5. Amigos con Derechos

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Considero esta historia para mayores de edad y con criterio formado. Es una historia muy subida de tono, con 2 personajes masculinos.

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Jueves, 23 de Enero, 2020.
Estaba avergonzado, muy avergonzado. El día de ayer me tomó por sorpresa. Samuel, mi sobrino, me preguntó cuál era el tipo de relación que tenía con uno de los taxistas del pueblo, mi mejor amigo Juanchon. Al parecer habían pasado el día juntos y Juanchon le había contado algo a Samuel sobre nuestro pasado. No fue necesario que lo dijera, supe inmediatamente a qué se refería. Me encerré en mi cuarto temprano y llamé a Juanchon para que me explicara lo que había sucedido y lo que le había contado a mi sobrino. Después de escuchar algunas de sus excusas, decidimos hablar personalmente hoy. Mmmm... Será mejor que me vaya levantando.

9am.
El agua recorría mi cuerpo, la veía bajar por mi gran panza mientras pensaba en mi encuentro con Juanchon. Tocaba mi miembro, pensando en su cuerpo dominando al mío, recordando el pasado. Verlo hoy podría hacerme querer estar a su merced. Estaba ansioso y emocionado, me avergonzaba pensarlo, pero esperaba que algo sucediera... algo como lo de aquella vez...

T: ¿Que carajos estás pensando? - murmure, soltando mi miembro y sobándome las nalgas.

Terminé de bañarme, secarme y vestirme. Me puse una trusa blanca bajo un pantalón jeans largo azul, con un cinturón negro y una camisa crema del trabajo. Fui al cuarto de Samuel y toqué la puerta. Entre y lo vi despierto, así que le avise que debía salir, que regresaría tarde y que no se preocupara por la cena ya que traería algo cuando regresara. Estaba tan distraído con mis pensamientos que casi no noté que me siguió hasta afuera, me subí al auto y dejé que él cerrara el portón.
Conduje hasta la casa de Juanchon y lo llamé para que saliera. Después de unos minutos lo vi salir, tan campante como siempre, con una bolsa con diseño de camuflaje. Mi corazón se aceleró al ver a mi viejo amigo. Mucho más alto que yo, de piel canela, cabello negro corto y ojos ámbar claros, es un gordo con una panza enorme y unas grandes nalgas gordas y redondas, que superaban a las mías. Iba vestido con un pantalón corto gris con rayas verticales negras a los lados, resaltando su gran bulto y su trasero, y un suéter blanco con diseño de palmeras que dejaba ver un poco su panza.

J: ¡Compadre! - exclamó - ¿Cómo está? - estrechamos las manos.
T: Muy bien - respondí con una sonrisa - ¿Y usted?
J: Excelente - repuso, dándose palmadas en la panza - ¿Vamo'? - se dirigió al asiento del pasajero.
T: ¿A dónde? - pregunté, confundido - ¿No íbamos a hablar?
J: Claro, pero en otro lado - aclaró, subiéndose al auto - Tengo que mostrarle algo - dijo con una sonrisa pícara, dejando la bolsa en el asiento de atrás.
T: ¿Qué... qué cosa? - me extrañé, algo emocionado.
J: Vamos a Aguardiente - me indicó - Ya verá' compadre.

Confundido, empecé a conducir hacia el pueblo de Aguardiente. Fue un viaje tranquilo y callado, ninguno tuvo intención de decir algo. Al llegar al pueblo, Juanchon me indicó por donde ir para llegar a nuestro destino.

J: Pensé le habías dicho - comentó de pronto - A Samuel - aclaró, mirándome.
T: ¿Por qué le diría algo así? - pregunté, sorprendido.
J: No sé, como ere' tan confianzudo con él - respondió, con una sonrisa - Tal vez pensabas que le gustaría...
T: ¿Creíste que le gustaría saber que me dominabas? - exclamé, sin pensar.
J: Compadre... - murmuró, poniendo una mano sobre mi pierna - Me hace pensar que no le gusta tenerme dentro suyo.
T: Si serás... - me molesté, orillándome y parando el carro - ¿Me hiciste conducir hasta acá para decirme eso?
J: No, no - negó, despreocupado.
T: ¿Qué hacemos en este pueblo? - pregunté, desconcertado.
J: Algo que ambo' disfrutaremos - afirmó, agarrando mi bulto.

Le quité la mano de allí y encendí el auto, mientras él soltaba una carcajada. Mentiría si dijera que no me siento curioso, quiero saber qué es lo que se trae entre manos el gordo este. Siguió guiándome por el pueblo hasta que llegamos a un edificio con varios almacenes. Juanchon agarró su bolsa, se bajó del auto y entró al lugar dejándome aún más curioso. Después de unos minutos regresó con una sonrisa pícara, se subió al auto y, sin contestar mis preguntas, me guio a otro lugar. Dejando el centro del pueblo, conduje hacia las afueras donde se veían menos y menos casas, hasta que llegamos a una, donde estaban dos taxis parqueados, uno de ellos era el de Juanchon.

Historias de Calzón Chino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora