CAPÍTULO 8

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Evan ha desaparecido como si nada.
Hace un segundo lo tenía encima y podía sentir su respiración clavarse en mi piel como las espinas de una rosa.
Por qué eso es para mí: una rosa.
Es como una atracción irresistible y peligrosa, es como un pasaje al mundo de los sueños... pero como todos los sueños, acabará por convertirse en una pesadilla.
La cabeza me da vueltas por el cúmulo de emociones que se han adueñado de mi ser. Me levanto de la cama aún confundida, y me paso la yema de los dedos por ahí por donde los labios de Evan han dejado su rastro. Es un recorrido lento pero dulce. Intento recordar cada detalle de lo sucedido.
Empiezo a marearme y me agarro a la mesa que hay al lado de mi cama.
Hay algo que no me cuadra en absoluto, no solo el hecho de que haya desaparecido, que es ya de por sí bastante inquietante.
No me explico como puede haberlo hecho... ¿será algún tipo de ilusión óptica? ¿Alucinaciones mías? No lo sé, pero todo ha sido tan real...
La cabeza me da más vueltas que una peonza.
— ¡Sarah! — Consigo gritar antes de vomitar encima de la alfombra.
Escucho los pasos acelerados de Sarah subiendo por la escalera.
— Joder May... — Susurra cuando ve la mancha de vómito.
— Lo siento, me encuentro fatal. Creo que tendrás que cancelar la pizza. — Digo mientras me tapo la boca y me dirijo corriendo al baño, notando como el vómito sube por mi garganta.
Las arcadas se apoderan de mi cuerpo y empiezo a tener espasmos, me agarro a la taza del váter para intentar controlarme, pero caigo de espaldas y noto que me doy un fuerte golpe en la cabeza contra la pared.
Un hilo de sangre brota de mi frente, y otro, de mi boca. Miro la sangre, confundida, y miro dentro de la taza del váter. Se me cae el alma a los pies. He vomitado sangre. Otra arcada me sacude con fuerza y la sangre se me coagula en la garganta, empiezo a toser frenéticamente. Me estoy ahogando y empiezo a perder la vista.
— ¡Oh, joder May! ¡May! — Grita Sarah cuando entra al baño y ve la sangre.
— May, ¿que te pasa? ¿Estás bien? Dios, ¡voy a llamar a una ambulancia! — Añade bajando apresuradamente las escaleras.
Intento levantarme para decirle a Sarah que no es necesario que llame a una ambulancia, pero la gravedad juega con mi cuerpo y me resulta imposible levantarme.
Otra arcada me sacude violentamente mientras Sarah entra por la puerta, sudando y con los ojos cristalinos.
Me siento mal de repente, ella siempre ha sido muy sensible con este tipo de cosas.
Sarah se arrodilla a mi lado y pone una mano en mi espalda, la cual no deja de temblarle.
— Ya... ya viene la ambulancia. En menos de 15 minutos estaremos en el hospital... y... y... — Levanto la mano para indicarle que no pasa nada, y la aparto un poco siendo consciente de lo mal que lo está pasando.
— Estoy bien, tranquila. — Digo en apenas un susurro.
Otra arcada se apodera de mi cuerpo.
— Sí... Ya lo veo. Menudo cumpleaños pasarás mañana como estés ingresada...
— Sarah, sal de aquí por favor. — Le doy un pequeño empujón para apartarla.
Escucho unas sirenas a lo lejos, y pasados dos minutos, suena el timbre.
Sarah baja las escaleras corriendo, de dos en dos, y abre la puerta.
— Está arriba. — Les dice a los enfermeros que han venido a buscarme.
Dos hombres corpulentos entran en mi baño.
Uno es rubio, de ojos marrones y cansados. Me mira como si siempre viese la misma escena: una chica bastante desaliñada vomitando sangre. Parece mayor, le hecho unos 40 años, pero el otro, sin embargo, es más joven, tal vez ronde los 20. Es apuesto, bastante apuesto. Tiene el pelo negro y unos ojos que parecen zafiros. Me dedica una sonrisa que fácilmente derrite corazones.
— Señorita, agárrese a mí, por favor. La llevaré hasta abajo. — Dice el enfermero moreno.
El otro me mira con desprecio y me ayuda a agarrarme a su compañero.
Los párpados me pesan y se me van cerrando lentamente.
— Por favor, señorita, siga con nosotros. ¿Cómo se llama?- Pregunta el mayor.
— M-May. May Blackfly. — Digo entre dientes.
— De acuerdo May. Procure mantenerse consciente. Mi nombre es Jacob. Le prometo que me quedaré a su lado si me lo pide. — Me susurra el enfermero moreno, ahora con nombre.
— Jacob...- No me da tiempo a acabar la frase cuando otra arcada me sacude. Vomito encima del enfermero mayor, del cual aún desconozco el nombre.
— Lo... lo siento. — Intento disculparme.
— Jacob, llévatela. Dudo que aguante mucho más, la sangre que vomita está coagulada. Necesita ayuda médica profesional de inmediato.
— De acuerdo, Mike. — Responde Jacob, bajando las escaleras rápidamente, conmigo a cuestas. Parece que no me lleve encima, baja con una facilidad admirable.
— Estoy acostumbrado a esto. — Responde Jacob ante mi asombro, dedicándome una preciosa sonrisa que me deja ver su perfecta dentadura.

Corazones de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora