Un perdón y una verdad

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"Me ha visto, me ha visto" no dejaba de repetirse una y otra vez mientras corría hacia la salida del Callejón Diagon. Cuando rebasó la salida siguió corriendo temiendo que él fuese detrás de ella. No sabía cuánto tiempo llevaba corriendo cuando empezó a dolerle el costado de tanto esfuerzo, por lo que paró para recuperar el aliento. "Es imposible que me reconociese con esta ropa, imposible", pensaba mientras negaba con la cabeza y se sujetaba el costado intentando que el dolor desapareciese.

Necesitaba tranquilizarse y beber agua para quitarse la sensación pastosa que tenía en la boca así que entró en un supermercado cercano y tras comprar el agua, se apoyó a la entrada para bebérsela y que su corazón volviese al ritmo normal.

George se dirigió a la entrada del Caldero chorreante por puro instinto. Miró a ambos lados de la calle y allí la vio, corriendo calle abajo con su pelo rojo ondeando como una llama detrás de ella. Pensó en alcanzarla, necesitaba verla, pero a pesar de que ella iba en tacones corría endiabladamente rápido.

Mansión Malfoy

Ya a la entrada de la Mansión Malfoy Elisabeth estaba terriblemente nerviosa, por lo que inspiró y exhaló varias veces con los ojos cerrados para tranquilizarse, llamó a la puerta y mientras esperaba se alisó el abrigo. Un elfo doméstico abrió la puerta unos instantes después.

—¡Dobby! —exclamó mientras abrazaba al elfo doméstico y empezaba a besarle la cara.

—Señorita Black... —el pequeño elfo empezó a lloriquear.

—¡Oh no llores cariño! —dijo limpiándole las lágrimas mientras él lloraba cada vez más.

—Dobby la ha echado mucho de menos señorita —lloriqueó mientras se soñaba los mocos.

—Y yo a ti cielo —le acarició dulcemente la cabeza mientras se levantaba.

Oyeron unos pasos que se acercaban, sus tíos y su primo aparecieron al final de pasillo y le sonrieron. Sin pensarlo dos veces corrió hacia ellos para abrazarlos y los cuatro se fusionaron en un cálido abrazo.

A pesar de que hacía casi cinco años que no los veía aquel abrazo se sintió cómodo y familiar, como si no hubiese pasado un solo día desde la última vez que se habían visto. Se separaron al cabo de un par de minutos se miraron sonriendo, su tía estaba visiblemente emocionada, su tío y su primo también pero lo disimulaban, nunca lo reconocerían.

—Estás preciosa cielo —dijo Narcisa agarrándole las manos a su sobrina.

—He tenido mejores momentos —contestó la muchacha encogiéndose de hombros. —Parece que has crecido enano —dijo girándose hacia su primo y sonriendo burlonamente—, me alegro de que ya no te peines como un pequeño repelente, tenía miedo de que tanta gomina te afectase al cerebro.

—Solo eres un par de años mayor que yo —bufó él—, aunque para tu desgracia pareces mucho más vieja, hacía mucho que no veía tantas arrugas juntas. Ten cuidado no te vayas a tropezar con los tacones y te rompas una cadera.

Ambos se quedaron mirándose por unos instantes con expresión seria para luego empezar a reírse a carcajadas, se volvieron a abrazar con dulzura mientras no paraban de reír.

—Te he echado mucho de menos primito —se podía notar la emoción en su voz. —Ahora en serio, estás muy guapo, todo un hombre —le colocó el cuello de la camisa. —Por cierto ¿dónde tienes escondidos a Scorpius y a Astoria? Tengo muchísimas ganas de ver al pequeñín, tengo el frigorífico lleno de sus fotos pero... no es lo mismo —suspiró.

—Te has vuelto demasiado muggle —la miró con cierta desaprobación. —No han podido venir, Astoria no se encontraba bien y bueno, Scorpius ha querido quedarse en casa con ella —dijo conteniendo la tristeza que le empezaba a embargar.

Furia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora