Capítulo 9

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Luego de que mis padres se fueran, cubrí mi rostro con las manos y no pude evitar romper en llanto. La angustia de no poder conciliar el sueño en paz resulta verdaderamente desgastante. Es como dormir sin verdadero descanso, donde mi cuerpo se relaja pero mi mente continúa en un torbellino de pensamientos que me agota profundamente. Aunque debo admitir que antes la situación era aún más complicada; solía despertarme de pesadillas solo para luego volver a caer en un sueño plagado de ellas. Ahora, aunque puedo volver a dormir y descansar un poco más, el peso de la fatiga persiste de manera abrumadora. Mis lágrimas brotaron durante una hora entera, hasta que un suave golpeteo en la puerta de mi habitación rompió la monotonía.

—¿Quién es?— Pregunté, intentando enmascarar mi voz entrecortada por el llanto.

— Natalie.— Respondió la voz al otro lado de la puerta.

— ¿En qué puedo ayudarte?— Aunque quizás parezca un tanto brusco no permitirle entrar, no estaba dispuesta a dejar que me viera en ese estado. Mis ojos estaban hinchados y mis mejillas ligeramente enrojecidas.

— La señorita Potts me envió para recordarle que hoy deben salir de compras para la fiesta de su padre.

— Entiendo, gracias.— Agradecí, notando que permaneció unos instantes en la puerta, ya que no percibí el sonido de sus pasos alejándose. Una vez que se retiró, me levanté de la cama con una profunda falta de energía. Decidí poner música a todo volumen y tomar un baño caliente, una necesidad imperiosa en ese momento.

Absorta en la ducha, me dejé llevar por la música, su ritmo, su letra y las sensaciones que me evocaba. Me sumergí tanto en ese mundo sonoro que perdí la noción del tiempo. Solo me percaté de que había transcurrido demasiado tiempo cuando una voz interrumpió mi melodía.

— Señorita Maddie, su madre dice que es hora de salir.— Me informó Jarvis.

— Gracias, Jarvis.— Respondí antes de salir de la ducha.

No tardé mucho en elegir qué ponerme; tomé la primera prenda que vi y ni siquiera tuve tiempo de secarme el cabello. Abajo, Happy y Natalie me esperaban, visiblemente impacientes.

— Buenos días.— Saludé mientras bajaba las escaleras.

— Buenos días.— Respondió Happy.— Ya era hora de que aparecieras. ¿Acaso tenías costras de suciedad que no podías quitarte de la piel?

— Oh, querido Happy.— Coloqué mi mano en su hombro.— Es hora de que dejes de proyectar tus inseguridades en los demás. Si tú tienes costras de suciedad por no haberte bañado, no importa, seguiré queriéndote igual. Pero no es necesario que me culpes a mí.— Fingí compasión.

— Juro que a veces te pareces tanto a tu padre que me dan ganas de lanzarte un zapato a la cabeza.— Afirmó. Yo solo susurré un pequeño "Gracias" y palmee su hombro. Natalie simplemente sonreía ante la escena. Moví mi cabeza en un gesto de saludo, a lo que ella respondió de igual manera.

Salimos de la casa antes de que se hiciera aún más tarde, evitando la ira de mamá, especialmente dirigida hacia mí. Como de costumbre, yo era la encargada de poner música, y, como era de esperar, opté por Taylor Swift. Happy y yo nos contuvimos de cantar la canción "You belong with me" cuando comenzó a sonar, intentando mantener un perfil serio frente a Natalie.

Al llegar, nos dirigimos directamente a la oficina, donde mamá nos esperaba. Ella estaba sentada en su escritorio, ocupada con algunos papeles.

— Buenos días.— Saludó mamá mientras dejaba su bolígrafo a un lado de los documentos.

— Buenos días, mujer hermosa.— Contesté, depositando un beso en su cabeza, tratando de disimular nuestra tardanza.

— Los halagos no van a hacer que olvide que llegaste tarde, Maddison.— Aseguró en un tono firme.

Red Spies || Natasha RomanoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora