Capítulo 7: Ilógica

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-... ¡¿Quién eres tú y por qué estas en mi sitio?!- Eso me salió solo, ni me hizo falta pensarlo.

Había un chaval de mi edad. No lo conocía de nada. Ni me sonaba de que estuviese antes en mi clase, ya que conocía a todos mis compañeros y él no estaba incluido... pero... ¿por qué estaba en mi sitio como si nada? No tiene lógica.

El chaval no respondió. Mis compañeros reían por lo bajo, seguramente por la cara que puse de "no entiendo una mierda" debido al desconcierto, y pues ¿qué mejor que no dar matemáticas en clase de matemáticas?... el profesor respondió por el chico, que tenía cara de estar pidiendo ayuda a gritos sin gritar, inmóvil en su... MI silla, mirándome fijamente como si no supiese cómo expresarlo con palabras. Supongo que él no entendía nada tampoco. Todos nos expresábamos con las muecas dentro de un silencio de reflexión y confusión, o por lo menos eso me parece a mí, porque el profesor tenía cara de tener la respuesta a todo... y ¿pues quién dijo que no fuese así?

-Este es un chico que ha venido nuevo...

Estaba mirando al profesor con indignación, y algo así como; "no, no me había dado cuenta", pero al escuchar esas palabras, giré la cabeza hacia el chico, como un resorte, con el ceño fruncido. Muy confusa, como si no se me notase ya suficiente; ¿un chico nuevo? ¿A estas alturas del curso? Es imposible...

-...Hola...

El chico habló encogido de hombros, agachando un poco la cabeza, por extrema timidez. Después soltó un suspiro, que no parecía ser disimulado, ni mucho menos. Levantó la cabeza y me miró a los ojos directamente.

Yo siempre, o la mayoría de las veces, hablo mirando a los ojos. Pero no mantuve la mirada en los ojos de aquel chaval mucho tiempo... no sé, supongo que fue por las circunstancias o simplemente porque la conversación no duro, a penas, dos milésimas de segundo con él.

-Se ha tenido que poner en tu sitio porque no hay más mesas, y como no habías venido puntual...

-... ¿Y dónde me siento?

Le corté al profesor repentinamente. Estaba un poco mal humorada, aunque lo único que me fastidiaba más que estuviese ese chaval en mi sitio, es que venía muerta, con la cara dolorida, y para colmo, un alambre clavado en la espalda.

-Aquí.

Me señalo el mejor sitio posible de la clase para sentarme. Sonreí, y me senté en la silla del profesor.

Quitarme la mochila, supuso, la liberación de mi espalda, aunque pude comprobar, que la mochila, no se encontraba mejor que yo, ya que el alambre la había roto un poquito y sobresalía aún.

El profesor estaba explicando el Teorema de Rouché, el nuevo tema que empezamos hace tres días: el Sistema de Ecuaciones, con ejemplos en la pizarra. Me vino a la mente que estaba en 2º de Bachillerato, aunque ya, ni me acordaba. Estaba yendo por ciencias y pretendía seguir por ahí.

Aunque no lo parezca, prefiero las ciencias antes que las letras, debido a que me resultan más complejas. Me da la sensación de que me ponen más a prueba, mejoran mis capacidades y mi velocidad de pensamiento. Pero, claro, necesitaba prestar mucha atención aunque siempre es un poco lioso. A veces me aburren, a veces me estreso, y siempre hay algún que otro día que desconecto o no tengo ganas de explicaciones matemáticas. Pero se podría decir que me ¿gustan? No, no creo que llegue a tanto, simplemente, las acepto como forma de vida.

Estaba haciendo apuntes sobre lo que decía y sobre lo que había escrito en la pizarra.

Cuando ya solo me quedaban escasos cinco dígitos para terminar, sonó el timbre. Era hora de la segunda materia del día.

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El timbre que había sonado hace unos dos minutos, indicó que era hora de irse. Cuando ya iba a salir por la puerta, solo quedábamos yo y el chico nuevo. Yo recogía lo más rápido posible, mi nerviosismo podía conmigo, y la mochila, me parece a mí, que escogió EL MEJOR momento para joderse. Aunque el chaval, recogía con la paciencia del mundo, y ya me estaba adelantando. Realmente, no quería tener contacto con el chico. Por lo menos hoy. No quería dirigirle la palabra, con excepción de un "adiós," supongo.

Cuando él se colgó su mochila a la espalda, yo aún estaba cerrando la cremallera de la mía (y ahí mi velocidad de vértigo).

-¿Necesitas ayuda?

Supongo que no era lo suficientemente obvio que me hubiese tirado al suelo en constante pelea con mi mochila. No, no la necesito...

-No...

-A bueno, pues adi...

-¿Me ayudas?- Esbozo una sonrisita nerviosa.

-Pero no me habías dic...

-¡AYUDAA!

Sonó exagerado, pero él no se lo pensó dos veces; me coge la mochila y me la cierra en una fracción de segundo... Bueno, pues en mi defensa, diré, que a la cremallera, desde nunca, le he caído muy bien...

-Gracias.

-De nada.

-¿Cómo te llamas? Eres nuevo, ¿no?

No, no lo es, solo que no ha venido en siete meses desde que empezó el curso, pues solo porque no le gusta ir al instituto más de dos veces al año :D

No me ayuda. NO ayuda este tipo de pensamientos... Aunque es ilógico, porque no podrían venir más alumnos a las clases, debido a que ya no son fechas para ello... pero nah, él está ahí y viene a las clases como si nada.

-Emms... Solo debes saber que sé quién eres...- Acto seguido se dio la vuelta con brusquedad, con la mochila colgada en el hombro izquierdo, parecía una forma de despedirse. Lo había dicho con seriedad.

Quedé atónita. Presa de la confusión. Cualquier rastro de una sonrisa que hubiese tenido en el rostro, desapareció de pronto, en cuanto escuché aquello. No sabía que responder, no sabía cómo actuar. Simplemente mi mirada quedó fija en el chico mientras atravesaba la puerta con la naturalidad del mundo, como si lo que acababa de decir tuviese sentido alguno. Y es que no lo conocía de nada, no se había acercado a hablar con él en la vida, y resulta que de un día para otro, aparece, y me dice que el ya sabe quién soy.

En sí, lo que más me sorprende, es que sepa siquiera mi nombre, y es que, desde que me levante esta mañana, ya no sabía cómo me llamaba.

Between Life and DeathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora