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FREY
Oscuridad...
Otro grito...
Y luego, Frey lo escuchó: pasos pesados y acelerados que se acercaban a él. Apenas le dio tiempo de girarse cuando algo metálico le golpeó un lado de la cabeza.
Frey se tambaleó y se sostuvo de la pared, todo lo el lado izquierdo de su cara palpitaba, un pitido en ese oído se volvió insoportable mientras se sostenía el lado del golpe, el líquido cálido invadió la palma de su mano. Le habían herido, este apagón había sido planeado. Frey vio el movimiento de esa sombra y esta vez sí se agachó cuando intentaron pegarle nuevamente, y el metal se estrelló contra la pared.
Frey se lanzó y se agarró de las piernas del atacante, tumbándolo. No desperdició ni un solo segundo, y se subió encima de él para golpearlo como un salvaje. El crujido de los huesos de la cara del atacante resonaba en el vació y oscuro pasillo.
¿Dónde estaban los guardias?
Algo golpeó la parte de atrás de la cabeza de Frey, enviándolo a un lado. Eran dos, Frey no había contado con que existiera un segundo atacante. Ahora todo su cráneo palpitaba y estaba muy desorientado, su visión borrosa y el mareo que le recorrió casi lo hizo vomitar.
La segunda sombra aprovechó para golpearlo nuevamente con el metal, y patearlo en el estómago, dejándolo sin aire por unos segundos. Lo agarró del pelo para darle un puñetazo que solo incrementó su mareo y desorientación.
La furia recorrió cada vena de Frey, y como pudo, se quitó al atacante de encima, pero la primera sombra se había recuperado y le pateó la espalda, mandándolo al suelo, su rostro estrellándose contra el helado piso. Todo daba vueltas, había sido golpeado demasiadas veces en la cabeza, le costaba coordinar una defensa.
¿He subestimado el peligro? Fui tonto, pensó, tosiendo sangre. Él sabía el peligro al que se exponía al venir a este lugar, sin embargo, no se esperaba un ataque tan obvio, tan pronto.
En ese momento, el generador pareció funcionar porque la luz roja de emergencia del pasillo se encendió, no era mucho, pero le dejaba ver mejor a sus atacantes, vestidos de negro, con mascaras blancas.
Frey no podía moverse y sabía que iban a matarlo, no perderían la oportunidad. Y la tristeza le consumió, no porque fuera a morir, sino porque lo haría sin poder darle justicia a su madre.
Lo siento, mamá.
Entonces escuchó los pasos en la distancia, otra persona vestida de negro con esa ridícula mascara. Seguramente venía a terminar el trabajo, Frey estaba tirado en el suelo, podía ver su respiración rozar en charco de sangre bajo el lado de su cara. Las botas negras de la figura se detuvieron a su lado, y Frey pensó que le pisaría el cráneo hasta acabar con él.
Sin embargo, este nuevo enmascarado golpeó al otro con una agilidad impresionante, se aprovechó de que habían bajado la guardia, pensando que era uno de ellos. Frey luchó por sentarse y recostar la espalda contra la pared, observando todo el espectáculo.
