[1963; Doctores AU] «Raro: ver a un alto y bien parecido psiquiatra famoso cuestionando su existencia en plena acera nocturna.
Kim Namjoon, estaba principalmente cansado.
Su niña de siete años era su razón de existir. Pero su esposa parecía empeñad...
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Las voces de Namhye y su madre se oían en el gran salón, al igual que la risa de Sunni. Namjoon y Yoongi, el esposo de Namhye, tomaban unas copas y fumaban cigarrillos, sentados frente a la cristalería que daba al jardín trasero.
-No debiste permitírselo -dijo de pronto Yoongi, como si siguiera una conversación interrumpida-. Los hombres tenemos que ser firmes alguna vez. Perdona, Namjoon, pero tu esposa es muy caprichosa.
El mencionado tomó otra vez la bebida.
-Supongo...
-Tu indiferencia es escalofriante -hizo una mueca de desilusión-. Me pregunto si Yewon la conoce.
-Por supuesto -admitió Namjoon con un encogimiento de hombros.
-¿Y no se queja?
No respondió. Fumó con calma y de pronto dijo sin expresión:
-Oye, Yoongi, yo me pregunto, qué puede hacer un hombre casado, que, como yo, se pasa casi todo el día trabajando, entonces llega a casa anhelando paz y familia y cariño, y no encuentra nada como eso.
Yoongi no respondió enseguida. A pesar de su seria forma de ser, se sentía afectado por la tristeza de su cuñado. Ellos eran buenos amigos desde hace años, lo suficiente como para que el pelinegro se preocupara. Hacía tiempo que Namjoon parecía estar a millas de distancia de la palabra alegría.
-Alguien diría que estás vacío.
-Porque me vaciaron -dijo con voz ronca.
-Eso es lo lamentable -suspiró-. ¿No temes enamorarte de otra mujer?
-Sería terrible -describió mientras veía distraído el contenido de su copa.
-Pero lógico -el más bajo lo estudiaba a él.
Frunció el ceño.
-Por mi moralidad, no lo sería.
-Nam, que eso no tiene nada que ver -al fin lo miró a los ojos-. Es algo que surge sin pensar, por soledad a veces, con ansia muchas otras, por despecho las más.
-No me dejo dominar por todo lo que parezca entusiasmante.
Yoongi alzó una ceja.
-No te pensarás que eres invulnerable a sus encantos.
-¿Qué encantos?
-Los de toda mujer.
Eso lo hizo poner una expresión vacilante, pero apenas. En pocos segundos volvió a su inexpresividad.
-Uno llega a cansarse. Estoy cansado.
-De trabajar, pero no de amar. Nadie se cansa de amar y ser correspondido. Tu mujer debiera ser más prudente.
-Tal vez me conoce -su boca se sintió mucho más amarga que el alcohol al decir eso.
-O no te conoces ni tú mismo -Yoongi siempre fue directo-. Si despiertas algún día...
