Capítulo 10: Capodanno, parte 1

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Azán me acompañó hasta la entrada del hotel, le agradecí una vez más por lo que hizo y él me pidió que tuviera mucho más cuidado, pues no siempre estaría ahí para salvarme, después de eso, se fue. La verdad es que sí estaba bien camuflado; sin su marcas, con su calva brillante, y su traje ejecutivo color negro con corbata roja pasaba como un señor de negocios más de la ciudad. Me emocionaba saber que él estaba aquí y podía volverlo a ver, pero al mismo tiempo, estaba preocupado por lo que me dijo sobre la muerte de unos de sus miembros, bueno, de uno de sus familiares. ¿Exactamente a qué vendría Azán, vendría a cobrar venganza?

-Ay, qué bueno que ya llegaste, ya iba a salir por ti, te tardaste ¿no?
-La verdad ni sentí el tiempo.
-Mírate estás bien rojo, pero si no hay tanto sol... ¿Qué te pasó, estás bien?
-Nada, estoy bien.
-¿Seguro?
-Sí.

Después de haberle ocultado a mi mamá que estuve a punto de ser víctima de una agresión y que fui salvado por el hombre que conocí hace unos meses cuando decidí salir de mi casa en medio de la noche, lo cual también oculté, fuimos a dar un pequeño paseo a pie por la ciudad, y mamá compró entradas para el Museo Galileo ubicado en Piazza dei Giudici, junto al río Arno, que por cierto, en este río se haría gran parte de la celebración.
Un museo bastante interesante la verdad, que en se momento no supe apreciar del todo bien, pues debo confesar que por momentos me aburría y ya no quería leer y sólo salirme, pero que mi mamá me insistía que mostrase interés en aquellas cosas que ofrecía el museo.
Nueve habitaciones de la planta baja estabann dedicadas a las colecciones de Medici, que data del siglo XV hasta el siglo XVIII. La exposición permanente incluía todos los artefactos únicos de Galileo, y una extraordinaria colección de gigantes. Las nueve habitaciones en el segundo piso de la casa de instrumentos y aparatos experimentales recogidos por la dinastía de Lorena, del siglo XVIII, que dan testimonio de la notable contribución de la e Italia al progreso de la electricidad, electromagnetismo y la química. Por último, las nueve habitación del segundo piso incluían grandes eventos catastróficos causados por enfermedades que abrazaron al mundo entero, la última no tenía ni 20 años que había ocurrido.
Mamá me explicaba con sus palabras todas las habitaciones que pasábamos para que yo no lo sintiera tan tedioso y para que tratara de aprender algo de ahí, tal vez yo no estaba tan entusiasmado pero sin duda ella lo disfrutaba.


Después del museo fuimos a comer pizza y luego helado, ahí sí me emocioné mucho y lo disfruté, claro que por un momento empecé a pensar en Gian y en cómo la estaría pasando, cuando dejé en medio de una pelea de bestias, pero no pensé en eso por mucho tiempo, no quise angustiarme, de todas formas, yo no podía hacer nada, al menos en la noche lo vería.


Y cayó la noche, y los puestos ya estaban establecidos, decenas y decenas de carritos que vendían cada uno distintas cosas; dulces y toda clase de golosinas, fruta, papas fritas, pizza, palomitas, brochetas de carne, crepas, fuentes de soda, cervezas y un sin fin de cosas más.
Estos puestos eran acompañados por la gente que caminaba lentamente y se iba deleitando con cada uno de los puestos, con sus colores y sabores, también había uno que otro puesto con pequeños puestos como de una feria, de esos que son baratos para ganar un premio caro y por ende, nunca ganas. El camino se había trazado sobre la avenida de Lungarno Díaz, era imposible recorrerla toda a pie, pues acompañaba toda la extensión del río Arno, te tomaría horas, es por eso que solo ocuparon unos 4 kilómetros, para que así pudieras caminar todo el evento de ida y vuelta en unas dos horas.


Y entonces empezaron a aparecer en el río diferentes canoas y veleros con varios y distintos diseños y decoraciones en alusión a diferentes culturas y países; estaba previsto que último representara a Italia, que era el más grande, con más adornos y mejor pirotecnia que los demás.


Rápidamente nos encontramos con las padres de Gian que estaban vendiendo palomitas, ambos por su puesto, con su cara de pocos amigos, e intentando no esucharse tan groseros y amargados cuando de repente caminaba un padre cerca de ellos. También, por suerte, se miraba un poco más estable el padre de Gian, aún con los ojos algo vidriosos pero al menos se entendía lo que decía, mi mamá les compró unas palomitas y dijo que luego los vería, después se encontró con una amiga que tenía meses que no veía, se quedaron platicando, entonces yo le pedí permiso para adelantarme y buscar a Gian, a lo cuál accedió pero pidiéndome que no me fuera a otro lado que no fuera esa avenida.


Entonces me fui y después de caminar y caminar por fin encontré a Gian, estaba tan feliz, a pesar de estar el solito, no tenía problemas para atender a toda la gente que se le juntaba en su puesto, preparaba y preparaba hot dogs como si no fuera un mañana.

-¡Hola Gian!
-¡David, que bueno que eres tú, ven, métete!
-¿Estás tu solo?
-Así es, yo piqué todo, rellené los aderezos y estoy friendo las salchichas. ¿Qué tal eh?
-Oye eres muy bueno, nyo no podría.
-Pues tengo práctica.
-¿Ya habías hecho esto antes?
-Claro, en mi casa me hago de comer hot dogs como 3 veces a la semana, que es cuando mi mamá está cansada.
-Pero tu mamá no trabaja ¿o sí?
-Pues se cansa de mí.
-Ah...
-Quita tu cara de tonto y ayúdame. (Dijo sonriendo y soltando una risa)

Yo le ayudaba como podía, mientras terminaba de preparar uno, él ya había entregado tres, era muy rápido, y muy gentil con los que llegaban, tenía buen trato con la gente y bromeaba con ellos, me daba gusto verlo feliz y disfrutando lo que hacía.Llegó el momento en el que por fin descansamos y aproveché para contarle sobre lo sucedido en el albergue.

-Está cansado ¿verdad?
-Pues yo estoy listo para más.
-Oye, no vas a creer lo que pasó hace rato en la mañana después de acompañarte al albergue.
-¿Qué pasó?
-Gian, un señor quiso lastimarme.
-¿Qué? ¿Cómo?
-Cuando baje las escaleras, ya en el patio a punto de salir, escuché la voz de un hombre que necesitaba ayuda, estaba gritando como desesperado.
-Ajá...
-Y pues me metí pero estaba todo oscuro y de la nada me encerraron.
-No...
-¡Sí!
-¿¡Y luego?!
-Pues tuve mucho miedo, el señor se paró el puerta, se quitó el cinturón y yo no supe qué hacer.
-Te iba a pegar ¿verdad?
-Sí, yo creo, pero en eso, no creerás quién llego rompiendo la puerta.
-¿Tu mamá?
-¡No! Y no vayas a decir nada de esto, pobre, ella no sabe nada.
-¿Entonces quién?
-¡Azán!
-¿Quién?
-¡Azán! El hombre de la secta debajo de la tierra.
-Oye, no me mientas.
-Es en serio.
-Estás jugando conmigo.
-¿Por qué te mentiría?
-Porque es imposible que esté justo aquí y hoy.
-¿Cómo sabía que estarías aquí?
-¡No lo sé, pero te juro que es verdad! Puedo probarlo.
-¿Ah sí? ¿Y cómo?
-No lo sé, pero estoy seguro que volverá, a lo mejor y lo vamos a ver, y entonces me creerás.
-¿Por qué lo dices?
-Porque aquí están los que mataron a uno de los suyos.
-¿Y quiénes son?
-Los de la iglesia, los mismos que te trajeron aquí con tus papás.
-¿Es en serio?
-Sí Gian, y vamos a ayudarlo.

Continurá... 

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