Día 3

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Martes por la mañana y ya me iba de la mierda, me levanté tarde, mamá no estaba, corrí a la escuela y de paso me tocó suplicarle a la maestra de literatura que me dejara entrar

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Martes por la mañana y ya me iba de la mierda, me levanté tarde, mamá no estaba, corrí a la escuela y de paso me tocó suplicarle a la maestra de literatura que me dejara entrar.

—Es la última vez que la dejaré pasar a esta hora— solo asentí en repetidas ocasiones y abrió la puerta, sentí la mirada de todo el salón seguirme hasta encontrar un asiento vacío al fondo de la clase.

—Vaya manera de presentarse— la voz de Eithan.

—Primero que nada, buenos días— respondí irónica.

Ninguno de los dos dijo palabra, tomé apuntes de lo que pude y suspiré cansada cuando la clase estaba a punto de terminar.

De pronto, la mujer frente a mí leyó un fragmento. Muchos dicen que las palabras llegan al alma y yo lo confirmaba con aquel texto que decía:

Te amo tanto que cartas te entregaré.
Porque mi mente no es lo suficientemente fuerte para decirlo de frente.
Mi boca no funciona cuando te tengo conmigo, porque entonces recuerdo mis planes.
Y caigo por completo ante tu mirada compasiva.
Recuérdame siempre, dime que me amas, aunque yo ya esté a millones de kilómetros de distancia.
Encuéntrame en el cielo azul.
Porque la muerte ayuda a decir verdades.
Voy a dejarte una carta, para que al menos puedas leérmela dejando flores a mi lado.


El timbre sonó y salí de la clase.

El resto de mi día fue de lo más común, cruzando pasillos, en algunas clases iba con Alec, en otras con Eithan y en muy pocas, sola. La mayoría de nuestras conversaciones eran frases sarcásticas y teníamos una relación amor/odio. A veces nos caíamos bien y otras ni siquiera quería verle.

—Si ser irónica es tu manera de flirtear, déjame decirte que no está funcionando— opinó mientras yo caminaba a mi siguiente clase.

—El mundo no gira a tu alrededor, no estoy intentando ligarte, eso tenlo por seguro— dije y él rio. Llegué a matemáticas al final del día, no había comido nada y mi estómago comenzaba a dolerme, mi mente estuvo ocupada en intentar prestar atención y en que mi voz fuera lo suficientemente fuerte para decir presente en clase, podía irme relativamente bien en el resto de las materias, pero matemáticas, nunca las entendí y mucho menos cuando agregaron las letras.

Me senté al lado de Alec, estaba comiendo una barra de chocolate.

—Ten — dijo y me entregó otra barra, la abrí rápidamente y la terminé en tres mordiscos.

Me quité la sudadera. Sí, lección aprendida, lleven blusa o camisa debajo. Tenía una blusa blanca lisa de manga larga y cuello redondo, me acomodé en el asiento y suspiré.

—¿Día difícil? — preguntó Alec.

—Llegué tarde a la primera hora, creo que solo estoy un poco cansada, cambiando de tema ¿Qué harás hoy? —pregunté atándome el cabello en una coleta alta un poco desordenada.

Realidad LIBRO II ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora