Regreso a Londres

451 26 0
                                    

Mansión Malfoy

—¿Y bien querido?

—Está mal mi amor, muy mal... —replicó el hombre frotándose los ojos con los dedos—. Vendrá, después de diez largo años regresa a nosotros, pero... ya no es la misma de siempre —añadió con tristeza.

—Lucius querido... —dijo la mujer a abrazando al hombre por la espalda—. Ella solo necesita tiempo...

—Cissy querida, ya han pasado diez años, si ya no lo ha superado... dudo mucho que vaya a hacerlo ahora, además... ella aún no lo sabe.... —miró a su esposa con tristeza.

—¡No! ¡No se lo diremos! —chilló la mujer apartándose repentinamente de su marido.

—Ella debe saberlo —replicó dándose la vuelta para hacer frente a su mujer—. Se enterará de algún modo y eso la destruirá... nosotros podríamos... podríamos suavizar el golpe...

—¡No! —volvió a chillar la mujer negando con la cabeza—. No le haré más daño, Lucius, es nuestra hija, la criamos nosotros, ¿acaso harías sufrir a Draco de esa manera pudiendo evitarlo?

—Como quieras mi amor —dijo el hombre dulcemente dándose por vencido y abrazando a su mujer que había empezado a llorar—. No diremos nada, pero hay que avisar a Arthur y a Molly... necesitamos tener nuestras espaldas cubiertas. Ellos...han sido tan padres suyos como nosotros, se merecen saber que vuelve, además, podrán ayudarnos a ocultar la verdad.

—Así lo haremos.

La Madriguera

—Mamá, los niños tienen hambre, voy a prepararles algo ligero antes de la comida —dijo la pelirroja mirando a su madre, pero su madre no la escuchaba se había quedado petrificada mirando el papel que tenía entre las manos—. ¿Mamá? —continuó preocupada levantándose hacia la mujer—. ¿Estás bien?

La mujer la miró con los ojos llorosos y no dijo nada, simplemente le entregó el papel que tenía entre las manos. La pelirroja simplemente lo cogió y lo leyó. Era de Narcisa, Elizabeth llegaría a Londres mañana para su cumpleaños. Su hermana volvía a casa no podía creérselo, hacia diez años que no la veía. Habían pasado tantas cosas, tenía que contarle tanto, se moría por abrazarla, por besarla, por hablar con ella. En un impulso se abrazó a su madre y se puso a llorar de pura felicidad.

—Mamá, vamos a verla por favor, la he echado tanto de menos... aún no puedo creérmelo, es todo tan...

—Ginny escúchame —dijo la mujer reaccionando por fin mientras se apartaba de su hija y le sujetaba la cara con ambas manos—. Tu hermano... Georgie.... no puede enterarse de esto. Ella no sabe lo de Fred, y no puede enterarse.

—Pero mamá...—gimoteó la pelirroja soltándose del agarre de su madre.

—Ginevra escúchame bien—su rostro lloroso ahora era severo—. Solo estará aquí una semana y después se volverá a ir, quién sabe si la volveremos a ver dentro de otros diez años o si ya nunca...—hizo una pausa para contener el llanto que amenazaba con empezar de nuevo y miró a su hija firmemente.

—Mamá ella le amaba, merece saberlo.

—Por eso mismo no le diremos nada, lleva diez años torturándose por haberlos abandonado. Si supiese la verdad... eso la mataría cielo —suspiró—, ha sido una hija para mi y no le desearía ese dolor a ninguno de vosotros...—tras pronunciar esas palabras se quebró y empezó a llorar con desesperación.

—¡Oh mamá!—exclamó con pesar la chica mientras abrazaba a su madre otra vez y empezaba a llorar con ella.—No diré nada, te lo juro.

Las dos mujeres se quedaron un rato en la cocina abrazadas y llorando, sabían que su familia nunca volvería a ser la misma de siempre, pero ahora estaban más cerca de estar completos que antes. No dijeron nada más, se separaron y empezaron a cocinar en silencio. Había que darles de comer a los niños.

Furia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora