CAPÍTULO 4

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Álex ya se ha ido.
Hay desorden por todas partes.
Encima de la mesa hay un bol de palomitas, el cenicero de mi madre, varias revistas, los mandos de la play station y dos vasos.
Es tarde, pero es mejor si lo recojo todo ahora. Así por lo menos mañana no tendré que limpiar.
Cojo el bol de palomitas y lo llevo a la cocina mientras me como una de las pocas que quedan, pongo los mandos de la play en su sitio correspondiente y retiro los vasos.
Tampoco ha sido para tanto. Suspiro, me sonrío a mí misma y me dirijo a mi cuarto.
Estoy cansada, pero no lo suficiente como para conciliar el sueño, de modo que me pongo el pijama, cojo un libro y me pierdo entre las suaves sábanas de franela, con Greta tumbada a mi lado. Está lloviendo y hace bastante frío.
Me pongo a leer el libro que he cogido. Ya lo he leído varias veces, pero es una historia que me encanta, aunque el final es triste.
Estoy sumergida de lleno en Bajo la misma estrella cuando me parece percibir una sombra fugaz en mi ventana.
Era demasiado grande para ser un pájaro, y Greta no parece darse cuenta.
Noto como se me acelera el corazón. Puedo escuchar mis propios latidos una y otra vez, incesantes. Tardo varios minutos en calmarme y estabilizar mi pulso.
Salgo de la cama con paso decidido y me acerco a la ventana. Es absurdo. No sé que es lo que espero ver, pero ahí fuera no hay nada. Pongo los ojos en blanco y chasqueo con la lengua, obviamente fastidiada por ser tan propensa a asustarme con facilidad. Corro las cortinas para evitar más malentendidos y me meto de nuevo en la cama.
Doy vueltas y más vueltas. Ya no me apetece leer, pero tampoco puedo conciliar el sueño.
Me incorporo un poco y miro la hora.
Son las 23.54pm.
Suerte que mañana es sábado.
Vuelvo a tumbarme y reflexiono sobre mi día.
He conocido a un chico extraño que parece conocerme, y el cual ejerce una fuerza extraña sobre mí. Como una atracción. Como si fuese una cuerda y él estuviese al otro extremo, tirando de ella para empujarme a sus brazos y acunarme en ellos.
Pienso en sus ojos. Jamás había visto unos ojos así, sin embargo sigo teniendo esa extraña sensación de que lo conozco.
Hay algo en él que me resulta familiar, y es bastante frustrante no saber el qué.
De repente pienso que debería tenerle miedo, pero hay algo que me lo impide.
Acabo de conocerlo, y en ningún momento le he mencionado mi apellido. Aunque tal vez lo haya visto en mi cuaderno de química. Tiene que ser eso.
Pero su comportamiento... es extraño. Algunos dirían que incluso puede estar loco. Pero no me importa. Pienso en como sería besar sus labios y me sonrojo ante ese pensamiento.
Intento engañarme a mí misma. Está loco, ha venido a mi casa y cuando ha visto a Álex se ha enfadado.
Lo de mi casa, vale, seguro que Sarah tiene algo que ver.
Lo que no entiendo es la mirada de odio que le ha lanzado a Álex. Como si lo conociera de toda la vida.
Y encima ha dado por sentado que es mi novio, y cuando ha pensado eso ha salido furioso de mi casa. ¿Qué pasa con este tío? ¿Y por qué Greta ha ido corriendo hacia él como un cachorrito extraviado?
Lo mejor para mi salud mental sería dejar de darle vueltas al asunto, pero la verdad es que no puedo.
Lo único en lo que pienso es en Evan, en lo extraña que me hace sentir... y en que tengo que estar definitivamente loca. Por el amor de Dios, no hace ni 24 horas que conozco a ese tío y ya lo pienso como si me fuera la vida en ello.
Lo cierto es que en definitiva estoy loca. No quiero admitirlo. No voy a admitirlo.
Es imposible enamorarse de alguien en un solo día ¿o no?
Se me escapa una sonrisa tonta al pensar en el tierno beso que me había dado Evan en la punta de la nariz, y es en ese momento cuando me doy cuenta de que, en definitiva, estoy jodidamente enamorada de él.
Me duermo pensando en esos ojos rebosantes de vida y en esa sonrisa que me hace estremecer, en la sensación que tengo cada vez que lo miro a los ojos... Pero tampoco puedo evitar pensar que hay algo peligroso en él, que de la misma forma en que me empuja seductoramente hacia sus brazos, me aparta de su lado con inhercia.
Intento no sucumbir a la tentación, pero hay que admitir que, la tentación es más fuerte que la razón.

***

Sueño que Evan y yo estamos en un picnic, en la cima de una montaña preciosa, donde todo es verde y se respira paz. Miro a mi alrededor, estamos nosotros solos.
Delante de nosotros hay varios kilómetros de bosque.
Es un lugar precioso.
De no ser un sueño, pensaría que es real.
Evan me coge de la mano, y paseamos por el extenso valle que se expande ante nosotros.
Apoyo la cabeza en su hombro, y él me da un tierno beso en la frente.
El tiempo a su lado se pasa volando.
Vamos caminando colina arriba, hasta que empieza a anochecer. Evan y yo nos sentamos en la hierba fresca para vislumbrar la hermosa puesta de sol que tenemos ante nosotros.
El cielo empieza a volverse naranja, y van apareciendo varias tonalidades de rojos y amarillos, hasta que llega al rosa pálido, que se refleja en las nubes y da la sensación de que se han convertido en algodón de azúcar. Realmente nunca había visto algo así. Es todo un espectáculo para la vista.
Cuando el sol está a punto de desaparecer, Evan me mira a los ojos, me retira un mechón de pelo rebelde de la cara y apoya su frente contra la mía. Me mira los labios dubitativo, y finalmente, cuando apoya su mano en mi mejilla y está a punto de besarme, cuando nuestros labios a penas se han rozado, empieza a llover.
Primero una lluvia de esas finas que solo incordian, pero se va volviendo más agresiva y empieza a caer granizo, como si los elementos quisieran impedir que nos besáramos. Por una vez maldigo a la lluvia y a las tormentas.
Empieza a tronar y a caer rayos. Está todo oscuro y entre la oscuridad busco la mano de Evan, la cual he perdido.
El sueño poco a poco va convirtiéndose en una pesadilla. Ahora estoy sola bajo una lluvia incesante, rodeada de un frío glaciar y bajo el manto de una tormenta eléctrica.
Caen dos, tres rayos seguidos. Y en ese intervalo de tiempo consigo distinguir una sombra que se alza sobre mí.
No he podido distinguir demasiado, pero lo que he visto ha sido suficiente: una figura claramente masculina. Pero había algo más. Algo oscuro en esa sombra.
Tenía alas.

Corazones de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora