Al día siguiente después de desayunar en el hotel vi a Gian en el mismo lugar donde nos despedimos la noche anterior, le conté de mis regalos de navidad que me habían dado todos y se emocionó tanto como yo la primera vez que los vi, y ya estábamos planeando su próxima visita para que jugáramos juntos con las figuras de nuestro programa favorito. Desgraciadamente él me dijo que ni sus papás ni Santa Claus le habían dado nada esa navidad, quizá porque se había portado más y que redoblaría esfuerzos para el próximo año recibir algo. Por eso, rápidamente decidí distraerlo jugando algo mientras le llamaban para hacer los preparativos.
-Pues vamos a jugar a algo ¿no? Hay que buscar niños a ver si quieren jugar a las atrapadas en lo que viene tu mamá.
-Sí pero no voy a poder jugar tanto.
-¿Por qué?
-Mi mamá me mandó aquí para que espere cuando llegue mi papá, porque no sabe dónde nos estamos quedando.
-Ay si es cierto, ayer no llegó con ustedes ¿por qué?
-Creo que porque otra vez se fue a tomar, ayer escuché a mi mamá peleando con él por teléfono.
-Oye, qué mal.
-Sí, entonces hoy me dijo que viniera a recibirlo y a llevarlo al albergue porque iba a llegar muy crudo.
-¿Qué es eso?
-Mmm creo que es muy muy borracho.
-Bueno pues hay que apurarnos.
Entonces buscamos niños que estuvieran jugando por ahí y nos integramos rápidamente, gracias a Gian, la verdad es que él era muy bueno para hacer amigos, siempre fue sociable, yo era un poco más tímido, tenía miedo al rechazo, pero él tenía mucha confianza en sí mismo.
Habrá pasado media hora por mucho, cuando Gian reconoció al señor que se encontraba en una banca de por ahí, entre dormido y desmayado, me llevó con él para que lo despertáramos; tenía una chamarra de aviador de piel color café bastante desgastada de los puños, en las mangas a la altura de los codos estaba rasgada, la lana del cuello que en algún momento debió ser blanca estaba toda negra, el señor tenía el pelo muy oscuro, al igual que su bigote bien poblado, estaba mal rasurado, o no sé si le crecía mal la barba, porque aunque tenía muchos pelillos, también tenía varios huecos sin vello tanto en las mejillas como el cuello, tenía una verruga a un lado de la boca y estaba muy cacarizo.
Lo despertamos y entre balbuceos nos saludó, se levantó y lo llevamos al albergue, el plan era cada quien irse a su lugar de estancia, pero la verdad yo tenía mucho morbo por ver el lugar donde se estaban quedando, entonces decidí acompañarlos.
No caminamos mucho, fueron 3 calles, llegamos al lugar y la verdad es que se veía bastante feo y eso solo por fuera, la pared en su mayoría toda descarapelada mostrando los ladrillos, las ventanas rotas y como empañadas.
El señor tocó el timbre como 4 veces seguidas, como si estuviera desesperado por entrar.
Salió una señora para abrirle con una cara de repulsión, nos pasamos los tres, yo le dije a Gian que lo esperaría en esa especie de patio, ellos se estaban hospedando en el tercer piso. Pero a los pocos segundos de dejar que subieran empecé a mirar a mi al rededor, la verdad ese lugar era bastante lúgubre y triste, y en cuanto me dí cuenta que alguien estaba asomando sus ojos por una ventana escondiéndose con una cortina decidí alcanzarlos y subí inmediatamente.
Tocaron la puerta de la habitación en la que se estaban hospedando, la mamá de Gian abrío la puerta y en seguida empezó a despedir un olor combinado entre humo de cigarro y humedad, en una mesita de centro estaba el cenicero, y unas 6 colillas.
-¿No te cansas de fumar?
-¿Y tú no te cansas de embriagarte imbécil?
-¿Por qué no llegaste ayer?
-Fui con unos amigos al Cavaliere
-Deja de decir estupideces, tú ni tienes dinero para el Cavaliere.
-Pero tengo amigos que sí tiene dinero y me invitan. ¿Sabes lo que significa eso? ¿La palabra amigos?
-Pues claro que...
-¡No tienes ni puta idea, porque no tienes amigos, nadie te quiere, por pinche loca!
-¡No me conoces! ¡No me conoces!
-Soy el único que te conoce.
-Eres un infeliz maldito...
