Capítulo 14

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Después de haber dejado en claro que se iba Malia y Carlo dejaron a Dionisio solo con Ariadna quien aún temblaba de miedo y en su mirada podía ver la culpa de la decisión que había tomado; y aunque sí, puede que estuviera influenciada por el hecho que al irsd ella no estaría protegida no era como que se arrepintiera.

—Estarás bien, te lo prometo.

—Me preocupas más tú. Prométeme que tendrás cuidado—le pidió Ariandna— No quiero que te pase nada, por favor, ten mucho cuidado —le repitió y Dionisio hizo tripas corazón para no desquitar su frustración por escucharla decir eso.

La última persona que le había dicho esas palabras fue Acci y ya sabía el final, uno que no quería repetir; por lo que solo dejo estar el tema sin responderle, esperando que los ánimos se calmarán.

Ya entrada la noche, Dionisio dejo durmiendo a Ariadna en su cama mientras el bajaba al primer piso donde sabía que lo estaba esperando Carlo.

—Pensé que no vendrías —le comentó el hombre mientras el miraba alrededor— Malia no está.

—¿Cómo que no está? —le preguntó. 

Sabía que la ninfa, humana, le había dicho que no podía permanecer mucho tiempo en su pueblo, pero jamás pensó que se iría tan rápido y mucho menos sin despedirse.

—Hades vino hace unas horas —le respondió— Tu protector dijo que quería hablar con ella.

—Hades no te ha hecho nada.

—Ustedes los dioses piensan que no hacen nada, Dionisio, y eso no va a cambiar porque sean humanos —le recordó Carlo con un tono plano—, pero no es el momento para hablar de eso, tenemos otro asunto que resolver —y sí, lo sabía por ello había bajado dejando a Ariadna sola por unos minutos.

—¿Cómo lograste que te dejaran organizar su velorio?

—Fuiste acusado de intento de asesinato, de lo que por cierto ya estas libre —le dijo y Dionisio asintió sin decir nada más— Luego de eso hable con la abuela de Acetes y le dije que yo me haría cargo de los gastos del velorio, lo demás lo dejé en manos de Demeter que estuvo cuidándolo en el hospital y pidió organizar los detalles —agregó sorprendiendo a Dionisio, no sólo porque su amiga estuvo ayudándolo sino también por algo de lo que acaba de enterarse.

—¿Acci tenía una abuela?

—¿No pensaste que estaba solo, verdad? —le preguntó Carlos sarcásticamente antes de ponerse serio y rodar los ojos— Por supuesto que lo pensaste.

—Él nunca me dijo nada...

—No era cuestión de que te lo diga, era cuestión de interés, de que te preocuparas por él...

—¡Yo me preocupé por él! ¡Siempre quise lo mejor para Acci!

—Querer no es suficiente , Dionisio —le gruñó el hombre— Muchos han muerto en tu nombre y puede algunos estén cómodos con los sacrificios que hicieron por ustedes, pero yo no. No estoy a favor de que otros mueran para que ustedes puedan encontrar su camino a la rendición, de tener que cuidarte para que puedas cumplir con tu destino.

—¡Yo no te lo pedí! ¡No te pedí que me cuidarás y arriesgarás tu vida! —le gritó de vuelta ante sus palabras.

Dionisio sabía que ese momento llegaría y ese era precisamente el motivo por el que casi nunca coincidían en espacios cerrados. Siempre, siempre, terminaban peleando. Nunca podían ponerse de acuerdo. Siempre había trapos sucios que sacar en la cara del otro, reclamos, vergüenzas, secretos que solo empeoraban la situación.

Dionisio [Olímpicos mortales #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora