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Tus gritos resonaron en toda la habitación del Sr. Lee mientras sus dedos se curvaban tan bien dentro de ti que ahora las lágrimas brotaban de tus ojos.
"¡Papi!" lloraste, tus lágrimas ahora caían de tus mejillas mientras echabas tu cabeza hacia atrás sobre su hombro. Acostada contra su pecho mientras él se recostaba contra la cabecera, tu mano estaba enredada en su cabello. Tu respiración se aceleró, el placer que te estaba dando podría haberte hecho desmayarte.
"¡P-papi, es demasiado!" jadeaste, tu otra mano agarrando la muñeca del Sr. Lee en vano, esto era básicamente su pasatiempo.
"No, no, no, bebé", susurró, con una mezcla de regaño en su voz. "Solo una... una vez más-" su frase se desvaneció en nada más que elogios mientras apretabas con fuerza sus dedos. El Sr. Lee te vio chorrear por toda la cama con asombro. Bonitos gemidos salieron de tus labios, rogándole al Sr. Lee que siguiera tocándote.
"Pensé que era demasiado, ¿eh?" preguntó burlonamente. "¿Ahora la bebé quiere más de su papi?" él chasqueó la lengua "No seas una maldita mocosa".
"P-por favor, papi" suplicaste, honestamente, continuarías si él no lo hiciera. Golpeando la parte interna de tu muslo, sus dígitos se hundieron dentro de ti, curvándose justo como lo necesitabas. Poniendo los ojos en blanco, movió sus dedos más rápido de lo que tú podrías. De repente, volvió a golpearte el muslo.
"Deja de retorcerte", me regañó, sus dedos se ralentizaron para curvarse golpeando tu punto G.
Tus cejas estaban surcadas por el sudor que cubría tu frente haciendo que tu cabello se pegara a la piel, "Papá v-vamos... ¡dame, d-dame más! ¡Quiero más!"
Con una sonrisa diabólica en su rostro, besó tu mejilla manchada de lágrimas. "Maldita mocosa" murmuró, dejándote deshacerte frente a sus ojos una vez más. El Sr. Lee disfrutó la sensación de tus paredes revoloteando alrededor de sus dedos. "¿Mi bebé todavía necesita más?" cuestionó, sacando sus dedos de tu coño empapado. Juró que debió haber hecho algo bueno en su vida pasada cuando asentiste, poniéndote a cuatro patas en su cama, tu trasero en el aire para que él lo viera y lo usara.
El calor inmediatamente subió a tu rostro al pensar en lo patética que te veías en ese momento. Sin embargo, el Sr. Lee pensó que te veías absolutamente perfecta para él. ¿Quién eres tú para cuestionar sus gustos? Tiraste toda tu vergüenza por la ventana mientras mirabas sus ojos recorrer arriba y abajo de tu hermoso cuerpo.
"P-Por favor papi... dame más~" te quejaste.
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