IX. NEUN

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IX

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IX

—¿Por qué eres raro?

Frey no respondió y continuó apilando piedras a la orilla de la quebrada, estaba orgulloso de lo alta que ya era su torre. El sonido del agua corriendo, pasando por las rocas le hacía difícil concentrase en lo que fuera que la niña a su lado estuviera preguntando. El sol de primavera era brillante y le quemaba un poco. A su madre no le agradaría saber que había estado tanto tiempo fuera, su piel se enrojecía bajo el sol con mucha facilidad.

—¿Por qué no hablas?

Otra piedra a su torre, quizás demasiado pesada, Frey dudó para ponerla.

—Oye, te estoy hablando. —La voz de la niña sonaba lejana, Frey escuchaba el agua correr mientras su concentración se mantenía en las piedras—. Ah, bien, no me hables, no me importa, ya no quiero ser tu amiga.

Frey no la ignoraba a propósito, pero su cabeza estaba clavada en otro lado, en otros sonidos y acciones. La niña bufó y decidió irse, Frey la escuchó saltar sobre las piedras cruzando la quebrada hasta que un fuerte sonido de impacto al agua perturbó la calma y el patrón de lo que había oído hasta ahora. Frey levantó la mirada de su torre y buscó la fuente de ese ruido. La niña no estaba por ninguna parte, él arrugó las cejas cuando vio manos desesperadas emerger del agua, de un hueco profundo que ocultaban las piedras, uno del que se su madre le había advertido muchas veces y que por eso no le gustaba que viniera solo aquí.

—¡Ayuda! —chilló la pequeña cuando su cara emergió apenas del agua y Frey ladeó la cabeza, sin saber que hacer—. ¡Por favor! ¡Ayuda!

La expresión que la niña tenía, Frey la analizó, recordando su tablero de emociones: ¿Miedo? ¿Terror? Él se puso de pie y caminó a la orilla del pozo donde ella había caído. La vio luchando en el agua. ¿Por qué había cruzado la quebrada si no sabía nadar? Frey no lo comprendía.

—¡Por favor! —exclamó ella antes de hundirse por unos segundos.

Frey recordó lo que había visto en una serie de televisión que le gustaba a Hayden sobre muchas maneras de morir. Y sabía que sí se metía con la niña, se podían ahogar los dos. Así que con total calma, él se inclinó sobre el agua y la agarró del pelo, sacándola lo suficiente para que ella tomara una respiración y tosiera con desesperación. Luego, la arrastró fuera del agua, y le soltó el pelo cuando ella quedó sobre su espalda en la orilla, tosiendo mucho.

Frey se sentó en una piedra a su lado, observándola, como su cuerpo se estremecía mientras ella vomitaba agua e intentaba respirar. ¿Estaría bien? Apenas, ella se sentó, brincó a él y lo abrazó, mojándolo por unos segundos porque él la apartó de inmediato.

—No —dijo, usando sus palabras como su madre le estaba enseñando—. No me gusta que me toquen.

—Lo siento —murmuró ella, bajando las manos—. Gracias, me... salvaste.

Frey (Darks #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora