☾Capítulo 9☽

68.8K 6K 10.3K
                                    

Apenas llego a mi casa, me despido de Rocco con un beso en la mejilla con la promesa de que pasará por mí en la mañana antes de irse al aeropuerto. Aquello me duele, pero sé que siempre estará para mí.

—Estás más callada de lo normal —murmura él por lo bajo.

Dejo escapar un suspiro pesado y dejo de cruzar los brazos, para alisar una arruga invisible en mi falda. Él observa de reojo ese movimiento y su respuesta es un suspiro. Creo que ninguno de los dos esperaba esto.

—Apenas llego y ya te vas —hago un mohín cuando él dobla y el auto entra en mi manzana. Puedo ver mi casa a mitad de la cuadra.

—Pensaba que tal vez podrías ven... —empieza a decir pero se corta, negando con la cabeza.

—¿Tal vez qué? —curioseo desganada. Rocco detiene el automóvil frente a mi casa y antes de que pueda decir algo más una luz distrae nuestra atención. Veo sin mucha dificultad a Ángeles parada en el umbral de mi casa, con la luz del interior creando sombra. De no ser por la luz de la calle no podría percibir su rostro. Sin embargo, por su expresión corporal puedo notar que está enojada.

Bufo por lo bajo y siento un nudo en el estómago al recordar a Dulce y su travesía por el hospital. Manu me había mandado un mensaje hace diez minutos para decirme que ya estaban en casa y que Dulce estaba bien y que su supuesta fractura no fue más que una fisura en el radio, uno de los huesos del brazo.

Claro que necesita usar un cabestrillo por un mes o algo así. Me siento mal por mi pequeña hermana ya que eso significa que debe cuidar su movilidad, y en una niña tan hiperactiva esto se vuelve una tarea titánica.

—Creo que debes irte nena.

—No quiero irme —me lamento pensando que estas son las últimas horas que pasaremos juntos y gracias a este incidente ya no podré hacerlo—. ¿Si te quedas a dormir conmigo? —sugiero con una sonrisa sabiendo que las probabilidades de que eso pase son cercanas al cero, pero no me rindo.

Rocco deja escapar una risita coqueta y niega con la cabeza.

—El problema es que yo duermo sin ropa —ronronea y sonríe coqueto, recostando su cabeza en el asiento. Me observa de frente, ambos nos miramos y yo hago un mohín cuando me dice que debo irme—. Anda, ve, te hablo por mensaje.

—Está bien —mi voz sale en apenas un suspiro pesado, sutil, pero desganado—. Te quiero.

—Te quiero nena —responde con una sonrisa y entonces es mi hora de irme.

Pongo la mano en el seguro de la puerta y lo abro, para luego poner un pie en el suelo, pero me detengo a medio camino, sin haberme puesto de pie y continuando aún dentro del auto.

—No me quiero ir.

—Yo tampoco quiero que te vayas nena, pero mañana nos veremos ¿Está bien? —intenta convencerme—. Paso por tí para ir al aeropuerto.

Me quedo observándolo con los ojos entrecerrados pero termino accediendo. Siento que cada segundo que no estamos juntos es un desperdicio de tiempo. Pero no puedo retenerlo más, no sabiendo que Ángeles está parada en la puerta de mi casa observándome como si quisiera tener rayos láser.

—Está bien está bien —digo poniéndome de pie.

—Sueña conmigo —me dice cuando cierro la puerta del auto y me guiña un ojo.

—Ya quisieras tú, niño rico.

—Ya sé que sueñas conmigo.

No dice nada más, solo sonríe observándome y yo me voy, sintiendo su mirada en mí mientras mis pies se hunden en el césped húmedo por el rocío de la noche. Cada paso me acerca más a Ángeles, quien está de brazos cruzados analizando con detenimiento cada uno de mis pasos desde la puerta.

Malas Intenciones IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora