Capítulo 5: Como se quiere a un amigo

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Habían pasado ya tres semanas desde aquella noche.
Yo me la había pasado como si fuera un robot, como en modo automático, no prestaba gran atención a nada. Ni en casa, ni en la escuela, dejé de ir al Cavaliere Errante con Gian sin darle explicación. Pobre de él. Ahora solo navegaba por el internet buscando acerca de Hathor, era tan interesante que de ahí pasaba a otro lado y luego a otro, me la pasaba todo el tiempo en mi cuarto.
Pude descubrir que Hathor era una antigua divinidad egipcia, pero no era el único, habían muchos más; tenían su jerarquía, sus simbolismos y lo que cada uno representaba, también descubrí que había más dioses de otros países, era un mundo inmenso.
Pero siendo sincero, no era suficiente, quería más, pero no podía. Se me restringía mucho el acceso. Debía capturar lo poco que podía, porque si me metía otro día a la misma página ya estaba inhabilitada, tenía una especie de control desde otra parte, alguien no quería que viera esas páginas. Una vez que me bloqueaba lo que estaba viendo aparecían mensajes y anuncios sobre el papa, cursos para ejercer el sacerdocio, cómo llegar a Jesús y cosas así.
Empezaba comprender a  Amán, querían implantar una idea en mí, en todos nosotros.
Para que mamá no empezara a dudar, no le decía que me la pasaba en mi cuarto buscando y leyendo acerca de este tema que me intrigaba mucho, le decía que me iba a jugar con Gian, a la plazuela, al viejo estadio, que iba a su casa, o íbamos a ver competencias de drones.
Todo se había acomodado para mi suerte, mamá empezaba a salir a otros lugares después del trabajo, en ese momento no sabía para qué, ella decía que necesitaba arreglar unas cosas para nuestro "derecho de propiedad", sin preguntarle ya sabía que tenía que ver en algo la iglesia.
En fin, como dije habían pasado tres semanas, estaba en la escuela cuando de repente llego la nefasta maestra Francesca Zeni gritando "¡¿Todos listos para su examen?!"

-Oye Gian, ¿teníamos examen?
-... (Me miraba molesto)
-Te hablo.
-Te lo he dicho desde la semana pasada David, varias veces.
-¿En serio?
-¿Qué te pasa?
-Últimamente ya no me haces caso, ni a mi ni a nada. Ya ni me hablas.
-Eso no es cierto.
-Claro que sí, y también últimamente te vas a tu casa después de la escuela. ¿Te doy asco o qué?
-Lo siento, Gian.


-Buenos días grupo.
-Buenos días, maestra Francesca Zeni.
-Bien, ahora, saquen sus tabletas, activen el comando de grabación, y conecten su tableta con mi micrófono. Como bien saben, es examen, les voy a hacer cinco preguntas a una fila completa, y con la siguiente haré otras cinco y así sucesivamente. Si en mi tableta no parece nada de su pensamiento en menos de diez segundos la tomaré como incorrecta. ¿Quedó claro?
-Sí maestra Francesca Zeni.
-Muy bien, que Dios y el papa los acompañe.

Bueno, se acabó, reprobaría el examen, no había estudiado nada, ni si quiera sabía que había uno. Fue mi turno en la fila y solo supe una de las cinco preguntas que me hizo.
Solo supe responder que el objetivo de San Mateo era que todos supieran que Jesús era el Mesías que tanto habían esperado. Pero no me servía de nada.
En esos momentos me hubiera gustado que me preguntara algo de la cultura egipcia. Había pasado una vergüenza de aquellas, fui el único en reprobar. Gian había sacado diez.
Saliendo fui esta vez yo a buscarlo, iba con una cara triste, como si el hubiera sido el que reprobó.

-¡Hey, Gian!
-Ah, hola David.
-Te ibas sin mi.
-¿Cómo tu te has ido todos estos días?
-Si, lo siento Gian. De verdad que no fue mi intención.
-¿No? ¿Y por qué lo hiciste?
-Ni si quiera sentí que fuera tanto tiempo... Gian, me pasó algo increíble, algo muy loco. No me lo creerías.
-Claro que te creería, soy tu amigo.
-Tienes razón. ¿Amigos otra vez?
-Nunca dejamos de serlo.

Su semblante cambió, ya no se veía triste, parecía como si en verdad yo le hiciera falta.
Caminamos una rato sobre la plazuela y fuimos a Il Cavalliere Errante.
A asomarnos por una ventana como antes y con el miedo de que alguien nos regañara.

-¿No que me ibas a contar?
-Sí, pero no quiero me escuche nadie. Aquí es un buen lugar, los gritos de todos esos señores y la música nos ayudarán.
-Okey... Ya me estás dando miedo.
-El día que te conté que supe que tendría un hermano, ¿recuerdas?
-Ajá.
-Bueno, esa noche ocurrió algo... Que no se si vuelva a ver.
-¿Qué paso?
-No podía dormir. Y a la mitad de la noche, vi humo afuera de mi casa, pero lejos. Así en la nada, ves que cerca de mi casa no hay nada, puro campo verde.
-Sí, que por cierto, ya tiene mucho que no me invitas.
-¡Pon atención!... Oye, tú ni si quiera me has invitado a la tuya.
-Porque la mía es fea.
-¿Qué tienes en la cabeza?
-Nada, sigue.
-Bueno, pues me salí así de mi casa.
-¡¿Te saliste?!
-¡Sí!
-¿Estás loco o qué?
-Yo creo que sí.
-¡¿Y luego?!
-Pues camine mucho, subí unas mesetas, me dio muchísimo miedo Gian. El punto es que llegué y... Deja de rascarte, o más bien, caí en su cueva, en su lugar de ceremonias o no sé.
-¡¿De quienes?! ¿¡De qué hablas?!
-Son como una secta, unos seguidores de Hathor.
-¿Hathor?
-Es un dios egipcio... ¿Qué tienes? ¿Por qué te rascas tanto?
-Pues no sé, me pica.
-A ver, déjame ver... ¡Oh por Dios! ¿Qué te pasó?

Agarre la cabeza de Gian para ver por qué se rascaba tanto, y vi que tenía una infección en la parte del hueso parietal de su cráneo. Estaba con la piel al rojo vivo, tenía pedazos sin cabello, era muy notorio y eso que Gian no tenía cabello corto.
Las uñas de los dedos de Gian ya estaban rojas.
Rápidamente me quito las manos de su cabeza.

-Ya déjame.
-Oye, ¿qué te pasó?
-No sé. (Entre cortada su voz)
-¿Cómo que no sabes? ¿Ya viste cómo está tu cabeza?
-No, y no quiero ver.
-Pues ve tus dedos, es sangre.

Gian solo miraba al piso.

-¿Desde cuando está así?
-Pues me pica desde la semana pasada.
-¿Y cómo es que no se te veía?
-Me ponía boina pero ahora me pica más con ella puesta, así que no la traje.
-¿Por qué no les has dicho a tus papás?
-Ya lo hice.
-¿Y luego?

-Es que...
-¿Qué?

-Mi papá a veces me da miedo.
-¿Por qué?
-Y mi mamá me llevaba a unos baños comunitarios.
-¿Qué no tienes baño?
-No ya no, tuvimos que venderlo.
-¿Por qué?
-Necesitan dinero, mamá no trabaja y mi papá ya no tiene trabajo. ¿Te acuerdas que te dije que trabajaba yendo a eventos de deportes?
-Sí.
-Pues... Es que ya ni si quiera hay deportes aquí.
-¿Qué? ¿Y el partido que están viendo ahorita qué?
-Es grabado ¿qué no viste? Y si no es grabado, los partidos son jugados en otros países. Cuando los meseros le dicen a los que están tomando "mañana es en vivo" es cuando al día siguiente sí tienen partido en momento real y es cuando cierran todo, hasta las ventanas. Cuando ni desde aquí podemos verlo.
-¡Es cierto! Y eso... fue por la iglesia ¿no?
-Pues sí.
-¿Y entonces? ¿Qué hace tu papá?
-Ha tenido que conseguir dinero, la iglesia va a tomar nuestra casa si no pagas puntualmente la renta.
-¿Renta? ¿Y por qué? Es como un permiso para tenerlo.
-¿Por por qué? ¿Desde cuando? Y a quién?
-A la iglesia.
-¿Es en serio? ¿También para la iglesia?
-Pues sí.
-¿Pero por qué?
-¡No sé David, no sé!
-Okey, perdón... ¡Ya no te rasques!
-Pero me pica.
-Ya sé, pero aguántate. Vamos a mi casa.

Fuimos a mi casa, se baño, le presté ropa que terminaría siendo regalada.
Mamá no estaba, como había pasado éstas últimas semanas. Cuando iba a entrar a mi cuerto podía escuchar los sollozos de Gian, en verdad me sentí mal, no sabía lo que estaba pasando con él. ¿Pero qué podía hacer yo? Nada.
Lo que sí hice fue conseguirle un dermatólogo con la ayuda de Philippo, y con la cuenta bancaria de mamá. Descubrimos que tenía foliculitis en primer grado, afortunadamente se podía solucionar.
Terminé de contarle lo sucedido aquella noche con lujo de detalle, aunque le costó, me creyó. Acordamos que sería nuestro secreto y no le diríamos a nadie.
Después eso casi diario íbamos a la plazuela o a los campos de mi casa a compartir lo que habíamos encontrado sobre Hathor y más seres como él en los pocos y muy limitados sitios que teníamos para buscar información. Cuando mamá estaba en casa cancelábamos nuestras reuniones, iba a ser un lío explicarle qué estamos haciendo y por qué.
Tal vez aún era pequeño para responsabilidades. Pero para mí esto era como mi primera responsabilidad, también mi amistad con Gian era algo que debía cuidar, debía cuidarlo a él. A veces en las noches pensaba que sería de él si no estuviera conmigo. Estaría solo. Bueno, que yo también estaría solo sin él.
Acabó el mes, y con eso la escuela. Las vacaciones empezaban en diciembre, marcaba los días desde el 11 de Octubre, programaba despertador en diferentes horas de la noche para ver si veía actividad afuera. Lo que fuera, pero nada.
Hasta el 11 de Diciembre. Fueron exactamente dos meses de diferencia.
Y por fin, estaba ahí, la columna de humo. Y yo, bueno, yo estaba listo para el segundo round.

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