Una década

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Zúrich, Casa Black

El ruido del teléfono la sobresaltó, se levantó de golpe de la cama, asustada y desorientada. Aquel infernal ruido no paraba y no sabía dónde tenía el dichoso teléfono. La habitación era un verdadero desastre, había ropa tirada por el suelo, muebles rotos, trozos de cristal, botellas vacías... "¿Se puede saber qué narices he estado haciendo durante la noche?" pensó.

Empezó a rebuscar como loca entre todo el desorden. Como no encontrase ese maldito aparato la cabeza le iba a reventar literalmente, no había tenido una resaca de ese tipo en años, pero tampoco había bebido de esa manera en años.

—¡Al fin! —exclamó al levantar una butaca volcada y ver que su bolso estaba debajo. Vacío el bolso en el suelo con furia y el teléfono cayó—. Puto aparato infernal —masculló antes de descolgar—. Black —dijo secamente.

—Querida, ya estaba empezando a preocuparme —contestaron al otro lado de la línea.

—¿Tío? —preguntó con sorpresa.

—Quién sino mi querida niña, ¿acaso alguien más que tu tía, tu primo y yo tiene conocimiento de tu línea privada?

—No, es que... —empezó a improvisar— estaba ocupada en otros temas y ya sabes cómo funciona mi cabeza cuando trabajo, solo puedo centrarme en eso —dijo mintiendo descaradamente.

—Me imagino princesa, llevas ignorando nuestras lechuzas semanas. Ya sabes que no tenemos inconveniente alguno en llevar las empresas cuando estás ausente, pero estábamos realmente preocupados, no sabíamos si te había pasado algo o simplemente... necesitabas un respiro.

—Eh yo... —piensa joder, piensa, no se paraba de repetir— Simplemente necesitaba un respiro, como bien sabes mi cumpleaños se acerca, y para una dama los treinta son el inicio de la decadencia.

—Querida —dijo el hombre conteniendo una carcajada—, heredaste la belleza de las mujeres Black, ni mil años podrían marchitar tal hermosura. Aunque ya que lo mencionas y aprovechando la ocasión... —dijo haciendo una pausa y vacilando—. Tu tía y yo hemos estado hablando y nos gustaría celebrar tu cumpleaños juntos este año.

—Tío sabes bien que... —hizo una pausa y miró a su alrededor. Observó detenidamente el caos que la rodeaba y tomó una decisión de la que probablemente se arrepentiría más tarde, aunque nada podía ser peor que aquel desastre. Se encogió de hombros—. Está bien, no me vendría mal algo de compañía. Pero que sea algo íntimo —rogó— , solo la familia, no quiero nada ostentoso... nos conocemos muy bien.

—¡Pues claro mi niña! —exclamó con regocijo el hombre—. No sabes cuanto alegraras el corazón de tu tía. Te echamos mucho de menos hija.

—Y yo a vosotros —sintió que su corazón se apretaba en el pecho—. Siento mucho no haber sido más empática con vuestros sentimientos, yo.... no tengo excusa posible... —carraspeó conteniendo las lágrimas— ¿Os parece bien que llegue mañana por la tarde? Tengo que arreglar unas cosas antes de partir y reservar los billetes de avión.

—Querida, eres una bruja, no tienes que vivir como una muggle —replicó con cierto asco—. A veces... es mejor dejar el pasado atrás y olvidar... —se atrevió a decir.

—No puedo tío.... —y contenido el llanto que amenazaba con delatarla añadió rápidamente— Nos vemos mañana pues.

Tras colgar el teléfono lo observó por un segundo en la palma de su mano, apenas lo veía pues las lágrimas ya le empañaban los ojos. Chilló con desesperación. Totalmente frustrada por las emociones que la estaban invadiendo estrelló el teléfono contra la pared y se dejó caer en la butaca soltando todo el dolor y la amargura que llevaba en su interior.

Furia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora