12. Pecadores

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ALESSANDRO

Separé el cigarro de mis labios y solté el humo con la cara alzada, sacudí mi pantalón, metí la mano libre en mi bolsillo y acomodé la erección, no funcionó en absoluto. Le di otra calada al cigarro y observaba desde el auto la puerta del bar.

Tiene que aparecer. Me niego a pajearme como un púber.

Es como si estuviera teniendo un dejá vu de la noche en que la conocí en aquel antro, sus ojos azules me impactaron, tiene una belleza que nunca podría pasar desapercibida, tuve que descargarme las ganas con otra porque Bárbara era prohibida, y lo sigue siendo, sin embargo, en aquel entonces era un ignorante, mi lealtad es solo para aquellos que son leales.

Pasan apenas unos minutos cuando Bárbara sale del bar con el grupo de compañeros de trabajo, la recepcionista la tiene abrazada por los hombros mientras la rubia se queja, avanzan al estacionamiento y ambas se quedan rezagadas, pasan dos autos después del mío y llamo a su teléfono, veo como se detiene en seco, aprovecho y bajo del jeep, observo que abre su bolso y saca el móvil, me acerco a ella con pasos silenciosos. Le dice algo a su amiga que no escucho, lleva el teléfono a su oreja mientras la mujer se aleja de Bárbara.

—¿Sí? —su voz me suena algo diferente, imagino que a causa del alcohol. No respondo, solo avanzo más a ella, volteo a la entrada asegurándome que ese par no venga. —¿Bueno? —exclama en un tono molesto, de mi parte, ya tengo el móvil en el bolsillo, por lo tanto Bárbara bufa. Paso mi mano por su cintura, alzándola y la arrastro hasta mi auto.

Me pega en el antebrazo, sin embargo lo hace con debilidad y no se remueve para que la suelte.

—¿Qué haces aquí? —Pregunta cuando la pego a la puerta del copiloto y en respuesta capturo su boca, sigue mi beso y la punta de su lengua acaricia la mía.

—Vine con... —Me interrumpe y rueda los ojos.

—Ya. —Abro la puerta y hago que entre.

—¿Por qué te perdiste la escenita de ese par? —La veo textear algo en el teléfono una vez que tomo mi lugar en el asiento del conductor.

—Porque son un par de idiotas inmaduros. Además, Sergio no está interesado en ti, si no en Jessica. —Abre la boca con sorpresa y diversión en el rostro. Giro la llave y el jeep se enciende—. Te pudieron haber secuestrado y tú, gustosa. —Reclamo mientras meto reversa.

—Sabía que eres tú —encoge sus hombros y volteo a verla antes de girar el volante y salir del estacionamiento del bar—. Tu perfume. —Confiesa con las mejillas teñidas de carmesí y sonrío internamente.

—¿Y tú? ¿Por qué me esperaste? —Mi dedo pulgar lo paso por la curva de su cuello hasta llegar a la tira de su top la cual bajo en un movimiento rápido, dejo un beso en su hombro.

—Tu bailecito me puso duro. —Confieso.

—Lástima que me arruinaron el espectáculo. —Bufó.

—Puedes darme uno privado si te quedaste con tantas ganas de bailar.. —La observo cuando digo esas palabras y vuelvo la vista a la carretera.

—¿Qué me das a cambio? —Pregunta.

—¿Qué fantasía tienes? —Me remuevo en el asiento porque el rumbo que toma la conversación solo me pone más erecto.

—¿Ese coche tuyo tiene piloto automático? —cuestiona sonando muy casual— El de la fiesta.

—No —respondo—. ¿Quieres un auto? —Junto las cejas.

—No, quiero que lo hagamos mientras el auto avanza solo. —Por el rabillo del ojo veo su sonrisa divertida, segura que le diré que no.

Deseo Inmoral [Disponible En Librerías] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora