Capítulo 11

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Dionisio volvió a sentir que la oscuridad empezaba a rodearlo por lo que espero con paciencia a que otra puerta pareciera frente a él listo para revivir su siguiente recuerdo; sin embargo, cuando se encontró de nuevo en el vacío la puerta que estaba delante suyo era dorada.

«¿El final?» Se preguntó antes de tomar el mango y abrirla sin esperar mucho.

Una luz intensa le dio de lleno, por lo que, se cubrió sus ojos para evitar quedar ciego, y cuando los abrió se dio cuenta que estaba de vuelta en su bar, y no en un recuerdo o una ilusión.

La vela aún se mantenía encendida frente a él junto a una chica que le tomaba de la manos mirándolo con cariño y un poco de recelo, además de la obvia presencia de Hades detrás suyo.

—Dionisio.

—Ariadna.

El solo decir el nombre de la mujer que lo salvó por segunda vez de la locura, su esposa divina, su amiga, su hogar, era increíble.

—Me alegra verte de nuevo —le dijo Ariadna con lágrimas sin derramar en sus ojos y sin atreverse a soltarle sus manos, por el contrario las apretaba más, como si tuviera miedo que fuera a desaparecer.

Dionisio soltó sus manos asustando a la chica que lo miró como si hubiera hecho algo malo, hasta que lo vio ponerse de pie acercándose a ella y tomándola entre sus brazos. Rodeándola con fuerza y demostrándole el cariño que siempre había sentido por ella, un sentimiento que nunca se extinguió, aún con su memoria perdida Dionisio nunca estuvo en una relación con nadie, a pesar de los rumores que se extendían acerca de él nunca tuvo a nadie ni en su cama, ni en su corazón.

—Me alegra verte de nuevo —repitió las mismas palabras de la chica que escondió su rostro en su cuello mientras sollozaba— No llores, todo está bien, te prometo que todo estará bien —dijo seguro de cumplir cada palabra.

En su vida anterior, como dios le había fallado al no serle fiel, aunque desde que ella entró a su vida siempre fue el que menos amantes tuvo comparado a los demás Olímpicos, no era justificación, pero tenía que aferrarse a algo para no sentirse completamente miserable por tenerla de vuelta.

—No te volveré a fallar.

—Tú nunca me fallaste —le dijo la chica entre hipidos en su pecho antes de alzar su rostro y mirarlo con cariño— Tú nunca me fallaste —volvió a decirle acariciando su rostro y él podía sentir la sinceridad en cada palabra.

Dionisio tenía las lágrimas aguantadas en sus ojos. Nunca antes había visto en otra persona darle la mirada que le daba Ariadna en ese momento.

Poco a poco fue bajando su rostro para acercarse al de la chica con sus intenciones claras y escritas por toda su cara. Cuando ella no se movió Dionisio dejo primero un beso en su frente, luego en su mejilla antes de finalmente besarla en los labios. Un beso suave, uno de reconocimiento, uno que transmitía la paz de haberse reencontrado hasta que fue cortado de golpe.

—Sé que ustedes tienen mucho de que hablar... y de verdad los entiendo, pero tenemos asuntos más importantes que atender —dijo Hades detrás de Dionisio que soltó un suspiro frustrado haciendo reír a Ariadna.

—Él tiene razón.

—Eso no quiere decir que me guste —le respondió Dionisio a la chica antes de robarle un pico y girarse hacia Hades— Gracias.

—Aunque no estoy seguro de porqué de todo me las das, de nada.

—Gracias por protegerme aún en esta vida —le aclaró— Estoy seguro de que fuiste tú quien le dijo a Hera que me mantuviera en su grupo selecto cuando decidió dividirnos hace años.

Dionisio [Olímpicos mortales #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora