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—Es hora de volver—me dije, asimismo, acariciaba el brazalete que abrazaba mi muñeca.

Quizás mi rencor por el remitente era palpable, sin embargo, no quitaba el hecho de que a su vez me recordaba a mi época más linda.

Tomé mis maletas que yacían guardadas en mi armario, y caminé hacia el recibidor de la casa. Vi a mi abuela sentada en el sofá mirándome con nostalgia.

Dejé las maletas en el suelo y caminé hacia ella sentándome a su lado, dejando una leve distancia en el medio. Ambas nos quedamos en silencio un rato mientras mirábamos la inmensidad del hogar en el que vivíamos. Este nunca había sido un problema, pero al perder a alguien... la soledad gritaba lo que tus pensamientos callan.

—¿En serio no quieres volver conmigo a California?

—Mi lugar es aquí. —tomó mi mano—. Yo estaré bien, de todas formas sabes que puedes visitarme cuando gustes.

Observé su vestimenta, negra de pies a cabeza. Mi familia estaba en un evidente duelo, debido a la perdida de mi abuelo. Ambas nos habíamos negado a la idea de que lo habíamos visto morir, y aunque sabíamos que no era sano la forma en la que aún lo tratábamos como si viviera del mismo aire que nosotras...

—Es que no quiero irme—murmuré.

Me negaba a tener que enfrentar mi realidad allá; en California. Odiaba la idea, la detestaba con locura.

—Mi preciosa Valerie—acarició mis mejillas con sus manos suaves y levemente arrugadas por su edad—. Sabes que este era el acuerdo.

—Lo sé, pero a penas termine el primer año, me trasladaré acá y todo será como siem...

—No te tortures de esta forma, cariño. Volverás a mi lado cuando quieras, pero justo ahora debes volver, y yo te esperaré aquí—me interrumpió con una sonrisa ladeada. Mostrando la pisadas de los años en su rostro y en los pliegues de sus ojos, su mirada me observaba tratando de darme serenidad. Sabía que mis promesas serían saldadas, y que regresaría a Nueva Orleans, sin embargo, mi destino de vuelta a casa era desconocido, y no sabía que me depararía el futuro. Aunque no tenía certeza de si mis planes irían aunados con los de mi destino.

Luego de abrazar a mi abuela por última vez, pedí un taxi hacia el aeropuerto, que para mi sorpresa se hallaba casi que vacío, exceptuando a los pocos pasajeros que se encontraban dispersos dentro de este. Encendí mi celular para mirar la hora, y me encontré con una foto que nos habíamos tomado mis abuelos y yo.

Mi mente comenzó a divagar y reflexionar sobre ese maldito acuerdo. Tener que vivir con la abuela y sin poder objetar, claro que fue un golpe fuerte para mí alejarme de California, sin embargo, entendí que eso era lo que necesitaba para terminar de darme cuenta sobre qué clases de personas simplemente no necesitaba en mi vida.

Personas que me traicionaron, que me dañaron o que simplemente no volvieron a mostrar interés en lo que sea que sucediera en mi vida. Comenzando por Sheila Taylor Rivers, y terminando en Jake Alex Park

Traté de reflexionar las razones por las que me iría de acá por mi propia voluntad, porque al fin y al cabo, ni siquiera papá podría obligarme a llevarme devuelta a California, pero esas cosas que me ataban a Los Angeles simplemente se basaban en lo sentimental que solía ser, y en serio anhelaba; de alguna manera, sentir que pertenecía a mi propia familia de nuevo.

Me di cuenta al poco tiempo que sí extrañaba a papá, esa era la única razón por la que volvería. Lo vería luego de 6 años, y aunque hacíamos muchas videollamadas, él no podía abandonar Los Angeles por su trabajo. Sin embargo, nunca me causó mucho ruido, porque aprendí sobre que así serían las cosas ahora que ni siquiera Sheila estaría en nuestras vidas ni por mera equivocación. Aprendimos a respetar nuestro espacio y eso nos bastaba.

Baby, why?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora