Prefacio

124 14 4
                                    

Después de un largo turno de guardia, Chan se dirigía a los lavabos para asearse un poco antes de ir a dormir a la oficina de neurocirugía, era su segundo año como residente del departamento y aunque amaba y le apasionaba su trabajo, odiaba los turnos nocturnos. Había estado haciendo rondas toda la noche y estaba tan cansado que los ojos casi se le cerraban, tenía solo un par de horas antes de la conferencia del profesor Lee. 

Más dormido que despierto, se lavó los dientes y enjuagó la cara, cerró la llave del agua y se secó las manos en la bata. Se dirigió a la salida y estaba por retirarse cuando escuchó un pequeño quejido proveniente del último de los cubículos, y un escalofrió recorrió su columna vertebral, erizándole la piel. 

Intentó convencerse a sí mismo de que había sido su imaginación, el cansancio y la falta de sueño seguramente le estaban cobrando factura... hasta que lo escuchó de nuevo, una especie de llanto amortiguado.

Entonces el miedo abandonó su cuerpo, se trataba de una persona, por supuesto, pensó que debía irse y darle su espacio, quien sea que fuese, probablemente había ido ahí porque no quería ser visto o escuchado, pero sus lamentos sonaban tan tristes que Chan sintió que se le partía el corazón.

La persona dentro del cubículo comenzó a llorar más fuerte, probablemente creyó que estaba solo de nuevo debido al silencio del médico, a quien su vocación de servicio no pudo impedir acercarse a ayudar o al menos intentar consolar aquella pobre alma en pena.

Con pasos cautelosos, se acercó hasta el cubículo y golpeó ligeramente la puerta con los nudillos.

—¿Está bien? ¿Necesita ayuda? —preguntó suavemente.

No hubo respuesta del otro lado de la puerta, simplemente un llanto desconsolado, que al parecer era imposible seguir conteniendo.

—Todo está bien, por favor abra la puerta.

—No, no está bien, nada está bien —se quejó una voz masculina, desgarrada por el llanto— ¡Usted no sabe nada!

Aquel grito resonó por todo el lugar, cargado de resentimiento y tristeza.

—Habla conmigo, si me cuentas tal vez pueda ayudarte —ofreció.

La persona dentro del cubículo pareció tratar de calmarse antes de abrir la puerta, el médico escuchó como sorbia por la nariz y respiraba fuerte tratando de contener las lágrimas.

La puerta se abrió. dejando ver a un chico de unos veinte años, tenía los ojos llorosos e hinchados, todo su rostro enrojecido resaltando las múltiples pecas que salpicaban sus finos rasgos, tenía más o menos su estatura, pero la incertidumbre en su mirada lo hacía lucir tan pequeño y frágil, que Chan no pudo evitar sentir lástima por la pobre criatura.

—¿Usted es doctor? —preguntó con una voz que parecía demasiado grave para su apariencia delicada.

—Si —respondió el otro— ¿estás enfermo?

—Mamá... ¿qué voy a hacer sin ella? —habló el joven, irremediablemente soltando de nuevo el llanto que se esforzaba en contener—. Por favor no deje que muera —sollozó, lanzándose a los brazos del desconocido, que no tuvo más remedio que sostenerlo.

Lo tomó por sorpresa, pero no pensó demasiado y simplemente lo abrazó, acariciando suavemente su cabeza con una mano, mientras que con la otra daba suaves palmaditas en su espalda, sintiendo sus cálidas lagrimas humedecer su camisa.


🔜

Numb the pain [BL/GL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora