XII

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Nota: Suicidó, agresión sexual y menciones de violación en el próximo capítulo. Favor de leer bajo su propia responsabilidad.

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Todo el cuerpo del Omega temblaba. Hace ya mucho tiempo acababa de despertar, y solo recientemente se cómo lo suficiente para contar lo que acaba de suceder.

Aún se encontraba tirado en el suelo sucio y frío y amarrado en el adicional abandonado, pero nadie más estaba allí con el. Ese bastardo peliblanco se había ido.

La respiración de Chuuya era temblorosa y la palidez comenzó a apoderase de su rostro por el estrés y el miedo. Se ha enfrentado a innumerables situaciones atemorizantes situaciones en su vida, como casi ser tomado a la fuerza en los barrios bajos, pasar hambre casi todos los días, no tener protección contra el frío penetrante de de los vientos fríos en invierno, etc. Pero nada de eso lo había asustado más que con esto.

Lo encontró irrazonable, porque ha estado en situaciones con muchas más circunstancias tortuosas en el pasado. Sin embargo, está vez tenía algo que perder. Cuando vivía en la miseria y podía sobrevivir todos los días, casi se suicida.

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Era a mediados del verano. El sol brillaba sobre las personas y todos eran víctimas del calor abrasador que descendía sobre ellos. En Nishinari, Osaka, el “suburbio” de Osaka, el enorme calor se sentía irreal.

Un cierto chico de cabellos entre naranjas y rojos estaba encorvado solo en la esquina de las calles. Los edificios entre los que se encontraba estaban oscuros y sucios, y la basura cubrían el suelo de tierra a su alrededor. La ropa rasgada colgaba de los edificios de enfrente, mientras revoloteaban levemente en el aire.

Los ladrillos detrás de su espalda eran fríos y despiadados. Innumerables dolores le apuñalaron por todas partes, y apretó los dientes. El sol era un más opresivo, mientras lo miraba. El calor se sentía como si las brasas estuvieran esparcidas por todo su frágil ser. Su cabello naranja estaba hecho un desastre, ya que unos mechones sueltos se pegaban aquí y allá, y mechones de cabellos enredados colgaban por debajo de su mandíbula. Los finos cabellos alrededor de las orejas que se le pagaban en la sien debido al sudor. La sombra traída del edificio que se elevaba sobre el no era mucha, ya que el sol estaba directamente sobre el, por lo que las sombras eran cortas y casi inexistentes.

Su camisa y pantalones grises de gran tamaño eran roscos y andrajosos, como si un animal salvaje lo hubiera atacado. Su piel estaba sucia y embarrada de lo lodo, y múltiples cortes se extendían sobre cómo patrones en madera.

Todo su cuerpo era diminuto y pequeño, como si con un solo golpe del viento pudiera derribarlo, para no volver a levantarse jamás. Pero, mientras todo su cuerpo temblaba, sus ojos brillaban; los tonos azules mezclados con claro y oscuro brillaban con esperanza. Gritaban múltiples emociones, y una fue una súplica de ayuda. Una súplica que decía como tal: ¡Estoy aquí!, ¡Ayúdame!, ¡Ayúdame por favor!.

Pero nadie respondió.

La desesperanza se desplomó sobre el, como su el mero concepto pesará cientos de libras.

Los únicos sonidos que entraban a sus oídos eran los zumbidos de las moscas y la leve brisa que no hizo nada para aliviar el dolor de los fuertes rayos del sol.

Una mano más implacable que la muerte se aferró a él y no pudo liberarse. Las cadenas lo desgastaron hasta el suelo amargo y lo mantuvieron allí. Estaba atrapado. Sus ojos azules se apagaron, y una abrumadora desesperación se apoderó de él. Superó su alma... Y su cuerpo.

A nadie le importa. Nadie está escuchando.— Esas palabras rondaban por la mente del chico.

Esos pensamientos se adormecían sobre el, y no tenía forma de apartarlos y mucho menos escapar de ellos. Y cuando volteo la cabeza hacia un lado, el destello brillante de un trozo de vidrio roto se reflejo en sus ojos.... Los ojos de Chuuya despertaron. Pero rápidamente desvaneció esos deprimentes recuerdo. No quería pensar en eso, esos tiempos. Era algo que jamás quería reconocer. Se sentía avergonzado de ello.

Está vez, no quería morir.

No quería quedarse elli sin hacer nada mientras su vida se derrumbaba. Ahora tenía algo por lo que vivir. Si, quería vivir para Dazai.

Aunque sus interacciones no han sigo tan largas, Chuuya sintió una atracción indescriptible hacia el. Cada movimiento cada gesto y cada expresión suya hizo que el corazón de Chuuya cantará. Tenia a alguien con quién vivir ahora, alguien con quién disfrutar la vida.

Un repentino destello de luz viajo a través de las ventanas y entro por los ojos de Chuuya, haciéndolos entrecerrar los ojos. El sonido de los autos raspando el suelo y puertas abriéndose fue todo lo que escucho.

El corazón de Chuuya comenzó a acelerarse. ¿Ese era Dazai?. Miro nerviosamente hacía la puerta estaba listo para liberarse sin importarle lo poco realista que pareciera. Las gastadas puertas de madera de la casa abandonada se abrieron y apareció débilmente la silueta de una persona.

Chuuya escucho su voz.

— ¡Chuuya!.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Dazai corrió hacia el, y en unos segundos estaba justo frente a Chuuya. Dazai rápidamente tomo una grandes pinzas de metal de uno de sus subordinados que se encontraba detrás de él y cortó la cadena y el collar alrededor del cuello de Chuuya.

Chuuya finalmente se había sentido libre de ese peso. Inmediatamente envolvió sus brazos alrededor de Dazai, y pronto los gritos de Chuuya resonaron por todo el almacén abandonado.

Sus lágrimas empaparon el hombro del contrario, pero a Dazai poco le importaba. El también envolvió sus brazos alrededor de el pelirrojo y enterró su rostro en el cuello de Chuuya.

El pelirrojo permaneció cerca de Dazai y le Susurro débilmente: Eres mi ángel Dazai, por favor guíame por el camino de la felicidad.

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TODOS LOS DERECHOS VAN DIRIGIDOS A SU RESPECTIVA AUTORA

SOLD TO HIM // Soukoku OMEGAVERSEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora