☾Capítulo 16☽

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Cuando estaba en el clóset oyendo la conversación telefónica de J con Lion, en aquella fiesta de disfraces a al que se supone no debería haber ido no me esperaba en absoluto el terminar descubriendo que el imbécil vecino con una extraña fijación por molestarme y llamarme "Conejita" era en realidad virgen.

La virginidad está sobrevalorada. ¿Sí?

Pero maldita sea.

Mentiría si dijera que encontrar a un sujeto de diecinueve años virgen, de último curso de instituto que además de eso tiene fama de fuckboy era realmente impresionante, casi irreal.

Admito que algo en eso de que sea virgen me pareció aún más caliente. Más atrapante y atrayente. Sentir el poder de tocarlo sabiendo lo nervioso que se ponía, el sentirlo estremecer la primera vez que estuvo dentro de mí fue algo tan... caliente que quisiera repetirlo una y mil veces. Una cosa es cierta en todo esto, desvirgar al fuckboy es la mejor experiencia sexual que he tenido en la vida.

Pero no fue solo el sexo, fue... Dios.

Recuerdo perfectamente la primera vez que probé sus labios, que bebí de ellos el placer que emanaba su cuerpo. Jaziel estaba enojado, o celoso, y me robó un papel. Tal vez me aventuré mucho en entrar en su casa, pero... cuando terminé en su habitación contra su closet no me esperé que él tomara la iniciativa, aunque claro, luego se puso nervioso.

El punto es que... Sentí la necesidad de Jaziel por tocar mi cuerpo, por probar mis labios. Casi como si la necesidad por poseer mi cuerpo le doliese tanto como a mí, mi carne se abría por sentirlo, mi ser temblaba y el calor invadía cada poro de mi cuerpo, colapsando mis sentidos.

Dios.

Si cierro los ojos y me concentro, podría sentir la firmeza de sus manos apresando mi cuerpo, presionando contra el suyo.

Y cuando le pedí que me suelte, no quería que lo haga. Jaziel me besó, Dios. Me besó como nunca había sido besada, con ganas, con fuerza, con ferocidad. El ímpetu tras la voracidad con la que me sumergió en mil oleadas de placer destrozó en un santiamén cada centímetro de cordura en mi cuerpo y me abandoné a él.

Ondiándolo.

Lo odiaba.

Lo odio.

Y él a mí.

Pero su cuerpo y él mío trabajaron en sintonía. Una perfecta sintonía, desgarradora y extasiante.

Jaziel era virgen. Era inexperto. Pero... ansiaba sumergirse en mí. Y yo necesitaba tanto sentir su calor que me dejé llevar. Sus movimientos inexpertos y poco precisos no dejaban de encantarme, de encenderme. Me había empapado por completo y él abarcaba cada centímetro de mi ser.

Me dijo que quería follarme, casi pidiendo permiso. Un beso fue suficiente como para que él entienda que yo deseaba lo mismo que él, y cuando lo hizo, cuando deslizó su miembro en mi dulce entrada sentía que me iba a desgarrar en sus manos. Mi ser era un cúmulo de placer y sentimientos encontrados.

Luego guié sus movimientos inexpertos, siendo egoista y montándo su polla en búsqueda de mi propio placer. La sensación de ser la primera para él fue tan... tan especial.

Y no, no porque él haya sido virgen pero fue algo que pensé que nunca me pasaría. Enseñarle cómo me gustaba que me folle luego fue tan... tan... tan exitante que quiero repetirlo. Ahora, estando sobre su pelvis, quisiera volver a sentirlo dentro de mí. Hace tanto tiempo que no disfruto de los placeres carnales que sentir apenas la fricción de su sexo contra el mío hace que mi clítoris se hinche, rosado y tierno. Empapado por mis jugos calientes que terminan por empapar mi braga ya de por sí húmeda por las gotas de la lluvia que se filtraron en toda mi ropa.

Malas Intenciones IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora