La niña de mis ojos

142 7 24
                                    

Durmieron algunas horas, pero David abrió los ojos primero, para poner en marcha la segunda parte de su plan, esperó con mucha esperanza que Regina no se diera cuenta de su ausencia a su lado, se levantó y con mucha paciencia y dedicación, organizó hasta el más mínimo detalle, tardó bastante.

listo, justo como lo imaginé”, hablaba con él mismo cuando dio el toque final.

“¿ahora hablas solo?”, la voz de Regina lo sobresaltó, estaba tan absorto en su tarea que ni siquiera se dio cuenta de que ella llevaba recostada al marco de puerta observándolo los últimos diez minutos.

“¡buenos días, mi florecita!”, se acercó a mirarla detenidamente, su cabello hermoso, aunque algo despeinado por haberse acabado de levantar, del que caían algunos mechones en su rostro dándole ese aire tan angelical que lo deliraba, su pequeño cuerpo cubierto por su camisa blanca, la cual le quedaba extremadamente sexy, aunque demasiado holgada, necesitaba dos como ella para llenar la pieza, sonrió entre dientes por ese pensamiento y sus pies descalzos…un largo suspiro salió de sus labios, linda, la veía tan linda, que su corazón palpitaba desenfrenado.

“¿algo que deba saber?”, la devoraba con los ojos, hasta escalofríos le dieron.

“sí”, se le lanzó encima a besarla, abrazarla hasta levantarla del suelo y girar con ella en mano, sus pies se movían en el aire tan ligeros como una pluma, “que te ves muy sensual caminando descalza con mi camisa puesta”, la puso en el suelo y la miró profundamente, esperando su respuesta, sí, porque ella siempre tenía respuesta para todo, sobre todo, esas tan sarcásticas, las que tanto le deliraban, tenía hasta gestos con los labios para ponerle un matiz tentador a cada palabra que decía su dulce boca.

“no había tenido oportunidad de usar esta camisa, como la estrenaste anoche, que por cierto…”, cerró los ojos, respiró profundo, se mordió el labio inferior en una mueca provocativa y prosiguió, “te veías muy apuesto”, su voz bajó de tono con ese elogio.

“tuve razón, ¿entonces?”, preguntó, ella se le quedó mirando curiosa, “logré que mi florecita se volviera loca por mí”, recordó los hechos del restaurante, con sus juegos provocativos debajo de la mesa.

“y no te imaginas cuánto”, lo sorprendió con un dulce y lento beso.

“preparé el desayuno para ti, ¿no tienes hambre?”, asintió con la cabeza, “yo también”, la condujo hasta la orilla de la piscina para que viera de qué se trataba su segunda sorpresa, la expresión del rostro se lo dijo todo, “¿qué dices, nos damos un chapuzón matutino mientras desayunamos?”, había colocado en la piscina, una mesa flotante con un delicioso desayuno para los dos, como no respondía, se quitó la ropa interior y tomó la delantera, el peso de su mirada lo sintió mientras descendía escalón por escalón de la entrada de la orilla de la piscina, “ven”, le extendió la mano para invitarla, la vio dudar por una fracción de segundo, pero, no tardó mucho en seguirlo en esa aventura, zafó los botones de la camisa, lentamente y la descendió por sus brazos hasta que llegó al suelo para quedar totalmente sin ropa delante de él, todo eso ocurrió sin perder el contacto visual, comenzó a caminar hacia él, balanceando las caderas de un lado al otro con demasiada provocación, tanta que su cuerpo despertó instantáneamente, una risita coqueta lo sacó de su enajenación, ver el cuerpo de Regina sin ropa era su adicción.

“bien despiertos estamos esta mañana, ¿eh?”, bromeó con un poquito de burla.

“eso tiene una explicación muy simple”, todavía no lograba tocarla y se desesperó, dio un paso, la tomó por detrás de las espaldas, la atrajo hasta su cuerpo para demostrarle lo tan descontrolado que estaba y por su culpa.

“endulza mis oídos”, puso los labios en su piel y habló estremeciéndolo por completo con esa vibración.

“Regina”, advertencia que fue en vano, siguió con sus caricias, ascendió por todo su cuello, llegó cerca de su oído, se detuvo para respirar y la sensación se multiplicara.

Life is BeautifulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora