Capítulo 21

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Dionisio sentía que la vida empezaba a mejorar poco a pocoz y no solo para él sino para todos a su alrededor, pero en especial le importaba que para él.

Una semana había pasado desde su pelea con Penteon y aunque a veces no podía dejar de mirar sobre su hombro, porque estaba seguro que ese no era su único enemigo, continuó con su vida tal y como sus amigos le habían aconsejado.

Regresó al instituto, ayudó a Ariadna a inscribirse y retomar sus estudios, empezó a reconstruir su bar, estudió, fue conociendo cada día más a Ariadna involucrandola en su vida, por lo que Demeter y ella se hicieron amigas, estuvo platicando más con Hades y poco a poco también se fue acercando a los demás Olímpicos, tanto los que fueron de su grupo como los que no. Claro, aunque eso solo aplicaba para los que querían hacer un cambio; por lo que en ese grupo no entraba ni Afrodita, Artemisa y Zeus.

Tercos.

Ya ni siquiera se iba a preocupar o molestar por hacerlos cambiar de opinión, como Hades le había dicho en una de sus tantas reuniones con su banda.

—Tarde o temprano deberán aceptar la verdad. Si es en buenos términos o no, es su problema —y sí, era su lío, pero era uno que al final los arrastraba a todos— Solo tenemos que estar alerta, porque el peligro no ha pasado —le recordó el pelinegro.

—Lo sé —lo tenía más que claro.

Y por ese preciso motivo era que obedecía al chico sin chistar, la mayoría de veces por supuesto. Además estaba el hecho de qué aún cuando había ganado su pelea con Penteón, Hades lo mantuvo entrenando en cada momento libre que tenía.

—De nuevo —había dicho el chico una tarde cuando Shelly lo tiró al suelo por tercera vez.

—¿Puedo preguntar por qué estoy pasando por esto otra vez? —lo cuestionó mientras se ponía de pie y decía cada palabra con fuerza y molestia.

—Estas pasando por esto porque Shada me contó lo que hiciste —le respondió Shelly en lugar de Hades que solo asintió a la chica quien a la velocidad de la luz, al menos para sus ojos, hizo un giro hacia el suelo extendiendo su pierna en su dirección y haciéndolo caer, de nuevo— Dudaste en matar a Penteon.

—Ya dije que lo siento.

—Lo hubiéramos sentido los demás si él te mataba —le señaló la Shelly molesta— No hiciste caso a mis enseñanzas.

—Lo siento —se disculpó por enésima vez— Solo... Solo no quería matar a nadie.

—Mataste a alguien antes...

—No estaba en mis cables —se justificó, pero eso llego a oídos sordos.

—Estabas en un combate a muerte ¿Qué esperabas? ¿Rosas? —le cuestionó su contrincante y él se encogió de hombros antes de esquivar otro golpe en el suelo.

—Quizá rosas no, pero... ¿Un milagro, tal vez? —le respondió.

—Solo tú puedes crear tus propios milagros, tu propio destino, tu propia vida —le dijo— Y para ello debes estar así, vivo no siete metros bajo tierra —y con esa bonita frase motivadora volvió a ponerlo de pie y darle otra paliza.

Dionisio aún podía sentir los golpes de cada entrenamiento a pesar de las hierbas que tomaba para aliviar su dolor -cortesía de Demeter-; sin embargo, en su mente seguía la duda de como era posible que un entrenamiento se cansara tanto y que en la verdadera lucha su cuerpo hubiera parecido casi invencible.

Dudaba seriamente que fuera por la cadena hechizada, o misó, como había descubierto que se llamaba, ya que, en ese momento la había tenido su contrincante, por lo que el se viera afectado por su poder era improbable, de hecho, era esa cadena la que se aprovechaba de él para darle poder al otro.

Dionisio [Olímpicos mortales #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora