—Jimin, deja quieta esa pierna. —Masculló mordaz Mi Sun, sin siquiera desviar la mirada hacia su hijo.
Jimin suspiro de alivio cuando la misa por fin terminó. Y no porque le desagradara asistir, en realidad, no era así. El problema eran las miradas que sentía detrás el, clavándose en su cuello como dardos acusadores.
Como todos los domingos, el pelirosa caminó detrás de sus padres lentamente, con la diferencia de que esta vez ninguna de las personas que normalmente se acercaban a él lo saludaron, sino que lo miraron desde lejos con horror.
—Mira lo que nos has hecho. Todos están hablando sobre nosotros, piensan que te hemos malcriado cuando en realidad eres tú el que arruinó todo. Todo esto es tu culpa. —Su madre no paró de susurrar en el oído de su hijo hasta que hubieron llegado a la acera, en donde el pelirosa se giró sin mediar palabra, comenzando a caminar hacia su casa.
Mi Sun decidió dejarlo pasar, observando con los ojos entrecerrados a su hijo, que ahora caminaba tranquilamente.
Parecía como si todo lo que dijera llegara a oídos sordos. Jimin no discutía, gritaba o siquiera daba signos de haberlo escuchado. Ni siquiera lucía triste. Simplemente estaba.
Estaba en su habitación, estaba en la escuela, estaba sentado en la sala. Haciendo lo que solía hacer siempre, con la sutil diferencia de que toda su vida giraba en torno a un solo momento del día.
La noche.
Cuando por fin se alejaba de todos aquellos hipócritas y se encerraba en su habitación, esperando a la visita de su novio.
Jungkook no le había fallado ni una vez.
Jimin nunca se lo había cruzado de día, en ningún lado, pero sin importar que día fuese, a las nueve y cuarto de la noche Jungkook siempre susurraba su nombre desde el patio, y Jimin siempre bajaba a verlo, ahora con más precaución, y con Jungkook debajo, esperando a atraparlo por si caía.
Pero Jimin ya no soportaba más todo aquello.
No soportaba fingir, ni mentir, no soportaba estar lejos de Jungkook, ni los reproches de todo el mundo.
Necesitaba rebelarse, hacer que todo el mundo viera quién era el en realidad.
—¡Jimin! ¡Jimin, espérame! —Con un bufido, Jimin no se giró, pero sí caminó algo más despacio.
—¿Qué? ¿Ahora tu madre si te da permiso de hablarme? —Comentó sarcástico.
Min Ho, el perfecto Min Ho, lo miró con el ceño fruncido.
—¿Por qué dices eso? —Oh, quizás Jimin no estaba tan lejos de la verdad...
—Me has estado ignorando todas estas cuatro semanas, Min Ho. ¿Qué quieres?
Min Ho pareció culpable, y Jimin rodó los ojos.
—Siento el haberte ignorado, es que... Todos decían que tú ahora eras uno de los...
—¿Uno de los...? —Jimin lo miró con una ceja alzada y los brazos cruzados, mientras esperaba una respuesta por parte del rubio parado frente a su casa.
Min Ho se pasó una mano por el cabello, nervioso.
—Uno de los... Putos de Jeon. —Logró escupir finalmente, y Jimin no dejó de mirarlo escéptico. —¡Debes entenderme, Jimin! Decían todas esas cosas y yo... No lo sé, les creí.
—Genial. —Masculló el pelirosa, girándose para abrir la puerta de su casa, pero Min Ho lo retuvo por el brazo, haciéndolo girar de golpe.
—Pero sé que es mentira, Jimin. Ahora lo entiendo. Seguramente alguna tonta inventó ese rumor para hacerte daño, pero sé que tú nunca podrías ser eso, tú... Eres perfecto, Jimin. —El pelirosa soltó una carcajada. —¿Estoy en lo correcto, ¿verdad? ¿Es mentira que eres uno de los... putos de Jeon?

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Tattoo - Kookmin
Fanfiction-¿Un tatuaje? ¿Acaso estás loco, Park? Espera, ya sé, Satán te ha poseído, no eres tú mismo en este momento, -¿Verdad? -¿Sabes qué, Jeon? Vete a la mierda-. Jungkook observó su precioso trasero alejarse de él. Park Jimin nunca, pero nunca, maldecía...