El Cavaliere Errante era una taberna donde solo entraban hombres cuarentones, fornidos, de cara cuadrada, la mayoría con barba y un carácter demasiado fuerte. Gian y yo casi diario pasábamos a echar un vistazo, pero no eramos los únicos, cuando la selección de Italia jugaba, las tabernas eran los únicos lugares donde se podían ver partidos de fútbol. Estos lugares tenían un convenio para tener ese derecho de transmisión, desde hace algunos años eran casi nulas las televisiones donde transmitían partidos de fútbol. Bueno, eran casi nulas las televisiones que transmitían partidos de cualquier deporte. Qué rayos, eran casi nulas las televisiones. Entonces si había partido nosotros nos asomábamos desde una ventana y gritábamos al compás de los señores mal encarados. Debíamos de mover un par de piedras para podernos asomar.
–Niños insolentes, bájense de ahí. No es programa para ustedes - dijo una señora que pasaba sobre la calle.
Pero le hicimos caso omiso y solo reímos. Después de un rato, nos bajamos de las piedras y caminamos por Vía Sallusto Bandini.
–Tendré un hermano Gian.
–Lo sé. He estado pensando en eso todo el día.
–¿En serio?
–La verdad no. Pero ahorita que me dices me acordé, y la verdad me causa mucha intriga.
–Ah.
–Dime, ¿lo tuvo con tu papá?
–Creo que no. A mi papá lo veo muy poco. Desde que lo conozco siempre es así.
–Sí, por eso te preguntaba. A Federico también le pasó eso, pero él dice que no es su hermano porque no es de su mismo papá.
–Pero si no es mi hermano, ¿qué es?
–No lo sé.
–¿Esto es malo?
–Tal vez, puede que quiera más a ese hijo porque lo tuvo con alguien que si quiere. Porque a tu papá ya no lo quiere y tú eres hijo de él.
–Eso tiene sentido...
–¿Y cómo se llama?
–No lo sé, supongo que le pondrán un nombre con D. A mamá le encantan los nombres con D.
–Y entonces... ¿Conoces al sujeto?
–¿El que está con mamá?
–Pues sí, tonto.
–Sí, es un catador.
–¿Qué es un catador?
–No lo sé, y no me interesa.
–¿Te cae mal?
–No, es un buen sujeto, creo que hace feliz a mamá, pero... Él no es mi papá, y eso me duele. ¿Sabes? Siempre trato de ocultar eso para que mamá no se preocupe por mí.
–Y aparte tu mamá y tu papá aún se hablan ¿no?
–¡Sí! ¿No te parece tonto? ¿Para qué se hablan si ya se separaron?
–Sí, me parece muy tonto.
–Oye, ¿quieres ir la Plaza del Campo por un helado?
–Yo creo que no, me siento muy lleno por esa pasta.
–Oh, ¿en serio?
–Sí, yo creo que ya mejor me quedo aquí a esperar a mi mamá.
–Está bien Gian, te veré mañana en la escuela. Creo que ya llegaron por mí.Era imposible no reconocer la limo en la que me recogía Filipo. Filipo era nuestro mayordomo. Un tipo alto cerca de los 30 años, con una nariz enorme, parecía que se la habían jalado de la punta hacia en frente cuanto más de pudo, una barbilla muy tosca, pómulos predominantes y bigotes largos y peinados al estilo francés.
–¿Qué tal el día de hoy, joven David?
–Bien, Filipo... Mi maestra de religión me sacó de la clase de nuevo.
–No le tengo que decir a su madre ¿cierto?
–Cierto.Saliendo de la plaza debíamos transitar por una avenida central, de esas que conectan centros urbanos llenos de tiendas, escuelas, iglesias, restaurantes y museos con casas privadas en medio del verde y bonito campo. Nos tomaba al rededor de media hora. Toscana era una linda ciudad, llena de colores, personas y como mencioné antes, de versátiles paisajes. Siempre olía bien, siempre olía a comida, el clima siempre era muy rico. Aparte, como todas las ciudades, y casi como todo el país, estábamos acomodados en una buena posición económica comparándonos no solo con el continente, sino con todo el mundo.
Toscana era una ciudad clásica, que no se había influenciado tanto por las maravillas del nuevo mundo que se avecinaba, ya habían muchas ciudades de Italia donde no podías caminar una calle sin toparte con varios carteles 4D a alturas de más de 10 metros para que no choquen unos con otros. Aún así, el cambio debía ser inminente e inevitable.
El que la iglesia hubiera asumido el gobierno convertiría el país en una potencia militar y económica, tal vez las únicas dos cosas buenas de su estadío.
Mi parte favorita del día era el regreso a casa. Podía deleitarme con varios paisajes diferentes, uno tras otro; primero, al fondo unas dunas impresionantes que pareciera que era como un desierto verde, después un poco más bajo el nivel de la tierra formando pequeñas mesetas con pasto un poco más crecido pero igual agradable a la vista, le seguiría la parte boscosa, cientos de pinos que desprendían un olor majestuoso, fresco y aventurero, y finalmente un par de paredes llenas de flores de todos colores, formas y tamaños se paraban sobre los límites del pavimento. Por unos quinientos metros, pareciera que si entrabas por ahí, estabas apunto de entrar a un castillo mágico.
Finalmente llegamos a casa. Subí ese pequeño sendero de piedras que a mí para ese entonces me parecía interminable, el camino se dividía en forma de un número ocho, es decir en la entrada había un camino de piedras para la izquierda y otro para la derecha, se abrían para luego encontrarse y abrirse nuevamente para que en su segundo cierre estuviera la puerta principal.
En ese caminito vi a mi madre sentada leyendo un libro, llamado Aeneis, al parecer estaba en latín. A mamá le gustaba mucho leer, y gracias a eso sabía latín, bueno, sabía de muchas cosas.
Se levantó de la silla y dejó el libro en la mesita que estaba ahí y de un abrazo me cargo.
Olía a lavanda, sabía que era la mejor parte del día una vez que percibía ese dulce olor. Entramos a la casa y nos sentamos en el comedor.-¿Cómo te fue hoy hijo?
-Bien mamá, hoy leí la biblia.
-¿Y ya?
-Pues la verdad, no hay nada nuevo o interesante qué contarte, tú lo sabes todo.
-¿Tú crees que lo sé todo?
-Pues sí.
-Uy no, aún estoy lejos de saber mucho.Ah, qué frase tan complicada, no sé qué decirle.
-Ah sí, te entiendo, yo también...
-Fiorella hizo fettuccine al ragú, ¿te apetece?
-Uy no, hoy Gian estaba comiendo pasta con mostaza y la probé y me dio mucho asco. No quiero mamá gracias.
-Uy, pues qué lástima, yo sí voy a comer, tengo mucho antojo de pasta, y de espárragos, y de helado.
-¿De espárragos y de helado mamá?
-Sí... ¡uy, también de un rico lomo de cerdo!
-Je...Me levanté de mi silla mientras Fiorella llegaba con su plato de fettuccine para mamá, que lo esperaba con ansias.
-Hijo, ¿vas a tu cuarto? ¿Entonces no me contarás nada?
-¿Pues qué te digo mamá? La escuela es aburrida, yo quiero hacer otras cosas.Después de eso subí inmediatamente a mi cuarto, cerré la puerta, me acosté sobre mi cama y mientras veía el techo me hacía muchas preguntas: ¿Por qué me aburrirá la escuela? ¿Por qué sólo hablan de la religión y ya? ¿Por qué solo te enseñan el pasado y no el futuro? ¿Por qué mamá quiere comer tantas cosas distintas a la vez? ¿Por qué me da tristeza tener un hermano en vez de que me de felicidad?
Giré mi cuerpo hacia la ventana y observaba el cielo. Vaya, era magnífico, tan inmenso, tan hermoso. Esas nubes, ¿cuántas alcanzaré a ver? ¿por qué son blancas? ¿y de qué están hechas? ¿por qué se mueven? ¿tendrán vida? ¿una persona puede llegar a las nubes y tocarlas? Supongo que mamá podría responderme eso sin problema.
Después de apreciar el cielo por 15 minutos recordé que tenía tarea. Debía de entregar un proyecto sobre mi interpretación del Éxodo para la siguiente semana y aun no empezaba con el audio-libro. Aunque pensándolo bien, también podría ayudarme mi mamá con eso, no sé cómo pero ella siempre conseguía libros que ya no existían.
El problema era mi tableta para la escuela estaba abajo dentro de mi mochila, y tenía flojera de bajar, así que me fui a mi mesita de trabajo y tome la de uso personal.
Pero en el momento que me senté vi una columna de humo muy grande a lo lejos, parecía que venía de los campos extensos que hay alrededor de la casa. No podía ser un árbol quemándose puesto que no hay, solo son muchos metros y metros de llanura, y donde se encuentran las flores y arbustos más grandes son a los límites de la carretera. Entonces ¿qué podrá ser?
Continuará...