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Ma Ri acompañó hasta la salida alúltimo cliente

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Ma Ri acompañó hasta la salida al
último cliente. Luego de esa puerta principal había un pasillo que terminaba en los elevadores. Eran las ocho de la noche. Rodeó su puesto de trabajo, el mostrador de mármol, para recoger sus cosas. Luego regresó a la oficina médica por la puerta shoji que había detrás de su asiento. Encontró al doctor hundido en un sillón, con un cigarrillo en la boca, perdido en sus pensamientos, con la mirada caída y las manos apoyadas en los brazos del mueble, agotado.

-Señor Kim -dijo con suavidad -, trabajó usted demasiado.

El médico esbozó una sonrisa.

-Necesita unas vacaciones, doctor.

-Se preocupa demasiado por mí, señorita Joo -susurró cansadamente, dejando de fumar y se puso en pie-. Sabe -expresó -, me siento muy satisfecho cuando después de cerrar mi consulta, pienso en que los atendí a todos. Pero no tan satisfecho cuando alguno de ellos...no vivirá mucho tiempo. -Hizo un gesto de impotencia-. Es desgastante ver cómo el ser humano se agota y se muere. Los médicos vivimos en demasiado contacto con la muerte; pero si no fuera así no seríamos médicos.

Se acercó al gran ventanal y corrió un poco la cortina de tonos cálidos, encargada de hacer el sitio acogedor. Vió hacia abajo, las borrosas luces de la ciudad, la nieve, un auto pasando sin prisa. Como siguiendo el curso de un repentino pensamiento, susurró:

-En invierno parecen demasiado tristes las calles.

-¿Le hago café, señor? -la máquina estaba al otro extremo de la habitación, junto al pequeño frigorífico y la puerta corrediza.

-No, Ma Ri, no. Eres muy amable -la miró y sonrió con ternura-. Eres demasiado joven para soportar esto. ¿No sales nunca?

-Los domingos, señor.

-Es muy poco. Los jóvenes necesitan distraerse. Cuando yo tenía tu edad -se echó a reír tristemente- todo me parecía poco para disfrutar.

-Me parece, señor, que usted nunca fue demasiado joven.

La miró otra vez. Ella se acercó con cuidado, y como tenía por costumbre, comenzó a desabrocharle la bata blanca.

-Supongo que si. Nunca fui demasiado inmaduro. Recuerdo que cuando tenía dieciocho, mi padre me dijo: «No recuerdo que hayas cumplido los catorce años». Eso me llenó de orgullo, porque mi padre siempre me consideró responsable. Yo tenía el deber de ser hombre lo antes posible. Creo que gracias a eso pude dedicar mi vida a la Medicina.

-Dedicar su vida a la Medicina... - repitió ella en un susurro, como valorando el peso de la frase.

-¿Tú no lo consideras un placer?

Lo pensó mientras él se deslizaba la bata por la camisa azul. A Ma Ri le agradaba mucho el sentimiento de ayudar a otros, pero dedicarse a la enfermería no había sido su sueño exactamente. Tomó prestamente la prenda de las manos del médico antes de que este pudiera voltearse y la llevó hasta la cesta de lavandería:

Aquello que darnos a cambio 𖤓 Kim NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora