☾Capítulo 4☽

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Si hay algo que hago bien, es salir corriendo cuando las cosas se ponen locas. Digo, es algo que voy perfeccionando con el tiempo y según yo y mis psicólogas, Luz y Es, tengo que dejar de hacer.

Es decir, tal vez es mejor salir corriendo, pero a la larga no es bueno. Menos si eres como yo y te cansas rápido. No quiero empezar a desvariar, pero... se me antoja echarme una maratón hasta la China, ida y vuelta, y tal vez revertir el giro de la tierra, atrasar el tiempo y darle un golpe al chino loco que se quiso tomar una sopa de murciélago.

Sería una salvadora. ¿No?

Sin embargo estoy aquí, en el porche de la casa de Grecia, mientras oigo los ladridos de mi perro y me mantengo neutra observando a Jaziel quien tiene los brazos a los lados de su cuerpo mientras una chica con cabello teñido lo abraza. Normal, cosas de todos los días.

Lo que quiero decir es que tal vez no tendría problemas si mi perro se soltara y comiera carne fresca, pero no soy esa clase se chicas. Así que solo paso saliva, evitando que el nudo se forme en mi garganta y pienso en el pájaro rojo de Angry Birds cuando algo le pasa cuando se dice a sí mismo respira... respira...

No puedo evitar sentir mucha curiosidad por la chica, es delgada, pálida y su cabello blanco le llega un poco más abajo de los hombros. Sus brazos rodean a J con familiaridad, y veo en él una expresión de neutralidad propia de él, lo que me hace pensar que tal vez imaginé que sonreía, pero no, no lo hice.

La chica se separa de él y le sonríe, mientras que J la observa extrañado. Y Lion, quien quedó de espectador como yo, observa a la chica con confusión. Por su parte, mi perro le gruñe pero ella lo observa con diversión.

Siento una incomodidad extraña en el abdomen al darme cuenta de que los tres estamos observando a la chica, quien solo tiene los ojos puestos en J y lo observa como si lo adorase.

—¿Qué haces aquí? —inquiere J con seriedad.

La chica se encoge de hombros.

—Uy que tierno nos despertamos hoy ¿Debería sentirme ofendida por eso? Ya sabes, andaba por allá y por acá y ya no enviaste cartas... —no termina la frase y parece distraerse por lo que se gira a ver al perro que le ladra mientras Lion lo retiene, alterna la mirada a Lion y luego mira al perro—. Ay que cosita pequeña y tierna eres.

Le habla a Lobo como si él fuera un bebé y quisiera tocarlo, pero apenas se mueve el perro intenta morderla. Frunzo el ceño al ver a la chica y su actitud tan particular, incluido a la forma serena en la que habla, de forma pausada por momentos pero exaltada en otros.

—Lobo —lo reprende J y el perro se tranquiliza ante la imponente voz del chico de cabellos blancos.

La chica trae una remera gris con fines lineas negras y un jean negro. No puedo negar que es bonita...

—¡Lobito! —sonríe ella y luego toca la cabeza del animal, quien le gruñe al instante, logrando que la chica aparte la mano. Entonces observa a Lion, quien parece confundido—. Hola, soy Arlet.

—Lion —dice él asintiendo con la cabeza.

Yo dejo de ver la escena cuando me siento ajena y antes de irme a casa oigo la voz de Pepe, quien me llama desde dentro.

—¡Bianca! Entra entra, Grecia te espera para decorar las galletas que te gustan —me llama el señor asomándose en la puerta y yo doy un respingo, asustada, cuando noto su presencia. Me siento un poco débil y con el corazón un poco extraño, así que solo entro sintiendo que me observan, pero evitando la mirada de cualquiera.

En el living lo primero que veo es una maleta contra la puerta, y entonces mi corazón se achica. La maleta es rosa, y dudo que a J le guste el rosa así que las evidencias son suficientes como para entender las realidades.

Malas Intenciones IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora