pausó la farsa que estaba montando. No podía fingir que su actitud era normal.
No podía fingir que esto estaba bien. Que esto era lo que quería.
No podía fingir nada más.
Es lo que había estado haciendo durante gran parte de su vida. Desde que era pequeña, había desarrollado su habilidad para pretender que todo marchaba bien. ¿Su padre se había marchado y abandonado a su familia cuando ella solo tenía cinco años? No había problema, ella no podría sentirse mejor. ¿Su madre había entrado en un estado depresivo y apenas podía responsabilizarse de su niña? No había de qué preocuparse, ella lo tenía bajo control. «Ya no estoy chiquita», solía decirse a sí misma por las noches, o cuando llamaba su abuela por teléfono y preguntaba cómo iban las cosas en casa.
Hasta que su abuela murió y quedó a su suerte. Construyó, entonces, la imagen que quería proyectar a los demás, para convencer a su madre de que ella podía cuidarse y cuidarla también. Para que no se sintiera culpable por no estar dándole su cien por cien. Y para que el resto no la viera como una criaturilla débil y necesitada de afecto.
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Hexes and Ohs [Hexes #1]
Cerita Pendek«Lo que unió la magia negra, solo la muerte podrá separarlo». Luego de que su ex la dejara, Isabella no tuvo mejor idea que recurrir a un hechizo para recuperarlo. Pero lo que comenzó como un éxito rotundo al traer a su amado de vuelta, pronto le tr...