Secretos al descubierto

119 7 0
                                    

—¡Bellatrix Lestrange! —exclamó conmocionada Elisabeth.

La mujer la miró confundida mientras sujetaba un pastel entre sus manos. Todos los presentes miraron a Elisabeth sin entender lo que estaba pasando.

—¿Lestrange? —preguntó la mujer—. Cielo, es Black. ¿Estás bien? ¿Te pasa algo? —dijo preocupada acercándose a ella.

—¡No te acerques a mi asesina! —gritó la pelirroja pasando de la conmoción a la furia.

—¿Pero de qué hablas pequeña? —su padre intervino.

—¡Ella los mató! ¡Los mató a todos! ¡Te mató a ti! ¿Por qué estáis todos ahí parados sin hacer nada? —preguntó con desesperación mirando a todos los presentes.

—Mi amor relájate —murmuró Fred acariciándole el hombro—. Tú madre no ha matado a nadie, ¿a qué viene todo esto? —podía notarse la preocupación en su rostro.

—Yo... yo... —balbuceó la chica dando un paso atrás.

—Hija... —susurró Bellatrix con los ojos llorosos.

—¡Deja de hablar! —gritó mientras se llevaba la mano al lugar donde había guardado la varita—. ¡Cierra tu sucia boca de asesina! —exclamó apuntándola.

Todos en ese momento dieron un respiro y soltaron un chillido ahogado.

—¡Eh preciosa! ¿Qué haces? —preguntó en un tono de voz nervioso George mientras se acercaba a ella con las manos en alto—. Tranquila Liz, mírame preciosa. Así, muy bien. No sé qué crees que ha pasado pero no es cierto.

—Sí amor, tu madre no ha hecho nada malo —continuó Fred intentando mantener la calma.
—¡Me estáis engañando! ¿Por qué la protegéis? ¡Por culpa de ellos tú moriste! —dijo con desesperación mirando a Fred.

—No estoy muerto mi amor, estoy aquí contigo —se acercó lentamente hacia ella—. Soy real Elisabeth.

Ella bajó un poco la guarda, y cuando el hombre estuvo lo suficientemente cerca de ella le arrebató la varita y la inmovilizó.

—¡NOOO! —gritaba sin parar de revolverse.
—¡George ayúdame! ¡Es más fuerte de lo que parece!

George se acercó y ayudó a su hermano a inmovilizarla mientras ella se revolvía violentamente y mascullaba frases sin sentido entre sus lloros.

—¿Por qué la defendéis? ¡Ella os matará a todos! ¡A todos! —gritó sin parar de llorar mientras los gemelos la arrastraban en volandas fuera de la sala ante la mirada conmocionada del resto de los presentes.

Cuando llegaron a la habitación de la chica la posaron suavemente en la cama y cerraron la puerta con llave. Ambos la observaron con preocupación mientras ella no paraba de llorar e hipar.

—¿Por qué me hacéis esto? —preguntó mirándoles con el rostro desencajado por el llanto.

—Necesitas tranquilizarte amor. No sé qué es lo que piensas creer pero no es cierto —dijo Fred con dulzura.

—¡Mató a tantos! ¡A tantos Freddie! —sollozó.
—Tú madre no mató a nadie preciosa, por favor cálmate —dijo con preocupación George.

Elisabeth se secó las lágrimas con la manga de la camiseta y se serenó un poco. Al menos eso fue lo que ellos pensaron. Se levantó con lentitud de la cama y con una voz que les erizó el vello a ambos exclamó:

—Tengo que acabar con ella —dijo decidida con la mirada fija en la puerta mientras empezaba a caminar hacia ella.

—¡Desmaius! —exclamó Fred apuntándola sin darle tiempo a que se acercase más de un par de pasos.

Furia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora