☾Capítulo 2☽

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Pasamos tanto tiempo jugando que no fui consciente que el sol había caído y ya era hora de volver.

—Dulce —la llamo y observo que la niña termina de usar su juego para bailar y baja, tomando todos los tickets que salen de la máquina.

Tenemos muchos, muchos más de los que imaginaba.

—Ven, vamos a ver en qué los podemos cambiar —le digo y ella asiente y viene saltando hacia mí.

—¡Un ninja! —dice emocionada mientras pasamos entre las personas.

El sitio es muy cool, parece de película estadounidense. Hay juegos de arcade por todos lados, máquinas, bolos, tejas, y hasta pool. Todo se juega por tickets que luego pueden ser cambiados por premios.

Así que hacemos la fila detrás de un grupo de niños hasta que llegamos al mostrador, donde se encuentra un chico, de más o menos mi edad que nos observa como si trabajar en este lugar fuera un suplicio.

—El que sigue —dice con su voz aburrida y la gente de delante nuestro se va, así que es nuestro turno.

Dulce camina hacia el mostrador y apoya sus manos en él para observar con cierta maravilla los premios.

Me llama la atención el chico, principalmente porque la tienda abrió hoy y ya tiene esa cara de querer saltar de un puente para ver si puede volar.

Puedo leer en su gafete que pone el nombre Archie, y Dulce también lo lee.

—¡Hola Archie! —saluda ella, pronunciando el nombre como si estuviera estornudando—. Tengo todo esto.

El chico la observa con aburrimiento como mi hermana pone todos los tickets sobre el mostrador y espera expectante a que el chico los cuente, y noto sus ojos celestes y cabello negro revuelto.

—Niña —dice de forma esquiva y luego termina de contar los tickets—. Cincuenta y dos tickets.

—Muy bien, ¡Quiero el ninja! —pide ella observando un muñeco de ninja el cual tiene una pequeña espada.

—No te alcanza, ese cuesta mil tickets —responde él, como si fuera obvio.

El ninja tiene claramente un cartel que pone su valor en tickets.

Dulce frunce el ceño y le pregunta qué le alcanza con sus tickets, a lo que el chico le enseña una pequeña pelota de esas que rebotan muchísimo.

A mi pequeña hermana no le gusta la idea, así que se gira a observarme con el ceño fruncido.

—¿No podemos comprar el ninja? —me pregunta y yo observo al chico, el cual posa sus ojos celestes en los míos y me observa con aburrimiento.

—¿Cuánto cuesta? —inquiero con duda. Y él chico responde como si lo supiera de memoria.

—Cien dólares.

Abro los ojos como platos y luego frunzo el ceño.

—¿Qué? ¿Cien dólares? —mi voz sale un poco más fina por lo exaltada, y me genera cierta duda.

¿Habré escuchado bien? Seguro me confundí, debe ser un error...

—Eso dije —repite él y yo parpadeo estupefacta—. ¿Se lo van a llevar o van a seguir estorbando en la fila?

Retiren lo que dije antes, no era un error.

—¡Ey! —chilla Dulce enojada y yo la observo quejarse, con los brazos en jarras.

—¡El que sigue! —el chico zanja la conversación, dándole los tickets a Dulce, quien los toma y se gira con la frente en alto, para luego caminar molesta.

Malas Intenciones IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora