Capítulo 1: El Inicio

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Aquí es cuando me pongo nervioso, cuando no sé qué hacer. Cuando mi garganta empieza a temblar sin razón aparente. No, esperen, sí hay una razón aparente, estoy nervioso. No sólo estoy nervioso, me siento intrigado e impaciente.
La última vez que me sentí así de ansioso fue cuando entré a la primaria. Pero eso fue hace un año, ahora soy mayor. Pero, ¿en qué estaba? Ah, sí. Estoy muy nervioso, demasiado nervioso.
Al parecer hoy mamá se dio cuenta que estaba embarazada. Voy a tener un hermano. He escuchado que mis amigos dicen que cuando tu hermano solo es hijo de uno de tus dos padres, entonces ya no es hermano. Pero, ¿entonces qué es? Supongo que tendré que preguntarle a mamá. Solo de imaginarme en los días que hay visitas en casa me pone más ansioso y preocupado. ¿Qué les voy a decir? Si no es mi hermano.

-Oye Gian, ¿qué comes?
-Pasta. ¿Qué no ves?
-¿Y por qué se ve tan... Mostaza?
-Porque tiene mostaza, cabeza hueca.
-¡Qué asco!
-¿Por qué asco?
-Nadie le pone mostaza a la pasta.
-Pues yo sí.
-...
-¿Qué?
-Bueno, a ver, dame.
-Toma.
-¡Puaj! ¡Sabe horrible!
-Jajajaja, qué tonto.
-Qué tonto tú. ¡Agh! Mira mi lengua.
-Se ve mostaza.
-Pues ya lo sé. ¿La pediste así?
-¿En dónde?
-Aquí, con la cocinera. ¿Se la pediste así?
-Ah, claro que no. En esta cafetería no tienen mostaza.
-Pues qué bueno, sabe horrible.
-Callate, lo que sabe horrible es la kétchup.
-La kétchup está muy rica, además es roja.
-El rojo apesta.
-Tú apestas.
-De todos modos tampoco tienen kétchup en esta cafetería.
-Si, no tienen muchas cosas. ¿Sabes que me gustaría que tuvieran?
-¿Hamburguesas?
-¡Exacto! Hamburguesas.
-Sabía que dirías eso.
-Me encantan las hamburguesas.
-¡Sí! ¡Ya lo sé! Siempre me lo dices.

El muy tonto de Gian, no deja de comer su pasta. Tiene muchas servilletas para limpiarse, pero el sin vergüenza no se molesta en tomar una sola. Come como un animal. Como un pequeño cerdo y escucho claramente cada mordida que hace. Pero es muy divertido verlo comer con las mejillas llenas de mostaza. Quiero decirle pero no puedo. No sé cómo decirle a mi amigo que voy a tener un hermano.

-Oye Gian.
-Gulp. ¿Qué?
-Hay algo que debo decirte.
-Crunch crunch. Ajá.
-Bueno... Yo... Eh...
[BEEP. A TODOS LOS NIÑOS Y NIÑAS SE LES RECUERDA QUE TIENEN 120 SEGUNDOS PARA INGRESAR A SUS RESPECTIVAS AULAS. QUE JESÚS Y EL PAPA NOS PROTEGA Y NOS ACOMPAÑE]

Ufff, salvado por la voz que proviene de la bocina de la cafetería.
Ahora sí, una vez subiendo las escaleras no puedo perder más tiempo y debo decírselo.

-Oye Gian.
-¿Qué pasa?
-Mira lo que pasa es que yo...
-Muy buenos días, clase. - Llegó la maestra de Religión para interrumpir mi gran noticia.
-Buenos días, maestra Francesca Zeni. – le contestaron todos mis compañeros del aula, todos juntos al mismo tiempo como borregos.

Gian y yo nunca le contestábamos el saludo ya que la maestra Francesca Zeni nos caía mal. No era nada agradable a la vista; tenía mal aliento, no sabía vestirse, siempre llevaba los mismos tacones desgastados café roble, que por cierto, ya tenían la punta gris y descarapelada.

-¿Qué pasa?
-No me lo vas a creer Gian, pero voy a tener hermano.
-¡¿Un hermano?!
Después de Gian gritara todos en el aula empezaron a reírse y la maestra grito:
-¡Basta!–Suficiente para que todos se callaran en un segundo. -Giamatti, ¿tienes algo que contar a la clase que sea más importante que la palabra del señor?
-Eh, bueno, yo...
-¿No? Entonces guarda silencio.
-Al rato me cuentas –me susurró Gian, después de que la maestra volteara para sacar su micrófono.
-¿Me escuchan bien todos?
-Sí maestra Francesca Zeni.
-Muy bien. Ahora, saquen sus tabletas, activen el comando de grabación, y conecten su tableta con mi micrófono. –la maestra siempre nos explicaba como si fuera nuestra primera vez.
-Ahora coloquen sus bandas en la cabeza y activen el comando de banda sensorial. – sentenció.

Ésta  banda que poníamos en nuestra cabeza tenía una conexión con la tableta y el micrófono. Si nuestra atención estaba totalmente puesta en la tableta y lo que escuchábamos por el micrófono, la banda debía proyectar una pequeña luz, de lo contrario la banda dejaría de proyectarla y la maestra sabría que estamos pensando en otra cosa.
Entonces, ya lo saben, mi banda estuvo encendiéndose como si fueran las luces intermitentes de un auto.

-Lunes 11 de Octubre del 2038, David, pon atención por favor. La lección de hoy es acerca de cómo identificar a un seguidor de satán y, David, pon atención. Y cómo evitarlos, la primera forma es, David es la última vez que te lo digo.

Todos empezaban a reírse porque todo lo que decía la muestra se escribía en nuestras tabletas. Mi intención no era esa, pero bueno, era la maestra Francesca Zeni, de seguro me diría que fuera a la capilla a rezar y arrepentirme de mis pecados. Y tal vez me mandaría a la biblioteca a leer unas cuantas hojas de la biblia.

-La primera forma es no acercarnos a lugares poco habitados y, suficiente David, vete a la capilla a rezar y arrepentirte de tus pecados. Cuando acabes ve a la biblioteca, y lee unas cuantas hojas de Mateo.

Soy muy listo ¿no?

-Está bien maestra, lo siento – le dije triste con mi mejor actuación.
-No lo sientas, comprende lo que haces – se acercó a mí para quitarme la banda y señalarme la salida del salón.

Listo, fui a la biblioteca y busqué "La Biblia". Ya sé, mejor hubiera ido a la cafetería para pedir un pan con ajo, o irme a dormir al baño. Pero soy muy pequeño para que me dejen salir a la calle, y además todos los maestros saben si leímos los libros que nos dejen leer para las tareas; todos los libros tienen un panel en sus hojas que registran mediante la retina ocular, quién, cuándo y por cuánto tiempo estuvo leyendo tal libro. Ya sé, demasiado enfermizo para nuestros pequeños cuerpos.
Leí durante el resto clase los capítulos de  San Mateo y San Pablo. Llegué al salón con tanto sueño y aburrimiento que ni me dieron ganas de hablar. Acabamos las clases a las 2:50. Genial, hoy acabamos 10 minutos antes.

-¿Cómo te fue en Religión?
-Mal, desde que te sacó la maestra de la clase, no dejó de sermonearnos y hablar de Dios, y todas esas cosas.
-Qué aburrido.
-¿Cómo te fue a ti?
-Pues, estuve leyendo la biblia, ya sabes.
-UF, peor aún.
-Ni tanto...
-¡Oye! Ya se me había olvidado. Ahora sí David, dime, ¿cómo que vas a tener un hermano?
-¡Ah, si! Bueno, vámonos ya de aquí. Te contaré en un lugar más interesante.
-¿En dónde?
-En el Cavaliere Errante.
-¡¿Qué?!

Continuará...

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