Final

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Casualidad

—Somin, ven aquí.— Jimin gimió, reconociendo que llevar a su revoltosa hija de cuatro años a una feria callejera no había sido una muy buena idea. —Hija, ¡No toques eso!— Masculló, inclinándose frente a la adorable pequeña, que lo miró con sus grandes ojos verdes muy abiertos. —No debes tomar nada sin permiso.

La pequeña le frunció el ceño.

—¿Por qué?— Preguntó, esbozando un mohín y mostrando aquella rebeldía innata que de seguro había heredado de Jungkook.

—Porque estás cosas no son nuestras.— Respondió Jimin, haciendo referencia a la muñeca de trapo que la niña sostenía entre sus manos. Mimi le frunció el ceño y apretó la muñeca contra su pecho.

—Es mía.

—No, cariño, no lo es.— Jimin suspiró. —Tienes una idéntica en casa. Devuélvele esa a la señora.— Dijo el pelirosa, haciendo referencia a la mujer que, desde un banco de madera detrás del puesto, los miraba con diversión.

—¡No, papi!

—Somin, basta.— Jimin la observó con fijeza, y la niña no apartó los ojos de los suyos. —Somin, hablo en serio.

—Yo también.— Masculló la niña, y Jimin sintió ganas de gritar. Cuatro años y pelear con ella era casi igual de molesto que pelear con su padre.

—¿Alguien se está portando mal aquí?— Jimin suspiró, levantando la mirada hacia su esposo, que se había parado junto a ellos, con las manos en las caderas y mirando a Mimi con una ceja arqueada.

—Sí.— Masculló Jimin.

—No.— Respondió la pequeña, escondiendo la muñeca en su espalda y mirando a su papá con una enorme sonrisa que marcaba sus adorables hoyuelos, con los ojos brillantes.

Jungkook le devolvió la sonrisa y Jimin se puso de pie, cruzándose de brazos.

—Jungkook, no la consientas, ha estado portándose mal toda la tarde.— Masculló, y su esposo se giró y le dedicó una sonrisa divertida antes de inclinarse para besarlo en la frente.

—No lo haré.— Susurró antes de acuclillarse junto a su niña. —Hola, princesa, ven aquí.— Susurró, y la niña se arrojó a sus brazos sin dudarlo un segundo. Jimin suspiró y esbozó una sonrisita mientras los miraba.

Somin adoraba a su papá con toda su alma. Y Jungkook, bueno, no hacía falta decir que se había convertido en un baboso.

—¿Qué tienes aquí, preciosa?— Preguntó Jungkook, y la niña le mostró la muñeca con una sonrisa.

—Muñeca.

—Nena, tienes una igual en casa.

Somin le frunció el ceño.

—¡No!

—Sí, cariño, es igual a esta.

—¡Quiero esta!

Jimin se cruzó de brazos, esperando a ver cómo hacía Jungkook para persuadirla.

—Vamos a hacer un trato, ¿Quieres?— Somin ladeó la cabeza, dudosa, y Jungkook le sonrió con adoración mientras acariciaba sus rizos. —Iremos a casa, sin esa muñeca.— Su hija comenzó a protestar, pero Jungkook siguió hablando. —Y buscaremos la que tienes en tu habitación. Si no es como esta, volveremos y la llevaremos, ¿Sí?

Somin pareció considerarlo, dirigiendo su mirada hacia su padre y de nuevo hacia la muñeca.

—¿Lo prometes?

Tattoo - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora