Cordero [Shuumatsu no valkyrie]

¿Dioses o Humanidad? y duda constante.

—Me hace muy feliz, el que hallas decidido salir. Hija mía.— El Líder del Olimpo abrazo a su hija menor.

—...— La menor no respondió, solo lo miro fijamente antes de dar un asentimiento con la cabeza.

—...No eres de muchas palabras ¿Eh?—

—...— Su silencio fue más que suficiente para confirmarlo.

—¡Bien! Es mejor que veas el Ragnarok junto a tu familia.— Guío a Najwa hacia el lado derecho del gran sillón.

—Padre. El listado ya fue publicado.—Hermes le entregó el dispositivo a su progenitor. De paso intento acariciar la cabeza de la híbrida, solo para ser esquivado rapidamente por esta, esto se repitió con cada uno de sus intentos.
—¿Eh?...¿Hice algo que te molestara?— Susurró fue solamente escuchado por la más baja.

—...— La fémina solo desvío la mirada y memorizo la lista de ambos lados. Después se levanto de su lugar y con una inclinación de cabeza se despidió, saliendo de la habitación.

—....¿Debería...?—

—Demosle su espacio. Hermes, Ares.—
Ambos prestaron atención al llamado.
—No la presionen mucho. Debemos asegurarnos de que este cómoda.—

—Entendido/¡Si!—

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—¡Hermana! ¿¡Por qué hiciste eso!? ¡Los Dioses nos matar— Göll fue interrumpida por un cuerpo desconocido.
—¿Eh?...¿Quien...?— Brunhild observo detenidamente a la mujer con la que choco su hermana menor.

—...—Se incomodaron debido al silencio de la morena.

—Disculpe. ¿Quien...?—

—Valkirya...—Su voz era suave y casi un susurro.

—¿Si...?—

—...¿Por qué decidiste desafiar a los Dioses?— Eso tomó desprevenidas a ambas semidiosas.

—Ah...eso.—

—Quiero la verdad.—Su tono cambió a uno de advertencia, causando un escalofrío en las mujeres.

—...Deseo que los Dioses se han humillados por su propio ego y orgullo.— Brunhild declaró.

—...Ya veo.— Observo un poco más a las féminas. Antes de seguir con su camino.
—Seré neutral. No apoyo a los Dioses, pero tampoco estaré del lado de la humanidad.—

—...Entiendo...—Göll y Brunhild no sabían que más decir. Tenían curiosidad de quien era esa mujer.

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—¡Oh! A pasado un tiempo, sobrina.—El Rey del Inframundo, sorprendido y feliz, le dio la bienvenida a la menor.

—...Si.—

—¿Como has estado?— No le incomodaba mucho el silencio de Najwa. Después de todo Poseidon era igual.

—...Bien.—

—Ya veo...— Dejo el asiento de su escritorio y se sentó al lado de la Diosa menor.
—...Najwa.— Con una mano Acaricio las orejas de la cordero.

—...¿Hm?— El mayor palmeo su regazo y la morena Obedeció.

—Haz crecido bastante.— Las caricias fueron bajando hasta el abdomen de su sobrina.
—¿Subiste de peso?— Con delicadeza toco aquel esponjoso rollito.