63: El Inicio De la Guerra

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Durante todo el año en hogwarts Draco evitaba a la pelinegra en los pasillos. Al escuchar su voz, su risa o simplemente oír su nombre desviaba su camino al lado contrario o terminaba escondido en algún salón que se encontraba cerca. Mientras la pelinegra observaba al patinado desaparecer rápidamente entre los pasillos. Una noche entre las que, como siempre Pansy leía el periódico, con un hueco en el pecho al pensar que alguna de todas estas muertes podrían ser sus seres queridos, el profesor Slughorn habló a su puerta. Llevándola junto a todos al Gran comedor . Pero Pansy se debió, yendo a la sala donde todos la miraron perplejos, ella corrió hacia Fred abrazándolo con fuerza y el correspondió dándole un par de besos en la cabeza. Mientras escuchaba a los Weasley replicar con Ginny sobre pelear en la batalla. Cuando se pusieron de acuerdo se oyeron pasos y luego un fuerte golpazo: alguien más acababa de salir por el túnel, pero había perdido el equilibrio y se había caído. El recién llegado se levantó agarrándose a la primera butaca que encontró, miró alrededor a través de unas torcidas gafas de montura de concha y farfulló:

—¿Llego tarde? ¿Ha empezado ya? Acabo de enterarme y... y...- Percy se quedó callado. Era evidente que no esperaba encontrar a casi toda su familia allí reunida. Hubo un largo silencio de perplejidad, que, en un claro intento de reducir la tensión, Fleur interrumpió preguntándole a Lupin:

—Bueno, ¿cómo está el pequeño Teddy?- Lupin la miró parpadeando, atónito. Los miembros de la familia Weasley cruzaban miradas en silencio, un silencio compacto como el hielo.

—¡Ah! ¡Muy bien, gracias! —respondió Lupin en voz demasiado alta—. Sí, Tonks está con él, en casa de su madre. Percy y los restantes Weasley seguían mirándose unos a otros, petrificados. Pansy se separó de Fred, dejándole el paso libre por si quería comprobar que su hermano si estaba ahí

—¡Aquí tengo una fotografía! —exclamó Lupin. Y tras sacarla del bolsillo de la chaqueta se la enseñó a Fleur, Pansy y Harry; en ella, un diminuto bebé con un mechón de pelo azul turquesa intenso miraba a la cámara agitando unos puños regordetes.

—¡Me comporté como un imbécil! —gritó Percy, tan fuerte que a Lupin casi se le cayó la fotografía de las manos—. ¡Me comporté como un idiota, como un pedante, como un...!

—Como un pelota del ministerio, como un desagradecido y como un tarado ansioso de poder —sentenció Fred

—¡Tienes razón! —aceptó Percy.

—Bueno, no está del todo mal —dijo Fred tendiéndole la mano a su hermano. Pansy sonrió y La señora Weasley rompió a llorar. Apartando a Fred de un empujón, se abalanzó sobre Percy y le dio un fuerte abrazo, mientras él le daba palmaditas en la espalda mirando a su padre.

—Perdóname, papá —dijo Percy.- El señor Weasley parpadeó varias veces, y entonces también fue a abrazar a su hijo.

—¿Qué fue lo que te hizo entrar en razón, Perce? —preguntó George.

—Llevaba tiempo pensándolo —repuso Percy mientras, levantándose un poco las gafas, se enjugaba las lágrimas con una punta de su capa de viaje—. Pero tenía que encontrar una forma de salir del ministerio, y no era fácil porque ahora encarcelan a los traidores. Conseguí ponerme en contacto con Aberforth y hace sólo diez minutos me dijo que en Hogwarts se estaba preparando la batalla, así que... aquí me tenéis.

—Así me gusta. Nuestros prefectos tienen que guiarnos en momentos difíciles — dijo George imitando el tono pomposo de Percy—. Y ahora subamos a pelear, o nos quitarán a los mejores mortífagos.- Fred beso a Pansy una última vez y corrió hacia las escaleras

—Entonces, ahora somos cuñados, ¿no? —dijo Percy estrechándole la mano a Fleur mientras corrían hacia la escalera con Bill, Fred y George. Pansy subió al gran comedor escuchando a la profesora hablar

—... el señor Filch y la señora Pomfrey supervisarán la evacuación. Prefectos: cuando dé la orden, organizamos a los alumnos de la casa que os corresponda y conducirás a vuestros pupilos ordenadamente hasta el punto de evacuación. Muchos estudiantes estaban muertos de miedo pero Ernie Macmillan se levantó de la mesa de Hufflepuff y gritó:

—¿Y si queremos quedarnos y pelear?- Hubo algunos aplausos.

—Los que seáis mayores de edad podéis quedaros —respondió la profesora McGonagall.

—¿Y nuestras cosas? —preguntó una chica de la mesa de Ravenclaw—. Los baúles, las lechuzas...

—No hay tiempo para recoger efectos personales. Lo importante es sacaros de aquí sanos y salvos.

—¿Dónde está el profesor Snape? —gritó una chica de la mesa de Slytherin.

—El profesor Snape ha ahuecado el ala, como suele decirse —respondió la profesora, y los alumnos de Gryffindor, Hufflepuff y Ravenclaw estallaron en vítores. Pansy miraba a todos escuchando con atención

—Ya hemos levantado defensas alrededor del castillo —prosiguió Minerva McGonagall—, pero, aun así, no podremos resistir mucho si no las reforzamos. Por tanto, me veo obligada a pediros que salgáis deprisa y con calma, y que hagáis lo que vuestros prefectos...- Pero el final de la frase quedó ahogado por otra voz que resonó en todo el comedor. Era una voz aguda, fría y clara, y parecía provenir de las mismas paredes

—Sé que os estáis preparando para luchar. —Los alumnos gritaron y muchos se agarraron unos a otros, mirando alrededor, aterrados, tratando de averiguar de dónde salía aquella voz—. Pero vuestros esfuerzos son inútiles; no podéis combatir. No obstante, no quiero mataros. Siento mucho respeto por los profesores de Hogwarts y no pretendo derramar sangre mágica.- El Gran Comedor se quedó en silencio, un silencio que presionaba los tímpanos, un silencio que parecía demasiado inmenso para que las paredes lo contuvieran.

—Entregadme a Harry Potter —dijo la voz de Voldemort— y nadie sufrirá ningún daño. Entregadme a Harry Potter y dejaré el colegio intacto. Entregadme a Harry Potter y seréis recompensados. Tenéis tiempo hasta la medianoche. El silencio volvió a tragarse a los presentes. Todas las cabezas se giraron, todas las miradas convergieron en Harry, y él se quedó paralizado, como si lo sujetaran mil haces de luz invisibles. Al escuchar aquellas palabras la mirada de Pansy dio un largo recorrido por el gran comedor, llenándose de las risas que sus compañeros habían dejado en aquel lugar, presa de la desesperación y el único deseo de salvar a todos con los que al menos una vez había compartido una mirada, las palabras salieron de su —¡Pero si está ahí! ¡Potter está ahí! ¡Que alguien lo parece!- Pansy observó frente a ella como los alumnos de Gryffindor se levantaron todos a una y plantaron cara a los de Slytherin; a continuación se pusieron en pie los de la casa de Hufflepuff, y casi al mismo tiempo los de Ravenclaw, y se situaron todos de espaldas a Harry, mirando a Pansy. Ella sonrió con sigilo, observando cómo salían varitas mágicas por todas partes, de debajo de las capas y las mangas de sus compañeros. Dirigió una sonrisa fugaz a sus conocidos, dejándoles claro que no era una amenaza, Frente a ella dos siluetas se levantaron en su protección Theodore y Blaise. seguido escucho a la profesora Mcgonagall

—Gracias, señorita Parkinson —dijo la profesora McGonagall con voz entrecortada—. Usted será la primera en salir con el señor Filch. Y los restantes de su casa pueden seguirla. -Pansy con la garganta hecha un nudo y las piernas temblando ni siquiera pudo dar un paso antes de que estas le fallaron y tropezara casi cayendo al suelo. Pero antes de que eso pasara, dos pares de manos pálidas sostuvieron sus caderas, por ambos lados y la colocaron hasta que estuviera firme y reaccionara. A su derecha observo el cabello pelirrojo de Fred, y su cara observando con preocupación. Y a su derecha observo el cabello platinado de Draco que luego desapareció en el aire. Como si no hubieran existido.

La presencia de las HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora