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5:19 a.m. Nos encontrábamos en mi camino de nuestra nueva vida. Habíamos recorrido bastante durante estas casi dos horas, pero no era suficiente como para estar tranquilas del todo. 

—¿Jennie? —estaba quedándome dormida en el asiento, me removí cuando Lisa me habló. —Jennie, pararemos para comprar algo. ¿Tienes hambre? 

—No aún, pero supongo que podemos comerlo después. —me incorporé sentándome correctamente.

—Eso es. —se giró a verme y me sonrió tan tiernamente, que sentí que me regresaba la vida. Lisa me hacía realmente feliz. 

Salió del camino entrando hacia una gasolinera y aparcó junto a la bomba para rellenarla de gasolina. 

—Jennie, asegúrate de que nadie te vea. —asentí segura y me coloqué mis gafas de sol y una mascarilla. 

Entré al pequeño negocio de comestibles para comprar algo que podamos comer mientras conducíamos. Tomé un par de cafés, agua embotellada, goma de mascar, galletas, yogurt y algunas bolsas de chips. 

—Disculpe. —me dirigí a la anciana que atendía el negocio. —¿Sabe sí hay algún lugar aquí cerca donde podamos desayunar mi amiga y yo? 

Puse el montón de comida chatarra que había elegido sobre el mostrador para que me cobrara. 

—Así es linda, a unos cuantos metros hay un restaurante en el que pueden comer algo... nutritivo. — la señora se encogió de hombros tomando su teléfono y yo reí. Pagué mi compra y fui hacia Lisa con una bolsa grande llena de mi comida chatarra. 

—¿Acaso quieres alimentar a toda Asia? —Lisa miró curiosa dentro de la bolsa y río. —Dijiste que no tenías hambre.

—¿Y qué? Ahora la tengo. Vamos, más adelante hay un lugar donde podemos comer bien. 

—¿¡Más!? — soltó Lisa burlonamente y no reprimí el golpe que le di en su brazo. 

Al conducir hasta el restaurante pudimos notar que se trataba de una cafetería, lo cual era genial ya que en las cafeterías sirven waffles y Lisa ama los waffles. 

Tomamos asiento en una mesa y levantaron nuestro pedido. Bingo, Lisa pidió waffles. 

—¿Estás bien? — Lisa tomó mis manos sobre la mesa. Aquí nadie nos conocía, podían señalarnos lo que quisieran, jamás los volveríamos ver. 

—Si estoy contigo, todo esta bien. —acaricié sus manos de la misma manera. Realmente la amaba, estaba segura. No puedo tocarla sin sentir mil aleteos de mariposas en mi estomago. 

Lisa me sonrió amplio y satisfecha, pero cuando clavó su mirada por la gran ventana de la cafetería su sonrisa se fue desvaneciendo. 

Me giré para poder ver lo que ella veía. Dos autos negros estaban aparcando al frente. Mierda ¿Se trataba del padre de Lisa?

—Jennie, tenemos que irnos. Ahora. —Se levantó de la mesa y tomó mi mano dirigiéndonos por la salida de atrás. Nuestra suerte en este momento era mucha, ya que habíamos aparcado justo por la parte de atrás, sí nos apresurábamos no nos verían. 

Entramos al auto y nos pusimos a toda marcha sobre la carretera. 

—Sé que tu madre avisó a los míos de que estábamos huyendo. ¿Pero como diablos saben donde estamos? Nadie nos ha visto. —golpeó el volante y cada cierto tiempo miraba por el espejo retrovisor cerciorándose de que no nos estuvieran siguiendo. 

—La anciana de la gasolinera. —susurré. 

—¿Qué? — preguntó Lisa ante mi pequeña confesión. 

—La anciana que me vendió los comestibles en la gasolinera. Al principio lo dude pero me sacó de onda que sacara su teléfono al momento de cobrarme. 

—¡Jennie, por Dios! ¿Por qué no me dijiste eso antes? ¿Estás loca? — comenzó a gritarme. 

—No lo sabía ¿de acuerdo? No sabía que tu padre nos estaba siguiendo, tampoco has querido compartir mucha información desde que salimos. 

—¿De qué chingados estás hablando? — odiaba que Lisa maldijera. 

—Estás ocultándome algo ¿crees que soy estúpida? 

—No estoy ocultándote nada y tampoco creo tal cosa. Basta Jennie. 

—Claro que si, lo haces. Siempre has hecho esto Lalisa. Dime que pasó en tu casa antes de que llegaras por mi, 22 minutos no es un retraso, es una ofensa. 

—Sabes que a todos lados llego tarde...

—No creo que esta vez sea así, no te creo Lisa. — alcé mis voz una vez más, como sí eso obligara a Lisa a confesar lo que sabe. 

—¡Basta Jennie! Ahora mismo no puedo con tu mierda de desconfianza.

Estamos furiosas, ambas. La tensión se respiraba dentro del auto, el único alivio que había entre las dos era que los autos negros que vimos en la cafetería no se veían por ningún lado. 




Stars. - Jenlisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora