Epílogo

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Dolor, amargura y preocupación eran las únicas tres emociones que su cerebro registraba en es momento una tras otra como en un bucle.

Cuando sentía que su corazón era apretado al punto de casi estallar, predominaba lo primero, el dolor. Cuando por fin podía respirar seguía la amargura tan oscura como el lugar en el que se encontraban y para finalizar la preocupación cuando escuchaba el gemido de dolor de la pelirroja que sufría el mismo trato que él, sino era peor al tener la boca amordazada.

—Déjala —le ordenó a la mujer frente a él poniéndose de rodillas para hacerle frente.

Tener las manos atadas complicaba la situación, pero no la hacía imposible, él era un cazador. Uno muy bueno, él único que llegó a cazar con una diosa y una soga, por muy encantada que esté no lo iba a detener.

—Otra Olímpico a la que proteges —le señaló la mujer tirando a Afrodita a través de habitación con un solo movimiento de su mano desde donde estaba— Otra más por la que me traicionas —le reclamó con furia haciendo lo mismo con él.

Orion odiaba la magia por ese preciso motivo, no había nada con lo que te pudieras defender contra ella.

—... desde el inicio supe que sería difícil para ti separar los sentimientos con Artemisa, pero también creí que tus deseos de venganza serían más fuertes que eso que llamas amor.

Se quedó en silencio, no es que fuera a refutar algo que era verdad y que él mismo creyó.

—..., pero ahora enamorado de esta —le dijo señalando a Afrodita que apenas podía mantenerse recta y darle lucha con la mirada a la mujer con ellos.

La jefa de todos, a quien nunca pudo delatar a pesar de saber quien era, y que ella perfectamente conocía.

—Dime Orion ¿Por qué los eliges a ellos? ¿Acaso no fueron ellos los que te asesinaron?

—A mí me mató Artemisa por culpa de Apolo —le recordó a la mujer que entrecerró los ojos en su dirección.

—¿Y por qué ninguno de ellos está muerto? —le preguntó— ¿Por qué no has matado a ninguno de ellos?

No podía decir que porqué no había tenido una oportunidad, porque sí las tuvo.

—Eres débil.

—Y aún así me hiciste unirme a ti, me mantienes a tu lado.

—Dije que eras débil, no que no me eras útil —le recalcó y esas palabras tomaron toda su atención.

—¿Qué quieres decir?

Orion conocía a la perfección lo sádica que era esa mujer. No tenía ninguna duda de que seguramente ella fue quien convenció a Penteon de ir tras Dionisio y Acci.

—Veamos —dijo acercándose a Afrodita—, tengo curiosidad por saber que tan involucrado estas con los olímpicos...

No estaba involucrado, pero estaba cansado de seguir en ese círculo que habían creado y que por imbecil se había metido de nuevo.

—Ni tu mirada de odio, ni los pensamientos que tienes ahora cambiarán lo que está por suceder —continuó diciéndole a Afrodita que le sostenía la mirada sin amedrentarse.

Orion admiraba eso. La admiraba.

La pelirroja había pasado por tanto en tan poco y aún seguía de pie.

Fue secuestrada y torturada dos veces, fue traicionada en más de un sentido, le arrebataron la seguridad de su hogar, se tuvo que quedar sin amigos, asesinó, se unió al bando enemigo no sólo para sobrevivir sino para mantener vivos a los suyos, le rompieron el corazón, era vigilada constantemente, no tenía paz, no tenía nada al igual que él, pero seguía ahí, luchando y manteniéndose firme.

Dionisio [Olímpicos mortales #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora