Sus energías se habían diluido en náuseas y arcadas que por poco pudo mantener bajo control. Luego de que se apagaran las velas y que el humo ascendiera en volutas blanquecinas, Isa se halló sumida en un limbo terrorífico. Se sentía como una muñeca de trapo, abandonada en un rincón después de haber sido usada. Ni la presencia de su madre la tranquilizaba, ni le inspiraba la confianza y fuerzas necesarias, ni la cobijaba del horror al que se enfrentaba.
Era el poder que tenía la noche sobre ella. La falta de descanso y de una alimentación adecuada le habían robado las últimas ínfulas que se había dado para luchar, y la negrura que la envolvía llenaba ese espacio con espanto y desazón. Le había tenido miedo de chiquita, imaginando monstruos dignos de ficciones perturbadores. Le tenía miedo a día de hoy, convencida de que los monstruos estaban aquí.
Y eran simples humanos.
Humanos capaces de lo absurdo, de lo cruel, de lo sangriento. Humanos que se deleitaban con la violencia, con la brutalidad, con la ferocidad que se enquistaba en su esencia.
Humanos como ella.
Humanos como Ezequiel.
Como Matías, como Thiago.
Como todos.
No, no todos. Ella y su madre eran diferentes. Lo gritaba su sangre. Aullaba en sus venas y la recorría de pies a cabeza. La cubría de escalofríos que no se curaban con amor maternal, ni mantas calentitas, ni una taza reconfortante de té recién preparado. La colmaba de una angustia indescriptible, de dudas que se esparcían por cada hueco y cada recodo.
Antaño, hubiera ardido en la hoguera, echada por turbas furibundas.
Hoy, ella misma se había arrojado al fuego. Y estaba ardiendo.
El día que le sucedió inmediatamente al rito había transcurrido sin mayores novedades. Salvo por las llamadas insistentes de su jefe, Isabella repartió su tiempo entre la habitación de hotel —que ahora se le hacía pequeñísima y le ponía los pelos de punta— y el departamento de Lili. Esperando. Temiendo. Mordisqueando sus uñas. Observando el cielo raso y adivinando figuras alarmantes en las vetas de los pisos de madera. Había sido un viernes para el olvido, a la vera del abismo.
El sábado fue una burda imitación de su antecesor. Diana se había convertido en su compañera de encierro y la convenció de no volver al hotel. Le llevó ropa limpia que poder usar y algunas otras pertenecías que incluyó en un bolso. Por si acaso. Esas habían sido sus palabras textuales. No obstante la aparente serenidad que les había tocado, ninguna podía asegurar que fuera a extenderse. Que este sería el final del tormento.
Para Isabella, era el inicio de otro. Esa falta de certeza la envolvía y apretaba. Apretaba, apretaba, apretaba hasta robarle el oxígeno y dejarla sin respiración. Sonidos que habían sido cotidianos se transformaban en amenazas latentes. Sombras inofensivas ocultaban cuchillos dirigidos contra ella. Por el rabillo del ojo creía ver presencias extrañas. Las presentía. Estaban allí, en algún lado. Esperando como ella. Aguardando a atacarla en el momento justo, aquel en el que estuviera confiada.
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Hexes and Ohs [Hexes #1]
Historia Corta«Lo que unió la magia negra, solo la muerte podrá separarlo». Luego de que su ex la dejara, Isabella no tuvo mejor idea que recurrir a un hechizo para recuperarlo. Pero lo que comenzó como un éxito rotundo al traer a su amado de vuelta, pronto le tr...