CAPÍTULO 1

223 16 1
                                    

Nunca he creído en lo sobrenatural. Me refiero a, por ejemplo, ángeles, demonios, divinidades... En fin, ese tipo de cosas.
En apariencias soy una chica normal. Una adolescente más. No soy nada del otro mundo.
Mi pelo castaño es de lo más rebelde. Me retiro varios mechones de la cara y sigo observándome parada frente al espejo y suspiro. Ya no sé que más hacer para ocultar mis insistentes ojeras, que hacen que el marrón de mis ojos se confundan con un profundo negro azabache.
Desde hace varios meses apenas duermo, ya que tengo la sensación de que algo está yendo terriblemente mal. Algo que, supuestamente, aún está por llegar a mi vida.
La verdad es que a mis 16 años no he tenido casi ningún tipo de relación con el sexo opuesto, más usualmente conocido como "chicos". Sólo me junto con Álex, mi mejor amigo.
En mi vida sólo he salido en serio con un chico.
Se llamaba Edward.
Estuvimos juntos durante un año, hasta que un día me dejó, se cansó de mí y de que no quisiera tener relaciones sexuales con él. No quería malgastar mi primera vez, porque primero quería ponerle a prueba.
Me fallaba constantemente, y yo, como una tonta, se lo perdonaba todo.
Y, como era obvio que iba a pasar, me rompió el corazón.
Desde que sucedió eso (y otras cosas que vinieron después) no he vuelto a ser la misma.
No creo en el amor.
Además, yo no soy, ni por asomo, nada llamativa. Simplemente soy una chica que no sabe que hacer ni con su pelo ni con sus ojeras, prácticamente no sé ni que hacer con mi vida.
No soy en absoluto una de esas "hermosuras divinas" a las que todo el mundo mira y persigue como perritos falderos.
Al contrario: siempre paso desapercibida. Pero no me importa. En realidad, creo que lo prefiero así.
Soy una especie de bicho raro que vive rodeada de una sociedad que cree que realmente es necesario pisarse unos a otros para llegar a lo más alto. Es penoso.
Yo no permito que me pisoteen por más bicho raro que sea, pero tampoco voy a pisar a nadie. No soy así.
En fin, no puedo hacer demasiado al respecto, de modo que aparto la vista del espejo y me dirijo a la cocina. Hoy como todos los días tengo que asistir a clases. Miro el reloj y me sorprendo al darme cuenta de que me he levantado inusualmente temprano, ya que casi siempre llego tarde. Aprovecho que es pronto para poner un poco de orden en la cocina, cojo el vaso que he utilizado para beberme el café y me dedico a fregarlo. Cuando he acabado, voy a mi cuarto y me permito escuchar un poco de música. Busco mi canción favorita: Lithium, de Evanescence y la pongo a un volumen bajo, ya que los vecinos tienen tendencia a quejarse sobre mis gustos musicales.
Miro la hora en el móvil. Aún son las 7.30am.
Me estiro un rato en la cama y pasados cinco minutos suena el tiembre. Me acerco a la puerta y la abro.
— May, más te vale estar preparada, no me gustaría llegar tarde hoy también. — Sonrío al ver a Sarah, mi mejor amiga. Siempre vamos juntas al instituto, pero prácticamente llegamos tarde todos los días. Todos, menos hoy.
Tengo la corazonada de que hoy va a suceder algo. Lo que no sé es si ese algo será beneficioso para alguien.
Sarah es todo lo contrario a lo que soy yo. Ella es alta y delgada, yo soy más bien bajita y me sobran algunos quilitos en comparación con ella.
Como todos los días, Sarah lleva el largo cabello recogido en una trenza ladeada, yo sin embargo llevo la media melena suelta. Sus ojos verdes relucen con fuerza, mientras que los míos, marrones, están apagados, y de no ser por que respiro, más de una persona pensaría que estoy muerta.
Llego a pensarlo incluso yo, y a estas alturas aún me sorprende saber que realmente, estoy viva. Tengo la sensación de que no encajo en este mundo.
Sarah me pasa la mano por delante de la cara, sacándome de mi ensoñación.
— ¿Ya estás lista? — Pregunta.
— Sí, tranquila, hoy llegaremos pronto, pero pasa un momento. Tengo que apagar la música y coger mi mochila. — Le digo mientras cierro la puerta tras ella.
Me lleva cinco minutos encontrar la maleta. Mágicamente ha acabado dentro de mi armario.
— No se tú May, pero tendrías que ordenar un poco tu cabeza. Por el amor de Dios ¡has metido la mochila en el armario! Ahí solo se mete ropa. De verdad que estás mal. — Bromea Sarah.
— Mira quién fue a hablar. — Contraataco con una media sonrisa. Pero la verdad es que Sarah tiene razón, tengo que poner orden en mi cabeza o al final terminaré siendo una loca de manicomio.
Apago la música en cuanto he cogido la maleta.
— Bueno ¿nos vamos? — Le digo a Sarah, que está cotilleando mi estantería de libros. Coge uno y me pregunta:
— ¿A que eres tan buena amiga que me dejas leerlo?
— ¿Desde cuando te gusta Cazadores de Sombras? — Le respondo algo sorprendida por su elección.
— Desde que he visto la peli y está buenorro. — Dice señalando a Jace.
— Llevatelo anda, que todavía se te cae la baba. — Le digo entre risas.
— ¡Mierda! — Grita Sarah al comprobar la hora.
Son las 7.50am y las clases empiezan a las 8.00am.
Llegamos tarde... otra vez.
— Que conste que esta vez la culpa no es mía. — Le digo a Sarah mientras salimos a toda prisa de mi casa.
Sorprendentemente llegamos al instituto a las 7.58am y el timbre aún no ha sonado.
Me apoyo en la pared para coger un poco de aire y Sarah me imita.
— No mires, pero Jenny y sus amigas se están riendo de nosotras. — Cuando Sarah dice eso no puedo evitar soltarle:
— Que les den.
Jenny es una de esas a las que no le importa pisotear a los demás con tal de conseguir lo que quiere. Tampoco le importa pisotear y humillar a sus "amigas".
Desgraciadamente, sé eso por que lo hizo conmigo.
Pero como ya he dicho, no me dejo pisotear, y como le planté cara a Jenny, ahora me la tiene jurada.
Suena el timbre y miro a Sarah. Las dos resoplamos a la vez.
Esperamos a que vaya subiendo la gente, ya que Sarah sabe que detesto las multitudes. Cuando quedan apenas cinco alumnos por llegar a sus respectivas clases, subimos las escaleras con paso acelerado.
Nada más llegar a clase lo veo.
Se me acelera el corazón como si lo conociera de toda la vida, pero sé que no es así.
Como si me estuviera esperando, levanta la mirada y clava sus ojos directamente en los míos. Son de un color extraño, como los caramelos de café.

Corazones de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora