Traición

209 15 0
                                    

Mansión Black

George se despertó de golpe por un mal presentimiento. Sus peores temores se habían visto confirmados cuando se dio la vuelta en la cama y se dio cuenta de que Elisabeth no estaba a su lado. No perdió tiempo y se lanzó de la cama. La casa estaba en silencio, a pesar de todo, se paró al pie de las escaleras y agudizó en oído. Pudo oír un sonido extraño que provenía de la parte baja de la casa. La preocupación le revolvió el estómago y le lanzó a toda prisa escaleras abajo para comprobar de qué se trataba. Según se iba acercando interpretó esos sonidos extraños que había escuchado hacía a penas unos segundo como llanto, lo que hizo que se alarmase aún más.

Entró en la cocina casi derrapando, tuvo que agarrarse a la gran mesa de madera maciza para no estrellarse contra el suelo. Por el rabillo del ojo vio como la pelirroja estaba sentada en el suelo y se volvió hacia ella. Lo que vio le partió el corazón. Estaba efectivamente sentada en el suelo rodeada de una gran cantidad de botellas de vodka, la cabeza gacha estaba enterrada entre sus rodillas y protegida por sus brazos. Podía escuchar nítidamente sus sollozos callados amortiguados por la protección de su cuerpo. Se acercó a ella lentamente, arrodillándose en el suelo justo en frente de ella.

—Elisabeth... —susurró suavemente mientras le tocaba suavemente la rodilla.

La mujer cesó los ruidos para a continuación elevar la cabeza lentamente y quedársele mirando con los ojos brillantes por las lágrimas. George intentó decir algo pero en el momento en el que estaba abriendo los labios para empezar a hablar la mujer empezó de nuevo. En ese momento el hombre se dio cuenta de que se había confundido, no la había oído llorar, la había oído reírse. No podía parar de reírse mientras hipaba y las lágrimas resbalaban por sus mejillas, el pecho se le movía de una forma incontrolable mientras clavaba las uñas en sus rodillas en un intento por controlarse.

—Liz... —dijo el hombre atónito— ¿estás bien?

—Me estoy volviendo loca Georgie —consiguió decir sin poder parar de reírse—, se me va la cabeza y ya no sé distinguir lo que es real de lo que no. ¿Estoy despierta o dormida ahora?

—¿De qué hablas? —preguntó confuso— Claro que estás despierta Liz. Lo que estás es completamente borracha —intentó levantarla—, haz un esfuerzo nena pesas demasiado.

—Desde lo del hospital tengo sueños que son muy reales, él se siente tan real —dijo poniéndose seria y dejándose alzar por el hombre—, tan real como tú —le miró con intensidad y pasó sus manos por detrás de su cuello.

Empezó a juguetear con el pelo de su nuca, acariciando sensualmente la parte de atrás de su cuello, su mirada pasaba rápidamente de los ojos del pelirrojo a sus labios, que se abrían levemente. Se quedó mirándole de esta forma unos instantes para luego lanzarse de improviso a sus labios besándole con intensidad. George no pensó cuando sintió los labios de la mujer sobre los suyos, simplemente se dejó llevar por el deseo que siempre había tenido por ella y que se había incrementado al volver a verla. Se besaron con una pasión que los dos se creían incapaces de tener, no podían soltar sus labios, sus lenguas, ni el intenso baile en el que se encontraban.

La agarró por el trasero y la elevó poniéndola a su altura, no iba a dejar que veinte centímetros de diferencia les estropeasen aquel momento. La movió con agilidad de sus brazos a la mesa de la cocina donde la sentó. Ella no se quedó quieta esperando que él fuese el que guiase la situación sino que abrió las piernas y lo atrajo más hacia su cuerpo inmovilizándolo con sus muslos, ambos se rieron sobre los labios del otro. Sin dejar de besarse la pelirroja agarró el dobladillo de la camiseta de él y se la quito, teniéndolo ya expuesto, pasó lentamente las uñas por toda la superficie de su pecho dejando marcas rojas a su paso. George empezó a desvestirla también, no podía aguantar por más tiempo las ganas que tenía de poseerla. En el momento en el que sus manos tocaron la piel desnuda de su vientre ella gimió.

Furia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora