IV. VIER

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FREY

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FREY

Las pesadillas eran tan frecuentes en la vida de Frey, que ya no dolían.

Cada vez que se despertada, rígido y contorsionado, con cada musculo tenso, le tomaba varios minutos recuperarse. Tenía que recordar como respirar, como calmarse justo como ella le había enseñado.

«Vamos, Frey, sé que es difícil en el caos de tu mente, pero necesito que respires».

Las primeras veces que ella había intentado ayudarlo cuando era solo un niño, Frey la había golpeado, sin querer, sus reflejos al intentar moverse lo volvían violento, sin embargo, ella nunca se detuvo, Mila Stein era una mujer con mucha perseverancia, él lo sabia mejor que nadie. Kaia le había dicho que estaba obsesionado con lo que había pasado con su madre, ella no lo entendía.

Frey tenía una estructura precisa y calculada en su vida con una pieza fundamental en el medio, la única persona con la que él se sentía completamente cómodo: su madre. Y la había perdido. Por supuesto que se aferraba a ese hecho como un desquiciado. Todo lo que había pasado, se había convertido en un rompecabezas gigantesco que él necesitaba resolver y terminar.

Cuando finalmente pudo moverse, se sentó al lado de la ventana de su habitación, no había vista, el frío del exterior empañaba por completo el vidrio y aún así, le daba paz. Frey se calmaba con las cosas más simples, las más extrañas para algunos. Él se pasó las manos por la cara, sintiendo el roce rustico de la piel de sus palmas contras sus mejillas, al bajar la mirada, notó las cicatrices curadas y recién hechas con sus uñas cuando cierra los puños con mucha fuerza. Es algo en lo que había estado trabajando, pero que aún no lo manejaba bien. Al igual que golpearse la cabeza o a si mismo le funcionaba como un mecanismo casi automático para él cuando estaba frustrado o enojado.

Y en eso momento, recordó a sus hermanos. Cuando su madre no podía, Heist o Kaia eran los que le llevaban un té caliente y hablaban con él de cualquier cosa hasta que se le olvidaba la pesadilla, hasta que le daba sueño de nuevo y el hecho de no tenerlos aquí, lo golpeó. Los extrañaba, verlos en la sala de visita, había sido revivido esa necesidad de compañía que él tenía, porque la realidad era que Frey estaba muy solo. Y sí, él prefería la soledad, no le gustaban los lugares con mucha gente o con mucho ruido, pero eso no quería decir que no disfrutaba de su familia, de la calidez que una noche frente a la chimenea le brindaba mientras Kaia tocaba y su mamá tomaba una copa de vino animándola.

Sus recuerdos eran dolorosamente exactos, con una precisión y detalle que lo dejaba sin aire muchas veces, en especial, los relacionados con su madre porque ya no estaba.

«Estoy solo, mamá», pensó, observando la ventana.

Sin embargo, Frey se había mentalizado para esto, tenía que ser fuerte, por ella, por su familia. Así que volvió a la cama y se sentó, repasando todo lo que había vivido durante del día. Y en esa cadena de pensamientos, la voz de Balkan apareció, contándole su vida llena de miseria y tristeza. A Frey le daba igual, no había venido aquí a salvar a nadie, ni a meterse en asuntos que pudieran complicarle las cosas, pero había algo en lo que ese chico había dicho que se había quedado en su cabeza.

Frey (Darks #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora