1. Hechizo de amor

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El aroma que ascendía desde la cacerola heredada de su abuela era nauseabundo. La mezcla de líquidos de origen cuestionable, cabellos arrancados de un peine viejo y trocitos de una remera desgastada que su novio —su exnovio, pero solo momentáneamente— había dejado en su departamento era más de lo que podía soportar. O lo sería si no estuviera desesperada por volverlo a tener en sus brazos.

Hacía dos semanas que Ezequiel había armado su bolso con las pocas pertenencias que le importaban. No tenía muchas, quizás porque sabía que su convivencia no estaba destinada a durar, o porque prefería mantener cierta distancia entre su mundo y el de ella. Isabella no sabía. Lo que sí sabía es que se había marchado de un día para el otro, sin dar mayores explicaciones. Con suerte le dijo adiós. Así, a las apuradas, sin siquiera mirarla. De eso habían valido sus dos años de relación: una despedida sin ser sentida y un bolsito miserable con el logo de Adidas borroneado.

Isabella no dejaría las cosas ahí, aunque tuviera que ahogarse con la mezcolanza que estaba revolviendo en esos instantes. Estaba segura de que todo era un error y de que, con un empujoncito mágico, las cosas se recompondrían y volverían al camino por el que debían ir. Porque no había manera de que sus planes a futuro se desmoronaran de semejante manera. Ezequiel lo iba a entender. Iba a recapacitar.

—Pensar que podría estar preparando la cena... Pero no. —Isa suspiró con resignación, sin dejar de revolver. Pasó una de sus manos por su frente, removiendo gotas de sudor frío.

El blog en donde había leído sobre este hechizo había sido muy específico. Tenía que dar ciento tres vueltas con una cuchara de madera, en sentido contrario a las agujas del reloj, antes de que el brebaje reposara por treinta y tres minutos a fuego mínimo. Una vez estuviera listo, tendría que filtrarlo tres veces, esperar a que estuviera tibio y colocarlo en una botella de vidrio para su posterior uso.

Esta, a pesar de que no le pareciese, era la parte fácil del proceso. Lo complicado sería digerir eso sin deshacerse en náuseas y vómitos. Si sus amigas la vieran, seguramente interferirían para que no perdiera la poca dignidad que quedaba en su haber. Por suerte, Lucía estaba sumida en sus estudios para poder rendir los últimos finales que le quedaban y Camila... Bueno, ella tenía problemas más apremiantes que una ruptura amorosa. Isa no tendría pareja, por ahora, pero al menos mantenía su puesto de trabajo.

Okay, ya. Debería estar listo, ¿no? Eso o conté mal. —Se encogió de hombros, fingiendo no darle importancia. Era claro que sí la tenía, por más que el sentido común y la lógica le dictaran que todo esto era ridículo.

Ezequiel se había ido y punto. Debería dejarlo estar, ¿verdad? ¡Mentira! Una parte de ella, la romántica empedernida, se empeñaba en convencerla de que Eze era el indicado. El único. El correcto. Otra parte, la orgullosa y testaruda, lo quería de regreso por otros motivos. Unos que estaban estrechamente unidos con anteriores rupturas en las que ella había sido la abandonada. Con la unión de esas dos facciones, aquella tercera que poseía sensatez no tenía cómo luchar sin ser vencida. Era una batalla perdida desde un principio.

Dejó la cuchara a un costado y ajustó el timer con forma de gallina, comprado para esta ocasión especial. Su gato, Bigotes, la miraba desde la otra punta de la mesada. Parecía juzgarla y con razón. Lo que hacía era un despropósito.

No. No, no, no. Iba a funcionar. La bruja de Magia Práktica lo afirmaba y tenía que confiar en ello... Pese a que escribiera "práctica" con "k". Isa se había tomado la molestia de leer todos los comentarios bajo el post que tenía la receta en cuestión y la gran mayoría coincidía en que no había mejor remedio que el ofrecido. Tendría que encomendarse a la buena fortuna, seguir los pasos indicados y esperar lo mejor.

Hexes and Ohs [Hexes #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora