Capítulo siete

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Los seis lobos se encontraban en la sala mirándose fijamente. Los olores de los alfas cada vez se volvían más agrios y fuertes, mareando a los omegas y haciéndoles sentir más incómodos. 

-Channie, tus feromonas... -susurró Félix cerca de su oído. 

Los alfas al darse cuenta de lo que estaba pasando, se removieron en su lugar y el doctor empezó a explicarle la situación.

-Hace días, la omega del Alfa había salido junto con otras más. Por desgracia, como pudiste observar tu madre no regresó y el lazo que tenían está roto llevando al Alfa a su muerte segura. Lo siento mucho Chan, pero no pude hacer mucho para salvarlo. -se disculpó el doctor agachando su cabeza. 

-Sólo los asqueroso humanos tienen la culpa de esto. ¿Han tratado de seguir el rastro? 

-Enviamos dos grupos, hasta ahora sólo sabemos el lugar de muerte, pero no sabemos más al respecto. La zona a los alrededores ha sido toda registrada, creemos que podrían estar en la montaña norte, cruzando el pequeño pueblo -empezó a explicar el señor Lee. -Esperaba tu presencia para obtener tu permiso, sabes que sobrepasa nuestro límite y una vez el Alfa se encuentre en su lecho de muerte pasas a ser el nuevo Alfa, es la tradición. 

-Yo... Señor Lee -el susurró de Jisung apenas fue escuchado por Minho, el más cercano a él.

-¿Pasa algo, Sung? 

-No puedo reconocer a... estoy confundido. 

-La prioridad ahora es encontrar a los responsables, tus dudas se pueden resolver después -respondió Chan mientras se levantaba. -Señor Lee, lo espero en el estudio de mi padre, empezaremos a trazar la ruta para que el grupo salga lo más pronto posible, de ser necesario yo mismo iré. 

-Chan, no puedes -Félix se opuso rápidamente. 

-Lix, te llevaré a una habitación para que descanses. Doctor, muchas gracias por venir, si necesito su ayuda no dudaré en llamarlo. Buenas noches. 

Con un asentimiento, tomó las maletas y subió las escaleras. Félix que apenas pudo reaccionar, se disculpó y lo siguió. 

-Parece que la noticia le afecto más de lo que pensé -dijo el señor Lee mirando el camino por donde habían ido los dos. 

-Te llevaré a tu habitación, vamos -Minho tomó con delicadeza el brazo de Jisung y lo arrastró arriba. 

-¿Cree que puedan entenderse, Lee? Sabe lo introvertido que es Jisung, y la actitud que tiene Chan. 

-Espero que puedan convivir como los hermanos que son, era el deseo de la Señora Bang.

Una vez se aseguraron de que todo estuviera en orden, se despidieron y cada uno tomó su camino. Supuso que su hijo se quedaría hasta que el pequeño omega durmiera, así que se encaminó al estudio donde lo esperaba Chan con un mapa en el centro de la mesa. 

-Hijo, ¿por qué no descansas un poco? el viaje tuvo que ser largo.

-Tendré tiempo para eso después, estaba pensando que podríamos avanzar por aquí -con un marcador en su mano derecha empezó a trazar líneas mientras explicaba.

Así pasaron dos horas hasta que estuvieron satisfechos y se pusieron de acuerdo sobre quién iría en el viaje. 

Una vez cerró la puerta detrás de él, el cuerpo del Omega se pegó al suyo y lo envolvió con sus brazos

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Una vez cerró la puerta detrás de él, el cuerpo del Omega se pegó al suyo y lo envolvió con sus brazos.

–Tengo miedo, Minhonnie.

Su cuerpo empezó a temblar y los sollozos se escucharon cada vez más fuertes, a su vez el olor de tristeza lleno la habitación. Minho decidió tomarlo de la cintura y lo cargó hasta dejarlo suavemente en su cama.

–No pasará nada Sung, mañana hablaremos con mi padre. Chan no es una mala persona, estoy seguro de que se llevarán bien –le dijo mientras tomaba las mantas y las ponía sobre el pequeño omega.

–Quédate, por favor –sus ojos brillaban en la oscuridad por las lágrimas y un puchero se abría paso en sus labios. –Quédate conmigo.

El Alfa asintió, abriéndose pasó entre las sábanas y el Omega, el cual no dudo en buscar refugio en sus brazos una vez estuvo acostado a su lado. Empezó a soltar su olor para tratar de calmarlo al igual que acariciaba su cabello.

–Duerme, no me iré a ningún lado. –susurró cerca de su oído.

Con el corazón acelerado y las mejillas rojas, Jisung se acurrucó más antes de que sus ojos se cerraran disfrutando las caricias que le deba el mayor. Éste, dejándose llevar por la dulce mezcla de sus olores cerró los ojos haciendo la promesa de protegerlo y se durmió con una sonrisa. Nadie iba a dañar a su lindo omega mientras el estuviera vivo.

 Nadie iba a dañar a su lindo omega mientras el estuviera vivo

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