10

69 13 10
                                    

Kim Namjoon introdujo el llavero en la cerradura y entró en el piso destinado a la clínica

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Kim Namjoon introdujo el llavero en la cerradura y entró en el piso destinado a la clínica. Eran las cuatro de la tarde. Tendría que trabajar solo, puesto que Ma Ri no había ido aquella mañana debido a la enfermedad de su madre y no regresaría al trabajo hasta el día siguiente.

Atravesó el pasillo y pasó al despacho. Oyó voces en la sala, lo cual indicaba que ya había clientes esperando. Colgó el abrigo y el sombrero en el perchero y acercó las manos a los radiadores de la calefacción. Hacía frío en la calle. Antes de dirigirse a la consulta, como un padre de familia común, llevó a su hija al colegio. Esbozó una triste sonrisa. Fue a sentarse tras la mesa y encendió un cigarrillo. Se quedó pensativo.

«Debí ocuparme desde un principio -pensó-. Debí frenar las locuras de Yewon. Demostrarle que el hombre en la casa era yo...». Siempre estaba a tiempo, mas no lo haría nunca, porque no tenía interés alguno en atraer a su esposa.

Aquella tarde se había ido a Busan. Bien. ¿Qué importaba?

De pronto detuvo sus pensamientos. Oyó pasos en la recepción y alzó la cabeza. En aquel instante se abrió la puerta de papel, que comunicaba con su oficina, y apareció la esbelta y frágil figura de Ma Ri envuelta en la bata blanca.

-Doctor -exclamó-, no sabía que hubiera llegado.

Namjoon la contempló como si de pronto la habitación se llenara de luz e inundara todo cuanto de oscuro había a su alrededor.

-¿Por qué ha venido? -preguntó bajito-. Su madre la necesita.

-También usted me necesita, doctor -dijo ella graciosamente-. Estuve limpiando. Le hacía mucha falta.

Namjoon se puso en pie y quedó frente a ella. De pronto sentía en su interior una gran paz, como si tras una lucha feroz, sin aviso esta cesara y atenuara toda su ansiedad. Como si las tormentas en su alma se calmaran. Sí, era el efecto que sin saberlo Ma Ri tenía sobre él. La gran capacidad de desbordar su pecho de tranquilidad y esperanza. Aquella joven, con su mirada pura como un río cristalino, su sonrisa de niña buena y su voz bajita, suave y agradable, actuaba en él como un sedante.

Y pensó, contemplándola en silencio, que jamás sentiría por Ma Ri una pasión arrebatadora, sino una ternura indescriptible que llenaría todos los huecos vacíos de su vida. Mas sería inútil sentir dicha ternura, porque, como tantas veces pensó, su integridad moral le prohibía amar a otra mujer que no fuera la suya.

-Gracias, Ma Ri -dijo de pronto, ahogando sus pensamientos-. La necesitaba mucho, es cierto, pero su madre...

-Ya se levantó, señor. La dejé sentada en un sillón junto al balcón con libros y revistas a su alcance. Además, desapareció la fiebre. Fue ella quien me obligó a venir.

Sonrió por la forma amena en que le describía la escena. No insistió, puesto que a él ya le había dado la impresión de que la señora Joo tenía sus leyes.

Aquello que darnos a cambio 𖤓 Kim NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora