Despertar contigo

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Llegaron al departamento, David le abrió la puerta, se sentía como en la misma luna, de donde no quería partir jamás, ese encuentro en el mirador lo conservaría en un lugar muy especial de su mente, pero, lo que más le había gustado fue la propuesta implícita de Regina, esa que llegó sin que lo previera, ella también quería dormir con él, por eso, el resto de la noche la haría sentir como una damisela en un castillo, aunque ella era de todo menos una damisela esperando ser rescatada por un príncipe, él quería vivir en esa ilusión al menos por una noche.

"¿tomamos té?", propuso, disfrutaría su presencia al máximo.

"estoy un poco cansada", vio una expresión de completa decepción dibujada en su apuesto rostro, "pero por ti haría una excepción", la respuesta correcta era, ¿qué no haría por él?, solo que esa parte seguiría con ella.

"de naranja como tanto te gusta", no era una pregunta, le anunciaba con propiedad que no había otra persona en el mundo que la conociera mejor que él.

"te espero en la sala", anunció y se alejó de él para ponerse cómoda encima de un sillón acolchonado muy amplio donde acostumbraban sentarse uno del lado del otro, se quitó los altos tacones, se sentó con los pies cruzados para esperarlo, se sentía tan ligera por estar ahí, por todo el lugar se respiraba su tan característico olor a la colonia, esa que secretamente había comprado para recordarlo en las noches o cuando por cuestiones de negocio, viajaba y ella se pasaba eternas horas extrañándolo demasiado, cerró los ojos solo para imaginarse besándolo fervientemente, devorando sus labios sin miedos, sentía que sus manos vagaban por su piel provocándole las más incomparables sensaciones, él, experimentaba la fuerza que ella ejercía en sus espaldas con sus manos aferradas allí como no queriendo soltarlo ni dejarlo ir.

"David", en medio de su sueño despierta, mencionó su nombre con adoración, pronunciando cada sonido con seducción.

"¿Regina?", se sobresaltó al escucharlo llamarla, curioso por su expresión, estaba segura de que la había escuchado perfectamente, abrió los ojos para encontrarlo frente a ella con las tazas de té en sus manos, sintió ese beso tan real que tuvo que evadirle la mirada, tocándose los labios para poder enfrentarse a la realidad de no tenerlo entre sus brazos, sin saber si algún día podría cumplir con la ilusión de amarlo libremente.

"gracias", tomó la taza de té y le hizo una seña para que se sentara a su lado en el sillón, sus ojos se ajustaron a la cruel verdad y pudo evitar las lágrimas.

"¿has pensado en lo que presentaremos en la feria de joyas?", era su sueño, llevaban años intentando mostrar sus creaciones en el gran evento internacional.

"he estado trabajando en algo, mañana te lo mostraré", debían ponerse a trabajar cuanto antes, las piezas de la nueva colección eran hermosas, pero quería enriquecerla todavía más.

"tenemos mucho trabajo por hacer", advirtió, ella asintió, en cada aspecto, coincidía con él sin objeciones, aunque, Regina Mills era una cabeza dura, caprichosa que siempre terminaba haciendo su santa voluntad, él la amaba más que a nada en el mundo.

"basta de trabajo, hablemos de otro tema", se miraron en silencio, el único tema del que podrían hablar, estaba guardado en una gaveta y cerrado bajo siete combinaciones, entonces, el silencio fue su mejor compañero.

"podríamos hablar de tu belleza", se aprovechó del brillo de sus ojos, esos que lo embriagaban.

"tengo una pequeña curiosidad", cambió la conversación, de repente recordó un detalle que había dejado olvidado, como ni se inmutó a protestar por el rotundo cambio, continuó, "¿por qué insististe en el cambio de ropa?", la sangre se le heló y las menos le temblaron.

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