Red Spies || Natasha Romanoff

Capítulo 3

Mamá corrió a ayudar a Happy. Yo estaba totalmente ahogada de la risa.

— Ding ding, ganó el round. — Anunció papá mientras tocaba una campana de boxeo.

— Me resbalé. — Contestó Happy, quien estaba tratando de recuperarse de la llave hecha por la pelirroja.

— Sí, ¿cuándo? ¿Antes o después de que ella te dejara literalmente llorando? — Dije entre risas.

— Ja ja, qué graciosa Mackenzie. — Contestó Happy con una risa sarcástica. Ese es mi segundo nombre, Happy sabe que no me gusta, prefiero que me llamen por mi apellido antes que me digan Mackenzie. Realmente no entiendo cuál es la función del segundo nombre, ¿es como un repuesto por si no te gusta el primero? ¿O tiene otra función? Es literalmente inútil.

Fumigé a Happy con la mirada, y fui con mis padres, quienes estaban firmando los papeles de la empresa junto a la pelirroja.

— Con su permiso, me retiro. — Anunció Natalie, mientras cerraba el libro que traía en las manos. ¿Cómo puede hacer que unas simples palabras suenen tan sexy? Ella levantó su mirada, recorrió los ojos de mis padres y se detuvo en los míos. Mantuvo un fuerte contacto visual por unos segundos, sonrió y luego solo se fue. Qué hermosa sonrisa, no pude evitar pensar.

— La quiero. — Indicó papá. A lo que recibió un claro "No", una sonrisa sarcástica y una mirada reprendedora de parte de mamá, pero ¿adivinen quién tiene una asistente pelirroja de ojos verdes? Sí, mi papá. De alguna manera logró convencer a mamá durante la cena y ahora Natalie es su asistente.

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Me encontraba en una habitación al parecer abandonada. Notaba que caían gotas del techo, así que supuse que estábamos en el último piso del edificio. Las paredes estaban gastadas y tenían manchas gigantes de humedad. Me encontraba en medio de dos hombres corpulentos, con chalecos antibalas, cascos y gafas más grandes que sus caras. Frente a mí había una niña, aparentemente tenía mi misma edad. Ella estaba atada de pies y brazos a una silla de madera gastada, tenía los ojos vendados, pero podía ver sus lágrimas caer por debajo de la venda. Su respiración agitada y sus manos temblorosas me demostraban que ella estaba muy asustada.

— Dispara. — Susurró una voz masculina en mi oído izquierdo. Traté de ignorar la orden, pero este volvió a insistir.

— No quiero hacerlo, ella no hizo nada. — Dije firmemente, pero debajo de mi firme voz se notaba mi miedo hacia aquel hombre.

— Si no lo haces jamás serás alguien en la vida, serás una inepta, nadie te aceptará nunca. — Se detuvo por un momento, pero al ver que yo seguía firme continuó hablando. — ¿Crees que la gente va a quererte si eres una cobarde? ¿Crees que alguien va a amar a alguien débil? ¿A alguien que es incapaz de seguir una simple orden? Las lágrimas comenzaron a llenar mis ojos, pero tragué saliva y las retuve.

— Es inocente. — Fue lo único que salió de mi boca en ese momento. A él no le importó, caminó hacia la chica y tomó su rostro con su mano izquierda.

— Hazlo ahora. — Volvió a repetir, no hice caso. — Dispara, Mackenzie. — Ordenó nuevamente, a lo que la niña comenzó a llorar con más fuerza, pidiendo compasión. No podía soportarlo, quería salir corriendo de allí. Esa niña podría ser yo, y ella podría ser la que sostiene el arma en este momento. Probablemente ella dispararía y acabaría rápidamente con esto, pero yo no puedo, y eso enfurece al moreno que me mira con enojo. — ¡HAZLO! — Gritó por última vez. Cerré mis ojos y apreté el gatillo. Tras el ruido del arma, desperté. Un grito recorrió rápidamente mi casa, a lo que mi madre corrió a ver qué pasaba. Al entrar en mi habitación, me encontró sentada en mi cama, totalmente perdida.