Día 21

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Selene

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Selene

La nochebuena llegó a Oregón.

Y no saben cuánto me dolió...

Su recuerdo se apoderó de mi mente y volví a llorar por él.

No es como que tuviera un plan genial para las fiestas decembrinas, tan solo nos daban vacaciones y yo no hacía nada.

Sara llegó otra vez. Mamá parecía haber regresado a su normalidad, trabajar las veinticuatro horas del día.

Desperté la mañana del veinticuatro de diciembre y bajé a comer algo, la casa estaba vacía.

Tomé una manzana y un poco de té de manzanilla. Me senté en el sillón, recogí mis piernas tomando la taza caliente entre mis manos para encontrar un poco de calor.

Divisé la calle. Estaba nevando.

No lo había notado los días anteriores para ser sincera, y era extraño porque la nieve cubría a la ciudad.

Para ser franca, siempre era así, la nieve o el invierno no era algo que me emocionara demasiado como a los demás, sin embargo, no negaba que fuera hermosa. Era tan monocromático y eso me agradaba. Sentada en la sala, le di un trago largo a mi té.

Era extraño como en ese instante extrañaba con la fuerza de mi alma a alguien que técnicamente no he conocido y que tampoco conoceré. Porque debía ser sincera conmigo misma.

Ares y yo no nos conoceríamos nunca en esta realidad.

Y eso era triste, doloroso y extraño.

La soledad es algo que puede ahogarte más rápido de lo que crees. Para mi mala suerte, estuve sola mucho tiempo, a veces intentaba decirle a los demás que me sentía de esa manera y ellos solo respondían:

—No estás sola.

Era consciente de que tenía un mundo a mi alrededor, pero me sentía de esa manera y dolía, tanto mentalmente como físicamente, porque en mi pecho se originaba un pequeño nudo, se sentía como si todos tus músculos se tensaran, como si alguien te estuviera arrebatando algo y luego, tan solo tienes ese vacío que no se llena con nada.

Mamá interrumpió mis pensamientos abriendo la puerta. Me giré para verla y tuvimos ese contacto visual que fue completamente incómodo, su mirada era pesada, entonces bajé la mía.

—¿Ya comiste algo? — preguntó dejando las llaves sobre el mueble y quitándose el abrigo negro.

—Sí—dije seco.

—¿Vas a hacer algo hoy? Es nochebuena— fue a la cocina y se sirvió agua caliente. Seguí sus movimientos con la mirada, llegó a sentarse frente a mí.

—No.

—¿Y Eithan?

—Él estará con su familia— se formó un silencio incómodo, ella bebió de su taza blanca y vio a la ventana.

Realidad LIBRO II ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora